29 de marzo de 2010

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Habíamos llegado a creer que era sostenible un mundo donde por un lado se muere de hambre mientras que por el otro se muere de colesterol.

Leído en: Filosofía para andar por casa de Xavier Rubert de Ventós.

23 de marzo de 2010

La internacional bostezante


“Estropear todo momento, cualquier ocasión de regocijo y esperanza, de felicidad y aun de tristeza, con la dinamita temible del bostezo”.
Luigi Amara.

La realidad nacional, aquella que aparenta ser colorida y fascinante, que es capaz de parir a diario numerosos titulares de ocho columnas, no es en realidad tan fascinante. Pasa con los partidos de la selección mexicana de fútbol, tan aburridos, que al día siguiente uno recuerda con claridad la cantidad de cervezas ingeridas, no así la cantidad de goles anotados durante el partido; pasa en el fútbol, y pasa también en muchos otros aspectos importantes en la vida pública de esta nación.

La nacional bostezante no se esconde, no hay que andarla buscando, su carácter cuasi omnipresente nos permite convivir con ella a diario, la podemos encontrar en cualquier rincón de la nación: en múltiples declaraciones vacías publicadas en diversos diarios, en una estética urbana cimentada en concreto magnificente pero gélido y grisáceo, en el albur eterno que se desgasta como suela de zapato, en los 5 o 10 rostros que infectan las pantallas del no-evo cine mexicano, en malogradas reformas anunciadas con bombo y platillo…

Esta bostezante realidad aturde al ciudadano y lo vuelve pasivo ante su entorno, ¿para qué ser partícipe de tan triste espectáculo?, mejor proceder con un bostezo y punto.

Hay que recordarlo, el bostezo es un signo inequívoco de aburrimiento, en una cita, en una reunión… si el invitado bosteza, el fracaso se ha vuelto inminente, se encuentra a la vuelta de la esquina, es solo cuestión de tiempo para que el encuentro fenezca. En un país, el que la sociedad bostece ante su realidad es una señal de su fracaso inaplazable.

Recientemente un grupo de destacados intelectuales publicó un desplegado muy comentado en contra del no. La propuesta se antoja simplista, la solución a nuestros múltiples problemas consiste en cambiar el vocablo, pasar de un monosílabo a otro: del no al sí.

A aquella iniciativa la eclipsaría otra más irreverente y necesaria: un desplegado en contra del bostezo, contra quien lo provoca y contra quien lo emite. El bostezo se ha convertido en el peor de nuestros males, la apatía aniquila nuestro entusiasmo: el fervor por la alternancia democrática se encuentra moribundo, el otrora popular ejército es non grato en varias ciudades, la selección mexicana de fútbol es desmoralizada por las declaraciones de su propio entrenador…

La semana pasada pude platicar con dos capacitadores del IEE, me dicen que, en varios casos, lograr capacitar a los futuros funcionarios de casilla se ha vuelto una proeza inconquistable, la respuesta que reciben es un no rotundo, un “no” que esconde el desánimo, el desgano y la pereza … el bostezo que somos.

Luigi Amara iniciaba un jocoso texto titulado La internacional bostezante (Letras Libres, Noviembre 2008) de la siguiente manera: “No hace mucho tiempo, con un grupo de amigos, fundamos la Internacional Bostezante. El proyecto por supuesto fracasó. Hundido bajo el peso de nuestros propios bostezos, el movimiento, que no se caracterizaba precisamente por su dinamismo, preveía desde el principio su propia destrucción”. Nuestros bostezos como nación nos conducirán irremediablemente a nuestra autodestrucción, para andar, para cambiar, para marchar… debemos primero desprendernos de la cobija del tedio que arrastramos como nación bostezante.

11 de marzo de 2010

Algo más sobre mí y mis entrevistas

Hace algunos ayeres (en realidad, bastantes), andando por el centro de la ciudad, una reportera logró abordarme por sorpresa para hacerme un par de preguntas sobre aquello de la economía familiar … no me quede mudo ante el micrófono, pero casi. Camarógrafo y reportera lograron captar lo patético que soy para contestar prácticamente cualquier tipo de pregunta.

Solo recuerdo una entrevista anterior a aquella, el director de la preparatoria me fichó antes de dedicarse a exprimir el bolsillo de mis padres, para ser admitido en el bachillerato debí redactar y firmar (¡con tinta roja!) una breve carta comprometiéndome a ser un estudiante aplicado … supongo que aquella hoja se traspapeló, pues jamás cumplí con lo firmado, y nunca sufrí las consecuencias pactadas en la entrevista.

Después de aquella malograda entrevista con la reportera, he tenido una considerable cascada de entrevistas, la mayoría de ellas francamente olvidables. Ha habido sin embargo tres entrevistas que me han marcado, quizás, por que la respuesta fue siempre la misma: un no.

La primera fue la entrevista para ingresar al CCC. Esperaba mi turno sentado en un cómodo sillón, a mi lado, una chica (MUY guapa) y un chavo hablaban sobre Ronald Barthes, fui entonces llamado, había llegado mi turno. La primera pregunta, para supuestamente romper el hielo, no logró su cometido: “¿algún platillo típico de Aguascalientes?” … maldita ciudad sin tradiciones culinarias. El acabose, sin embargo, llegó cuando me pidieron que diera mi opinión sobre José Revueltas, jamás había leído algo de él, adiós a mis aspiraciones.

La segunda fue la entrevista para ingresar al CUEC. Esperaba mi turno en una banca, a mi lado, un tipo que parecía zombi, otro acompañado de su mami, y uno más que decía estar crudo (no se le notaba), en mis manos, el número de aniversario de la revista La tempestad con Octavio Paz en la portada, el crudo me preguntó por la revista, “pura vanidad” –le repliqué- mostrándole que las primeras cincuenta páginas de la misma eran pura publicidad, comenzábamos a hablar sobre nuestros respectivos exámenes cuando fui llamado, había llegado mi turno. Entro y veo en el panel a Jorge Ayala Blanco, pero no hago expresión alguna sobre mi sorpresa, la entrevista fue francamente sosa, malas preguntas y peores respuestas, algún idiota del panel me increpó airadamente recriminándome donde iba yo a dormir siendo de Aguascalientes (como lo dije, un idiota), lo confieso, al salir de ahí, deseé no ser admitido.

La tercera fue para ingresar a laborar en un proyecto nonato llamado bitácora social, trabajo en el cual me pagarían aparentemente bien por dedicarme a una de las tres cosas que más disfruto en la vida: pensar (las otras dos, por supuesto, son coger y divertirme). La cita fue en el Marriot de Reforma, esperaba en una banca, a mi lado, solamente había cuadros, pronto fui llamado, había llegado mi turno. Tres personas aparentemente amenas me recibieron (un cuarto se sumaría después), me pidieron que les hablara de mí, misión imposible, pedirle a la persona que nunca habla de sí que se describa, a quien se sabe indefinible, que se defina. Me mencionaron que obtuve el mejor puntaje en el examen, pero fue contraproducente halagar a quien siempre ha sido humilde con sus “logros” (al menos, eso creo de mí, que soy humilde). No sentí la entrevista tan parca, pero ellos sintieron lo contrario.

Me entristezco mas no me desespero, sé que tarde o temprano (espero que lo segundo) me llegará una cuarta entrevista, sé también que algo tengo que cambiar, tres rechazos no son coincidencia, algo estoy haciendo mal, quizás, es hora de dejar en el buró las memorias de Gore Vidal y empezar a escribir (verborreicamente) mis propias memorias.