30 de septiembre de 2009

Sobre actuar

A raíz del asesinato ocurrido en la estación del metro balderas un par de semanas atrás, David Huerta publica en El Universal un bello artículo en el cual cita un par de versos de Bertolt Brecht:
Frente a los irreflexivos, que nunca dudan,
están los reflexivos, que nunca actúan
El poema completo pueden encontrarlo acá.

25 de septiembre de 2009

Algo más sobre mí y mis personajes secundarios

Le conozco desde hace aproximadamente siete años, podría decirse que somos amigos, amigos del brindis: nos vemos en fiestas, en bares, y frecuentemente brindamos por ello; podemos vernos varias veces en una misma semana, o no vernos en un periodo de casi un año; nos hemos desvelado juntos hasta altas horas de la madrugada, y sin embargo, conocemos realmente muy poco el uno del otro, nunca nos hemos puesto a platicar sobre lo que somos. Le invité una cerveza, quería escuchar una voz distinta, nuevos consejos, nuevas ideas, nuevos tonos. Aceptó.

Mientras platicábamos e ingeríamos una rusa (la idea de la cerveza fue prontamente desechada) nos percatamos de lo poco que en realidad nos conocemos, se podría decir que, pese a nuestra cercanía, somos cada uno personajes secundarios en la vida del otro.

He de confesar a estas alturas mi fascinación por los personajes secundarios: aquel actor de mirada lacónica que te parece conocido, aquella actriz de aspecto indigente que ha hecho ese papel en más de tres películas aunque tú no te des cuenta de ello… en ocasiones, la fuerza del personaje secundario es tan fuerte, que termina robándose la película.

En mi vida ha habido realmente pocos personajes principales, pero he tenido contacto con una infinidad de personajes secundarios. Ayer recordaba a algunos de ellos:

Recordaba a aquella joven que me frecuentó telefónicamente por casi medio año, hablaba diariamente a mi casa, platicábamos largo rato aunque no recuerdo sobre qué. Me decía que le conocí en la feria –era mentira-, me citó en un par de ocasiones pero nunca acudí a la cita, pese a ello, pese a mis plantones, seguía llamándome, hasta que un día, de repente, se esfumó, no volví a recibir llamada alguna de ella. ¿Quién sería aquella joven?

Recuerdo también al buen “Poncho De Nigris”, acostumbrábamos a ir en aquellas épocas, en las que Big Brother era un fenómeno mediático, a La escalera y a La escena. En aquellos lugares, siempre nos encontrábamos a un curioso y folclórico personaje, muy parecido a Poncho De Nigris, quien en el parecido, llevó la penitencia, el buen “Poncho De Ningris” fue objeto de múltiples burlas de nuestra parte. Nunca conocimos su nombre, nunca le hablamos, nunca le hemos vuelto a ver… pero que buenos ratos pasamos a sus costillas.

He conocido a mucha gente en viajes relámpago, pero solamente a tres de ellos les recuerdo con singular cariño: en una capacitación laboral que tuve en el jocoso defecoso conocí a un par de mujeres extraordinarias, una de ellas, madre de un hijo con altas expectativas estudiantiles, la otra, una joven alegre, pícara y, ciertamente, poseedora de unos muy tentadores glúteos. El último día de nuestra estancia en el jocoso defecoso nos embriagamos juntos en un antro, bailamos, nos espantamos al unísono al recibir la elevada cuenta, regresamos al hotel, y finalmente, platicamos profundamente hasta quedarnos dormidos en una confortable cama king size; Recuerdo también a aquel personaje que conocí en una capacitación en León, un muy simpático padre de familia, ambos teníamos en común un apetito feroz. Jamás he conocido a alguien con semejante capacidad para contar chistes, nos hacía reír hasta las lágrimas.

Recuerdo a aquella abogada de profesión, y sobretodo, de nacimiento (llevaba el oficio en sus venas), “la lic”, le decíamos. Fue mi compañera de trabajo por un breve tiempo, hablaba hasta por los codos, abogada y chilanga a fin de cuentas. Sabía que le gustaba pese a que ella decía tener novio, por ende, estando ambos embriagados, en una ocasión nos acostamos. Le recuerdo no por eso, sino por lo que dijo airada y extasiadamente mientras le hacía el cunnilingus, jamás he vuelto a escuchar a una mujer confesar tan divertidamente, y entre gemidos, la insatisfacción sexual que le brindaba su pareja. Pronto se salió del trabajo, me buscó en un par de ocasiones, supongo yo que para mitigar la insatisfacción sexual que le provocaba su pareja, sin embargo, nunca contesté sus llamadas.

Recuerdo a mi entrañable y espontáneo amigo del último semestre de la preparatoria, teníamos tres recesos en la prepa, nos veíamos exclusivamente en el último de ellos, el más breve. Fumábamos un cigarrillo mientras departíamos sobre lo futuro, no sabiendo que jamás volveríamos a vernos en dicho futuro.

A todos estos personajes secundarios de mi vida, y a los muchos otros que han llenado mi vida de anécdotas: Gracias, muchas gracias por hacer mi vida un poco más interesante. Y a ti, que me acompañaste el día de ayer por una rusa, doblemente gracias por demostrarme que no eres un personaje secundario en mi vida, sino que eres mi amiga, espero que tú también me consideres un buen amigo.

23 de septiembre de 2009

Ansiedad

Con todo y la brumosa oscuridad, a mi amigo le bastaron apenas unos cuantos segundos para descubrir mi estado de ansiedad, estás ansioso -me dijo-. Ciertamente, lo estoy. Ayer, después de platicar largo y tendido con él, de convertirlo en mi improvisado pero eficaz (y gratuito) psicoanalista, arribé a mi casa. Pude conciliar el sueño a la una de la mañana, después de ver medio capítulo del Dr. House, dormí profundo, tan profundo, que al despertar y revisar mi reloj (que no es otra cosa más que mi teléfono celular) corroboré que eran apenas las dos y media ... me sentí defraudado y no pude volver a conciliar el sueño en toda la noche.

Por lo mismo, me levanté muy temprano, la lectura diaria del periódico me ha resultado hasta ahora tortuosa, decido dejarlo de lado y googlear las palabras: frases y ansiedad. Encuentro algunas frases, entre ellas, una de Xavier Villaurrutia que describe a la perfección mi estado de ánimo:
Amar es prolongar el breve instante de angustia, de ansiedad y de tormento en que, mientras espero, te presiento en la sombra suspenso y delirante.
Espero que esta semana se marche ya, que se marche rápido, quiero correrla a patadas, que sea ya la semana entrante, y entonces ...

PD Creo que no debí escribir esto en el blog, pero que buena terapia es el escribir, nadie lo puede negar.

22 de septiembre de 2009

Confesiones de un precoz no-lector


Mis primeras lecturas fueron unos amarillentos libros de bolsillo, editados si mal no recuerdo por Bruguera, breves resúmenes de las novelas de Julio Verne, Mark Twain y compañía. Fallido intento de mis padres por acercarme a la literatura: las páginas de la izquierda contenían monótonas letras, las de la derecha atractivas ilustraciones con viñetas. Siempre preferí las segundas.

Mi fracasado oficio de lector continuó con algunas revistas: Arena, Cine Premiere y Viva Basket, entre otras. Revistas en las que destacaba la imagen gráfica sobre el texto: la imagen del ensangrentado luchador perdiendo su cabellera en la revista Arena; las estrellitas con las cuales se calificaba la calidad de la película, más el afiche de una muy sensual Sharon Stone, en la Cine Premiere; el póster de Shawn Kemp retacando la pelota en la Viva Basket.

Más adelante, busqué respuestas a mi nula capacidad como lector en revistas supuestamente más maduras, más literarias. Fue así como me encontré con la Selecciones, solamente para dar paso a otro fracaso. Únicamente leía un par de páginas de cada ejemplar, un par de secciones: La risa remedio infalible y Gajes del oficio.

Sentí entonces una enorme curiosidad por aquel periódico que mi padre leía (y sigue leyendo) devotamente día con día. En aquel cúmulo de letras, además de la mágica sensación de entintarme los dedos, encontré dos atractivas secciones: los cartones de Naranjo, y el reto personal que implica siempre el resolver un crucigrama. Los domingos la alegría aumentaba, pues aparecían en él un puñado de tiras cómicas, recuerdo con singular alegría dos de ellas: Henry y Educando a papá.

Como puede apreciarse, la lectura seguía quedando relegada. Llegó el turno de que la escuela me aleccionara, de que el rigor del aula hiciese de mí un lector hecho y derecho. La encomienda era leer el Poema del Mio Cid. Confieso que leí el libro, pero confieso también que no volví a releerlo jamás, no despertó en mí una pasión por la lectura. De los libros de texto la SEP, lo único que recuerdo son sus curiosas y faraónicas ilustraciones.

No me dí por vencido. Caminando en una ocasión por la explanada de la Expo Plaza junto a mi madre, observé un bazar de libros, ahí pude ver el libro más famoso, del autor más afamado de las letras mexicanas: El laberinto de la soledad de Octavio Paz. Mi madre me lo compró, yo lo leí, y yo me aburrí. En mi defensa, he de decir que he vuelto a ese ensayo en un par de ocasiones con resultados más satisfactorios, pero mi despegue como lector, nunca ocurrió.

Entré a la universidad, y encontré allí mi primer aliciente, un genial libro llamado El vampiro de la colonia Roma, de Luis Zapata. Los libros del autor, por desgracia, son difíciles de encontrar, y el impulso inicial que generaron en mí las aventuras de Adonis García no alcanzaría para hacer de mí un lector amateur siquiera.

Mientras en otras latitudes se debate acaloradamente sobre el “demoniaco” monopolio literario que intenta instaurar Google Books, y la textura acrílica del Kindle; en México nos seguimos preguntando cómo crear lectores. Espero que en la feria del libro, próxima a celebrarse en Aguascalientes, los paseantes logren hacerse de ese libro, de esa primera experiencia tan necesaria, que logre transformarlos en lectores asiduos de por vida… yo, lo seguiré intentando.

15 de septiembre de 2009

Canasta básica de lecturas

Acudo al Sanborns, tomo La Tempestad, tomo la Replicante, de mi cartera tomo un billete con la desgastada imagen del amigo Netza, me dirijo a la caja y ... me dice amablemente la cajera que me faltan seis lanas. Achis-mi-achis-me-cahis-que-me-toquen-los-mariachis -dije-, y sí, en efecto, descubro que la revista La tempestad ha subido de precio.

A principios de año por este par de revistas pagaba ochenta y dos varos; ayer desembolsé ciento seis devaluados. Prácticamente toda mi canasta básica de lecturas ha sufrido los efectos de la crisis: cuando comencé a comprar la nexos la adquiría en 40, ahora está en 60; Tierra adentro pasó de 40 a 50; Parteaguas de 25 a 30; Replicante de 40 a 50; ahora La tempestad de 42 a 56 ... la única que se mantiene inalterable es la Letras Libres.

Creo que tendré que adoptar drásticas medidas al respecto, sinceramente, no creo encontrarme con un alma caritativa que me regale la suscripción vitalicia a La tempestad.

14 de septiembre de 2009

Algo más sobre mí y mi plantón

Me encuentro, supuestamente, en una etapa de definiciones. Me sé indefinible, pero ello no ha evitado que me esté esmerando en elaborar un boceto de mí mismo.

En el acto de definirme no busco cambios, mutaciones, ni transformaciones, no estoy haciendo un recuento de mi vida, ni siquiera un resumen, lo que actualmente me interesa es simple y sencillamente ser concreto.

Por ejemplo: siempre había fantaseado con la idea de marcharme de mi casa, me llegó hace un par de semanas la oportunidad de hacer realidad dicha fantasía: un amigo se fue a vivir solo y me planteó el compartir con él su nueva morada, y por supuesto, los gastos. Rechacé su oferta, y con ello, pude trazar una línea en mi boceto, no es que sea yo una persona hogareña, es que soy constructor, el día que me marche de mi casa será para construir un hogar o una vida, no por una desfasada rebeldía juvenil.

De a poco, he ido agregando trazos en mi boceto –de tendencia dadaísta, según parece-. He logrado limar asperezas con amigos que permanecían en el anaquel del olvido; he hablado y concretado encuentros con personas que sé que me estiman, pero que x o y circunstancias –absurdas todas ellas- me volvían dubitativo, a tal grado, que no lograba elaborar aquella simple llamada telefónica; sigo buscando un trabajo que me agrade, no desisto, sé perfectamente que no soy lo que realizo, pero quiero realizar algo que me permita ser yo; he dicho algunas verdades, de frente, a mis amigos, pero también, he bajado la guardia y he logrado confesar algunos (no todos) mis afectos –materia hartamente difícil para mí-.

Pues bien, el viernes pasado tenía planeado ver a una persona que sabe lo mucho que le estimo y le quiero, tenía realmente hartas ganas de verle y seguir con mi búsqueda de definiciones a su lado, de tener una de esas extraordinarias pláticas que surgen cuando estamos en sintonía –no siempre lo estamos-. El encuentro se agendó por etapas: el viernes insinuación, el martes acuerdo, el jueves recuerdo y el viernes … plantón.

Viéndolo en retrospectiva, no era difícil profetizar que tarde o temprano algo así ocurriría. Por ejemplo: a ella, a quien le molesta tanto la impuntualidad que dice no esperar a nadie por más de quince minutos, se le había hecho costumbre llegar a nuestros encuentro con una hora de retraso -sin sentimiento de culpa de por medio, o al menos, no se reflejan en su rostro, ni en sus palabras, ni culpa, ni pena, como dicen coloquialmente: llegaba "muy quitada de la pena"-.

El viernes, al corroborarme en un mensaje de texto que lo acordado previamente no se concretaría, más que la cancelación, más que no avisarme de la cancelación, lo que me provocó un derrame masivo de bilis fue el tono de su mensaje: con sumo desdén me escribía “ay amigo”, ora sí que como le decían al infortunado Margarito, “lástima” tomasin, te la pelaste, inténtalo otro día.

Triste por el plantón, acudí esa noche con unos amigos a tomarme unas cervezas que no me supieron, acompañadas de unos tacos que tampoco me supieron –aunque mucho daño me hicieron-. Sin duda, una de las noches de viernes social en las que menos palabras he pronunciado en mi vida, me doblegó la melancolía.

Si las palabras que ahora escribo las leyera en otro blog, no dudaría en aconsejarle a tan desafortunado autor que se deshiciera de dicha compañía, culpable, en apariencia, de múltiples sin sabores. Pero una cuestión, el aconsejar, es aparentemente sencilla; la otra, el definirse, es sumamente compleja... cuado hay sentimientos involucrados, ay, lo es mucho más.

Como lo dije al comienzo: me sé indefinible, pero no quiero dejar inconcluso el boceto de mí mismo. ¿Qué hacer con la que me dejó plantado?, pues, no lo niego, es un elemento importantísimo en dicho bosquejo.

8 de septiembre de 2009

Percepciones


Ante la simbólica importancia que tienen las encuestas de opinión, esos pequeños parajes en los cuales se hace eco de la voz del ciudadano, la clase política del país no oculta su desdén, y califican a la opinión que han dado los ciudadanos con un (¿despectivo?) calificativo: “son percepciones”.

Nuestras percepciones importan, aquello que conocemos por obra y gracia de nuestros sentidos, pero que es desestimado por nuestros políticos, forma ineludiblemente parte del entorno en el cual habitamos. ¿Cómo percibo -¡oh egocentrismo!- nuestra nación?

Gusto: la comida mexicana es mundialmente famosa y apreciada, lamentablemente, la dieta promedio del mexicano dista mucho de ser exquisita, es más bien rudimentaria. Quizás nuestros nutriólogos podrán explicar la compleja paradoja de un país sobrepoblado de hambrientos y de obesos por igual, lo que mi humilde y no-certificado paladar alcanza a percibir es una monotonía gastronómica, nuestra dieta está menos balanceada que los neumático de un camión urbano, en un gran número de hogares se sirve usualmente el mismo platillo, en gran parte producto de nuestra maltrecha economía: los empleos se pierden, los salarios se estancan y el costo de los productos de la canasta básica aumenta; pero también en gran parte, producto de nuestra maltrecha cultura culinaria.

Olfato: el olor distingue, por ejemplo: cuando se vacaciona en la playa, antes de poder contemplar el mar con nuestros ojos, éste se huele. Carlos Reyes Sahagún publicó recientemente en Crisol Plural un par de artículos sobre los ahora extintos viñedos de Aguascalientes, un olor que no solamente se perdió, sino que nunca se transformó. El estado de Aguascalientes ha perdido sus olores, su esencia, su rumbo… las nuevas generaciones de hidrocálidos no sabemos porqué nos distinguimos, no existe actualmente un elemento –más allá de la episódica Feria de San Marcos- que nos arraigue, que nos identifique, que nos cohesione como entidad.

Oído: se escuchan murmullos y silencios, ¿los de siempre?, no, entre los primeros predomina un elemento: la duda. “¿Cuándo terminará la crisis?” –preguntamos varios-, más que las palabras, destaca el tono: la urgencia en la pregunta, el titubeo en la respuesta; se nos responde con inseguridad, ante la escasez de argumentos predominan los buenos deseos: “pronto saldremos de ésta”. Andamos a ciegas, y en nuestros titubeantes pasos, se percibe nuestra desconfianza. Se posponen planes, se acortan los viajes, quien quiere abrir un negocio se lo piensa más de dos veces, se evitan gastos necesarios, e incluso, algunos necesarios…

Tacto: la imaginación de este humilde servidor se agotó en este punto (mil disculpas). El único contacto táctil que tengo con la sociedad es el saludo, la rugosidad de la piel, la forma y la fuerza tan distintiva con la que cada mexicano ejecuta el apretón de manos, me hace reflexionar, cada mexicano percibe un México distinto, este artículo es pues una auténtica vacilada.

Vista: Al menos en la ciudad de Aguascalientes, los gobiernos son fieles devotos de una falsa creencia: que la seguridad es cuestión de impacto visual. Hemos de tener las camionetas más grandotototas y los coches más fregones y veloces –ya quisiéramos uno de esos en nuestras cocheras- de todo el país patrullando por la ciudad, pero ambos balas de salva; se adquirió también un helicóptero cuya historia es más confusa que El arco iris de gravedad, aeronave que solamente ha servido para hacer ruido (mucho ruido), espantar a la gente (espantarla mucho) y para el (des)lucimiento de la administración municipal.

Pero, pese a todo esto, algunos siguen coreando a todo pulmón los goles del tricolor, y otros, compran gustosos alguna de las múltiples variaciones de la bandera de México -de venta actualmente en el crucero vial de su preferencia-. Si los políticos desestiman nuestras percepciones, nosotros tratamos de evadirlas, dentro de una semana estaremos todos gritando al unísono: ¡viva México cabrones!

3 de septiembre de 2009

Algo más sobre mí y mis 27

Soy alegre en mis melancolías y sollozo en mis dichas; me he vuelto realista, ya no sueño mi vida, sencillamente me la imagino; soy sencillo, pero dentro de mí, crece inconteniblemente mi ego; me pretendo observador pese al imparable avance de mi miopía; denoto vestigios de vanidad en mi persona a pesar de que ya no uso perfume, hace un año que no me compro ropa, y uso muy de vez en cuando gomina; me obsesiona como nunca el sexo aunque llevo ya un año sin sostener relaciones; me siento cada día más cinéfilo, pero veo cada vez menos películas; noto cada vez más lánguido a mi no-tan-bello Aguascalientes, pero día con día me agrada más el vivir aquí; me siento más cercano a mis amigos pese a que geográficamente están cada vez más lejos; me comunico mejor con mis padres aunque nos hablamos poco... trato inútilmente de definir mis múltiples indefiniciones.

Hoy cumplo veintisiete años, a esta edad, creo saber perfectamente quien no-soy. Bienvenidos sean mis veintisiete.


2 de septiembre de 2009

Ahí estaba el detalle

La semana pasada ví Los que se quedan, documental mexicano dirigido por Rulfito. Una secuencia me estaba llamando poderosamente la atención: un hombre de la tercera edad infla un globo de color naranja, se esmera en su labor, revisa el volúmen que ha alcanzado el globo y no se conforma con ello, resopla con fuerza de nueva cuenta y ... la secuencia se corta. Me enfurecí, deseaba, de corazón, ver la finalidad de aquel delicado empeño. Rulfito me volvía a desilusionar.

Pero... Rulfito será un cineasta con altibajos, pero siempre le he reconocido el crear hermosos finales -el final de En el hoyo ha de ser uno de los más bellos y asfixiantes que he visto en mi vida-. Vemos al final de Los que se quedan a tres jóvenes cruzando la sierra, tienen un destino: la casa de sus padres, la casa de aquel viejo que inflaba devotamente un globo, y ahí está, el hinchado globo color naranja junto a otros tres globos y un minúsculo letrero de fondo rosa y letras negras que dice: "bienvenidos".

Cualquiera pensaría que el panorama poco tiene de festivo, ¡cuatro solitarios globos y un pinchurriento letrerito!, ¡por favor!. El viejo tiene su rostro tan agrietado que es imposible reconocer expresión alguna en él, pero, recuerdo el empeño que puso al inflar aquel globo, aquel mínimo detalle, y me lo imagino, en esos momentos, como una de las personas más alegres en el mundo... ahí estaba el detalle.

1 de septiembre de 2009

La escuelita


A Armando

Las escuelas mexicanas son en apariencia rigurosas, o al menos, pintan muy bien dicha fachada: los padres de familia tienen la misión de encontrar tenis completamente blancos para que sus crías practiquen la educación física, una insignificante palomita de Nike en color negro es rechazada, podría incitar a la anarquía; las chicas tienen que subirse forzosamente las medias hasta sus rodillas, enseñar un poco de chamorro es inmoral, provocaría un sin fin de erecciones en sus pubertos compañeros...

La rigurosidad artificial continuará a lo largo de toda la vida escolar del estudiante: el alumno no aprenderá a apreciar la poesía, pero mecanizará una coqueta coreografía para declamar coralmente aquello que dice: ¡Pues bien!, yo necesito decirte que te adoro…; sus nociones de geografía serán más bien vagas, pero elaborará una muy linda y colorida maqueta del sistema solar, con todo y estrellitas…

Los artificios continuarán ad infinitum: aquella universidad de supuesto prestigio, elaborará sus programas de estudio pensando en la certificación de la carrera, no en las necesidades intelectuales y laborales del estudiante; la educación superior es en ocasiones tan plástica, que podrán encontrarse universidades de tan dudosa calidad, como aquella que anunciaba hace no mucho tiempo como virtud académica el contar en su plantel con las chicas más atractivas del estado.

Pero, ¡oh, amarga realidad!, más allá del artificio, el rigor fenece, en las escuelas mexicanas la enseñanza es tan blanda que se dobla y se desdobla. Era un secreto a voces, pero ahora se confirma: la gran mayoría de los maestros son deficientes, carecen de los conocimientos necesarios para educar a niños y jóvenes, entre nosotros, los maestros que realmente saben constituyen una excepción que confirma la regla.

Existe sin embargo, algo tan o más grave que la falta de conocimientos en los docentes: su imposibilidad para contagiar al alumnado. Jaime Sabines, sintiendo el paso de los años, escribió un poema en el cual encontraba un solo remedio para la vejez: La única recomendación que considero seriamente es la de llevar una mujer joven a la cama -¿por qué?- porque a estas alturas, la juventud solo puede llegarme por contagio. El contagio tan necesario.

Recuerdo con alegría al maestro Armando, en el muy difícil quinto grado de primaria –nuestro profesor titular falleció, y un par de suplentes jamás dieron el ancho- irrumpió él a medio ciclo escolar, no era un profesor extraordinario en el español o las matemáticas, su particularidad era otra: media hora antes de que “sonara el timbre”, nos ordenaba interrumpir nuestras actividades para proceder a “contarnos historias” –así les llamaba él-, cuentos de otros, que él hacía suyos, y los narraba de manera extraordinaria.

Aquellas historias lograron reanimar al salón, nos contagiaron por completo. Lo último que supe del maestro Armando fue hace cinco o seis años, un entonces compañero y ahora amigo se lo encontró, como ocurre con las personas extraordinarias, un saludo no bastó, fueron a comer juntos a un conocido restaurante.

Estas historias son por desgracia difíciles de encontrar. El maestro carente de conocimientos difícilmente suple sus carencias con un ánimo propositivo, al contrario, surge en él un imaginario régimen militar que pone el acento en nimiedades tales como: hacer márgenes con regla, forrar libros con plástico, escribir acentos y mayúsculas con rojo, resúmenes fotostáticos, exposiciones acartonadas… aspectos meramente superficiales que no sirven para construir ni ciudadanos ni estudiantes.

La cereza del pastel es un costoso programa televisivo de nombre Todo mundo cree que sabe, lindo modo de demostrarnos que la educación en México marcha sobre rieles, la boleta se deshecha, que un grupúsculo de infantes humillen a cuanto profesionista se les pone enfrente es la prueba fehaciente del extraordinario sistema educativo que tenemos, significa que gozamos de una sólida educación, y por ende, que tendremos un muy prometedor futuro como nación.