13 de abril de 2010

Vivir de periodismo


“El periodismo es un pase gratis para presenciar
desde la primera fila el espectáculo de la vida”

Marco Aurelio Carballo en Morir de periodismo

En alguna ocasión platicaba con un compañero del trabajo sobre sus constantes faltas, se debían, según me confesó, a que uno de sus pequeños padecía una enfermedad en las vías respiratorias y su salud recaía constantemente, para consolidarme con aquella confesión le platiqué sobre la hija de mi amigo, a quien por esos entonces le habían diagnosticado (erróneamente, por cierto) microcefalia, requería una operación que tenía un costo tan obscenamente elevado que exhibía perfectamente la extinción de la ética médica, entonces, mi compañero me interrumpió y me dijo algo que nunca olvidaré: “dile a tu amigo que vaya a la tele, que ahí le ayudan”. Me sorprendió la fe, sí, la fe que depositaba en los medios de comunicación.

La pasada ha sido una linda semana para ponerse a reflexionar sobre nuestros medios de comunicación. Por un lado hemos sido testigos del pornográfico espectáculo mediático que se ha montado entorno a la fallecida Paulette, la principal culpable de tan lamentable exhibición ha sido su propia madre, quien, ingenuamente, quiso utilizar a los medios -no la culpo, son pocos quienes aún creen en la justicia que se imparte en esta nación- y terminó siendo una marioneta de éstos, su fe ciega en el poder de la televisión desembocó en una dura penitencia (para el televidente): una insoportable entrevista con Adela Micha.

Por el otro tuvimos la muy difundida entrevista de Scherer a Zambada. Anunciada (y justificada) con bombo y platillo –“si el diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos”-, la entrevista logró su objetivo: vendió muy bien, el mismísimo lunes ya estaba agotado el semanario Proceso, al menos, en el par de lugares donde intenté adquirirlo.

La entrevista ha sido calificada como fallida. López Dóriga apuntaba en Milenio la falta de rigor de Scherer y Jorge Fernández Menéndez hacía algo similar en Excélsior; sin embargo, la crítica medular (y más polémica) vendría a cargo de Héctor Aguilar Camín, cito un par de párrafos: “Si alguien conservaba alguna duda de que el narco sabe usar a la prensa y hay prensa que se deja usar por el narco, no tiene más que acudir al encuentro que Julio Scherer aceptó tener con Ismael El Mayo Zambada […] ¿A cuántos periodistas habrán mandado matar El Mayo Zambada y El Chapo Guzmán? ¿A cuántos tendrán sentenciados, amenazados o en la mira? ¿A cuántos habrán silenciado o comprado? No es un asunto que importe en el reporte lírico que hace Scherer del encuentro, dedicado a la glosa de las opiniones de Zambada”.

Más allá de lo fallido o no de la entrevista, el director de la revista nexos animaba el debate entorno a la función del periodista en tiempos de guerra. Si Scherer, nuestro mayor periodista, no fue ni siquiera solidario con las causas de los propios periodistas, como esperar que, parafraseando a Marco Aurelio Carballo, el periodismo sea un pase gratis para presenciar desde la primera fila la guerra contra el narco.

No es un lugar común, pero sí una constante, que algunos reporteros sueñen con ser corresponsales de guerra, en el ámbito local, así lo han expresado al menos un par de ellos en el programa Machetazo a caballo de espadas conducido por Mario Mora. Uno se pregunta: en estos tiempos de guerra contra el narco, ¿dónde están nuestros corresponsales de guerra?

Quizás la totalidad de nuestros corresponsales de guerra ya han sido asesinados, sentenciados, amenazados o silenciados. El caso más emblemático de ello ha de ser el de Alejandro Xenón Fonseca Estrada, una especie de John Reed contemporáneo que dejó las trincheras del periodismo para pasar al frente de batalla (obviamente, no pido que nuestros corresponsales de guerra hagan lo mismo), tomó como arma una manta, intentó colocarla en un puente, y en el acto fue acribillado por narcotraficantes.

En tiempos de guerra parece suicida vivir de periodismo, pero morir de periodismo no es una opción, la cobertura que se ha hecho de la guerra contra el narco no puede seguir siendo, como lo hace Milenio, un simple recuento de muertes, ese periodismo es un periodismo castrado, un periodismo que no es un pase gratis el espectáculo de la vida. Gran parte de la población le tiene fe a los medios de comunicación, le tiene fe al periodismo, es hora de que nuestro periodismo le corresponda.

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