28 de octubre de 2009

Sobre el menudo

El domingo al mediodía, después de una muy buena guarapeta la noche anterior, le hablé por teléfono a un amigo, pero no lo encontré en su casa, se había ido a desayunar menudo. La envidia recorrió todo mi cuerpo, yo apenas y desayuné, los domingos tengo encima doble trabajo, pero sobretodo, como se me antojó el méndigo menudo. Tengo tanto tiempo de no atragantarme con un rico plato de menudo un domingo por la mañana.

Hoy, en el blog de José de la Colina aparece un curioso poema dedicado al menudo:
Oh menudo sabroso, te saludo
en esta alegre y refrescante aurora
en que pido alimentos, pues es hora
en que tú estás cocido y yo estoy crudo.

Manjar tan delicioso jamás pudo
colocar en su mesa una señora,
con más razón si es dama de Sonora
la tierra favorita del menudo.

Por eso te distingo y te respeto,
por eso te dedico este soneto
de tu grato sabor en alabanza.

Canten mis versos frescos y elocuentes
en honor de tus cinco componentes
caldo, pata, maíz, tripas y panza.
Este domingo, sin falta, iré a desayunar menudo.

27 de octubre de 2009

Sin City


Aguascalientes, una ciudad que no oculta sus aspiraciones, entre ellas, una de las principales es el desarrollo. Actualmente nuestras autoridades municipales gastan nuestros impuestos en la elaboración de un sin fin -en realidad, se pueden contar con los dedos de las manos- de pasos a desnivel con la intención de agilizar la circulación vehicular en el vulgarmente conocido como el segundo anillo y, claro está, que la ciudad se vea modernísima por obra y gracia de los citados pasos a desnivel.

Si el desarrollo es una de nuestras aspiraciones, propongo que seamos sinceros como ciudadanía, el crecimiento conlleva ventajas pero arrastra consigo ciertas desventajas. Si la ciudad se expande, si se ensanchan nuestras avenidas, si engordan nuestros ingresos y nuestras billeteras (jaja), debemos reconocer, tarde o temprano, que nuestros pecados serán más notorios y oscuros, que los vicios germinarán en las calles y se arraigarán en los hogares de ésta ciudad.

Somos, en apariencia, una ciudad que conserva una muy refinada compostura: las bebidas alcohólicas se dejan de expender a temprana hora, la prostitución y los table-dance están recluidos en una zona llamada “de tolerancia”, lo centros nocturnos cierran temprano sus puertas… nuestras composturas son en realidad una suma de hipocresías. El alcohol se vende clandestina (y quizás adulteradamente) en varios puntos de la ciudad y la prostitución se ejerce sin disimulo en ciertas calles.

El mejor ejemplo del cómo no hemos sabido reconocer nuestros pecados fue la abrupta llegada de la violencia a las calles de ésta ciudad, los sicarios, se decía, vienen de fuera, era inconcebible que en la ciudad de la gente buena se hayan procreado seres humanos con una nula calidad moral.

La realidad es sin embargo tan distinta, recientemente, en un periódico de circulación local aparecieron notas periodísticas en las que se deja en claro que el estado ocupa algunos de los primerísimos lugares a nivel nacional en el consumo de diversos vicios, por ejemplo: “Aguascalientes, se encuentra entre los diez estados con mayor porcentaje del consumo de bebidas alcohólicas y cigarrillos entre la población adolescente de entre 10 a 19 años de edad”, “Aguascalientes es el estado con el mayor número de consumidores activos de tabaco”, “La droga ilegal más consumida en Aguascalientes es la marihuana con 25 mil 914 consumidores equivalentes al 3.3 por ciento de la población total del estado, en segundo lugar la cocaína […] con 20 mil 147 consumidores”. ¿Porqué entonces ese afán de negar nuestros vicios como sociedad?

El acto de negar nuestros pecados nos condena a la toma de decisiones reprobables, he ahí aquella medida insostenible: el ayuntamiento de la capital ha implementado una triste estrategia, en ciertas colonias se ha decretado una especie de toque de queda travestido, quien vague por las calles a deshoras será detenido.

En esta ciudad no podemos seguir ocultando lo que somos, nuestros vicios no pueden seguir arrinconados porque algún día esa realidad contenida nos estallará en las manos y nos tomará muy mal parados. Son bienvenidas las aspiraciones de desarrollo, que la ciudad se agilice, crezca, se enriquezca, se modernice… pero también nos enviciaremos y pecaremos, es tiempo de irlo aceptando.

25 de octubre de 2009

Una lección de vida y otra más de amor

Mi trabajo me ofrece pocas satisfacciones, pero me ofrece algunas. El viernes pasado, por ejemplo, conocí a una persona asombrosamente decidida, su increíble capacidad para decidirse llamó poderosamente mi atención y, para romper la barrera del silencio existente entre nosotros, le pregunté de dónde era, de Zacatecas -me respondió él-, continué con el interrogatorio, le pregunté entonces que hacía en tierras hidrocálidas y me respondió con suma naturalidad que venía a que le dieran quimioterapia.

Me helé, la sangre se me fue a los pies, pero como no percibí en el semblante del señor ningún gesto de dolor tras develarme su realidad, seguí platicando amenamente con él. Al despedirse me quedé pensando en aquel señor, deduje imaginariamente que su sorprendente capacidad para decidirse se debía a su enfermedad, él sabe que no tiene tiempo para dudar y vive su vida tomando decisiones sin chistar. Me gusta su filosofía.

Un día antes, el jueves por la noche, le pinté sus uñas de color negro, nunca antes lo había hecho, me desempeñé muy probablemente con suma torpeza, pero lo hice y me gustó. Fue curioso, el día que nos pintamos entre los dos (ella me pintó un dedo a mí) concluimos la velada viendo como pintaban un mural, uno de los artistas nos pidió que firmáramos el libro de visitas, y así lo hicimos.

Mientras ella y yo decidíamos que anotar pude contemplar fijamente su pómulo izquierdo, en él, se podían apreciar pequeñas arrugas, ella, en apariencia tan perfecta, me mostraba sus imperfecciones sin temor alguno. Corroboré que me gusta porque con ella puedo desenvolverme naturalmente, le muestro mis múltiples imperfecciones y no le oculto mis escasas perfecciones, sé que ella es también así, sé que cuando está a mi lado, cuando está conmigo, se muestra tal cual es: una imperfecta pero extraordinaria mujer. Aquel jueves, me moría de las ganas de besarle en aquel momento su imperfecto pómulo, pero no lo hice. Estoy seguro que si hubiese conocido antes a aquel señor de Zacatecas probablemente lo hubiese hecho, me hubiese decidido en ese momento a besarle su pómulo. Me gusta tanto ella.

20 de octubre de 2009

Without Cobain




La generación X, así se le bautizó a aquella emblemática generación conformada por aquellos nacidos en los 70’s y principios de los 80’s. Recupero ese anecdótico dato porque la revista Día Siete publicó hace un par de semanas un sugerente reportaje titulado: Los ni-ni.

Los ni-ni: una generación sumergida en la más absoluta inutilidad -ni estudian ni trabajan, acota la revista-, una generación que aglutina en sus filas un tumulto de frustrados: jóvenes a los que no se les han abierto las puertas, pero que tampoco han intentado abrirse camino en la maleza, sencillamente les gana la apatía.

Nada tan contundente como el popular nombre que se le asignó a aquella otra generación: X. Si alguien le apostó el futuro del país a los ni-ni –algo común en los discursos oficiales, usualmente plagados con el vacío de las buenas formas- hay que confirmarle que, definitivamente, ha perdido su apuesta. La generación que coreó a todo pulmón la alternancia en el poder, porque fue, en cierta medida, impulsora del cambio –recuerden a Vicente Fox, como un improvisado pero celebrado comediante en el programa de Adal Ramones, el programa juvenil de moda en aquellos entonces-, pero que no colaboró en la gestación de ese cambio. Fuimos (me incluyo) espectadores del fracaso mas no partícipes. En resumen: hemos sido, como el provocativo mote de la generación que nos precedió, una generación completamente X.

Ciertamente, a mi generación se le han cerrado multitud de puertas -ahí está la paupérrima educación que recibimos, ahí están los miles de egresados a quienes se les imposibilita encontrar empleo-, desmontar la obesa estructura que durante años se montó en este país no es una tarea fácil, a la distancia, pareciera incluso que es una encomienda imposible de resolver. Pero todo parece indicar que ni siquiera lo hemos intentado, vimos la enormidad del enemigo y decidimos tirar la toalla, de la ambición pasamos rápidamente a la frustración, desistimos de conquistar siquiera cumbres muchísimo más humildes que el cambiar al país.

Las manifestaciones con las que recientemente se conmemoró un aniversario más de la matanza de Tlatelolco son un ejemplo de ello, pareciera que son protestas para la foto, pictóricas, detenidas en el tiempo, caducas y sin sustancia. México hoy no es el mismo que en el 68, seguirá jodido, pero no igual, lo años no pasan en vano, y sin embargo, nuestra juventud parece haberse estancado (incluso, retrocedido), no puede cambiar el país porque ni siquiera se ha cambiado a sí misma, somos una generación que se queja pero no demanda –Luis González de Alba y compañía demandaban, porque conocían su entorno y su presente, nosotros no-. La queja jamás fructificará, la demanda probablemente lo haga.

Hoy, nosotros los ni-ni somos la viva imagen de este fracasado país, en nosotros se ve reflejada la pobreza que pernea en este territorio, basta con citar un dato arrojado por el reportaje de la revista Día Siete: siete millones de jóvenes ni estudian ni trabajan. Cierto, en el horizonte se pueden contemplar historias de éxito, se tratan sin embargo de historias individuales, como generación y como país (como conjunto) no hemos logrado progresar, como nación no hemos logrado generar riqueza (mucho menos distribuirla equitativamente), como jóvenes no hemos redactado un discurso generacional, sin éste no habrá demandas, y sin éstas, no existirá la posibilidad del progreso.

¿Y por qué Cobain? Este año se conmemoraron quince años del fallecimiento de Kurt Cobain, uno de los iconos de aquella otra generación, de la generación X. Se me ocurre una metáfora de su muerte: el blondo líder de Nirvana quizás se suicidó, entre otras cosas, porque pudo percibir el amargo destino que vivirían las futuras generaciones, para quienes probablemente seguiría siendo un ídolo, y no queriendo ver materializado tan estruendoso fracaso generacional, prefirió privarse de la vida y no vivir en carne propia tan desahuciado futuro. Que pobres somos los ni-ni, ni siquiera contamos con un mártir para rendirle pleitesía.

13 de octubre de 2009

Un poema de Sergio Loo

Desde hace tres semanas se encuentra rodando por ahí y por allá el nuevo número de la revista Parteaguas, dedicado en esta ocasión a: las letras.

Confieso que por primera vez el Dossier de la revista me ha dejado indiferente; por el contrario, Columnas, una breve sección a la cual el pequeño editor de revistas que llevo dentro de mí nunca le ha encontrado la cuadratura, contiene en esta ocasión una multitud de plausibles textos; lo mejor de la revista se encuentra quizás en narrativa, donde "La reina del carnaval" de Saúl Juárez y "El rastro de nuestros días" de Fernando Paredes, destacan; pero lo más sobresaliente, creo yo, es el extraordinario poema de Sergio Loo titulado "Geos" ... en la semana trataré de adquirir su poemario Sus brazos labios en mi boca rodando para acercarme así a la obra de este joven poeta.

Destaco algo más: es ésta una buena oportunidad para acercarse por primera ocasión a la revista (si aún no lo han hecho), pues en facebook existe un concurso que premiará gratamente a quien logre la mejor reseña del nuevo número de la revista.

7 de octubre de 2009

Del Ipod a Google Books ... ¿un solo paso?

Gil Gamés elabora simpáticas entregas que mensualmente publica la revista nexos, en esta ocasión, logra un muy ameno texto sobre un hipotético suicidio masivo de libros ocurrido a raíz de la irrupción de Google Books ... texto ameno pero: ¿es su conclusión correcta?

Según el autor, en este país tan carente de tecnología (por ser un país carente de dinero ... explicación express), Google Books no modificará nuestros mínimos hábitos de lectura porque en multitud de hogares no se tiene todavía computadora. Creo que el autor está equivocado porque olvida que la pequeñísima porción de mexicanos que leen, sí tienen, en su gran mayoría, acceso a la tecnología.

Hoy imaginé un futuro dominado por Google Books, mi búsqueda infrutuosa de un libro (En el café de la juventud perdida) en un par de librerías me llevó a ello, a imaginar un paraíso en el cual se tenga al alcance de un click el texto deseado. Sobre todo en estas (des)provincias en las que es tan difícil hacerse de una multitud de libros.

Recordé el Ipod, ese aparatito sin el cual multitud de jóvenes no le encuentra sentido a su vida, y que, a pesar de su costo (lean esta nota), y de nuestra carencia de tecnología, es inmensamente popular. Cada que le pregunto a alguien cuándo fue la última ocasión en la cual compró un CD, ese alguien me responde con un prolongado "uuuuuhhhhhhh".

6 de octubre de 2009

Más sobre en los años del botox

Con mucho mayor talento, Guillermo Sheridan escribe hoy también sobre Juanito, en El Universal.

En los años del botox


Hagamos un breve ejercicio, apelemos a la memoria: ¿Qué podemos recordar de las pasadas campañas electorales? La propuesta inenarrable: pena de muerte a los secuestradores, sí; el ingenuo y romántico slogan: siga valiente señor presidente, también; el amasiato incomprensible: Jesús Ortega y Marianita, of course. No obstante, lo más recordado debe de ser la imagen impecablemente plástica de los candidatos: en tiempos de crisis, sonreían despreocupadamente de oreja a oreja; las empresas recortaban personal, la gente recortaba sus gastos, y ellos, ellos renovaban sin empacho su clóset para mostrarse atractivos ante las cámaras; era el momento idóneo para la autocrítica y la reflexión, para el surgimiento de ideas y propuestas, pero la única preocupación de nuestros candidatos era ocultar sus defectos físicos por obra y gracia del photoshop.

La cima de esa elevada montaña de plasticidad la encontramos sin embargo después de las elecciones, la encarna un personaje que, en apariencia, no es plástico, pero que acumula una multitud de paradojas tan vasta, que lo hacen más falso que unos labios rellenos con colágeno: su partido ya no es más su partido, su triunfo nunca fue en realidad su triunfo, su supuesta enfermedad no es ninguna enfermedad, incluso, su nombre no es su nombre… sí, me estoy refiriendo a Juanito.

Rafael Acosta representa nuestra fascinación por el plástico. Si unas tetas de silicón provocan múltiples erecciones, si los plásticos glúteos de Latin Lover arrancan una enorme cantidad de suspiros femeninos, si la tarjeta de crédito afianza las relaciones amorosas con altas pretensiones económicas… Juanito llegó para develar nuestra fascinación por la política de plástico.

Desde su concepción, en un templete en Iztapalapa, su creador le advertía, aparentemente con suma sabiduría: “no te la vayas a creer”. Craso error, López Obrador no advirtió que en estos aciagos tiempos de la falsedad, uno es capaz de dejarse seducir por cualquier cirugía plástica. Como aquel personaje de una película de Almodóvar que, siendo virgen, quería convertirse en el mejor follador del mundo; Juanito voló alto, jamás tocó el piso, perdió de vista la realidad, se creyó su triunfo, el acaparar unas cuantas notas y los flashes de las cámaras fotográficas pronto lo cegaron. Se creyó también el político poderoso que nunca fue.

Si la embriaguez de Juanito es ejemplo de plasticidad, la fascinación de los seguidores de su historia lo es también. La fugaz historia de Rafael Acosta fue estruendosa, mediática, dejó a pocos indiferente ante ella, el ceniciento de la política ganó adeptos, algunos se mofaban de su ingenuidad y de su porte, pero pocos criticaron lo que Juanito representa: una clase política que no conoce los límites de su falsedad.

La mayor falsedad de esta historia no es sin embargo superficial, es profunda: el líder surgido del pueblo. Christopher Hitchens advertía en sus Cartas a un joven disidente: “Muchos rebeldes y disidentes […] actúan y hablan en nombre de las personas sin voz y no representadas. Por ‘elitista’ que sea esto […] queda no obstante santificado por la referencia que se hace del ‘pueblo’”.

Su advertencia no ha sido escuchada en este país en el que el nombre del pueblo es constantemente profanado por políticos que dicen representarlo: El recientemente electo diputado federal que dice aspirar ahora a la gubernatura porque el pueblo así se lo demanda, el servidor público con conciencia social que anuncia con bombo y platillo que donará parte de su sueldo a la plebe sumamente hambreada, el Juanito que no desperdiciaba oportunidad alguna para legitimar su causa porque se dice surgido del pueblo…

Cómico: en un país en el que nos sabemos subrepresentados, todos los políticos dicen representarnos. En los años del auge del botox, nadie más falso que ellos, los políticos que dicen encarnar y representar los designios del pueblo. Lástima que nuestros políticos carecen del atractivo que ostentan los quirúrgicos senos de Carmen Electra.

1 de octubre de 2009

¿Y nuestros moneros?


Hace un par de semanas estuve de viaje brevemente en Guadalajara, allá, me encontré con una persona que nos cuestionaba, a mis compañeros de viaje y a mí, sobre el nombre del autor de la pintura que se encuentra a la entrada de la ciudad de Aguascalientes. Saturnino Herrán, pensé mas no respondí. El curioso interrogador comenzó entonces a describir la supuesta pintura y me dí cuenta de que en realidad estaba hablando de un grabado, obra de José Guadalupe Posada, que se encuentra en la entrada sur de la ciudad: La Catrina. Debo confesar que me llamó poderosamente la atención el que el sujeto relacionara la ciudad de Aguascalientes con la obra de José Guadalupe Posada.

A raíz de este hecho reflexioné brevemente: pese a que Aguascalientes vio nacer a gente como José Guadalupe Posada y Antonio Arias Bernal, la sátira política gráfica permanece ausente en esta entidad. Quizás dos nombres no alcancen a formar una tradición, pero algo debimos aprender de ellos, y al parecer, no lo hicimos.

Hojeo con relativa frecuencia los periódicos locales, y en esas páginas, no logro encontrar la picardía de un monero que plasme con ingenio y mordacidad la noticia del día. Todo parece indicar que los moneros se extinguieron en este estado, y debido a ello, ya no existen los ilustradores de la vida pública de la entidad. Ello entristece.

Cuando leo los periódicos de circulación nacional, es siempre refrescante encontrarse a media lectura con el humor de Boligán, Jis, Magú y compañía. Sus cartones son una especie de antiácido que nos ayuda a digerir, sin problemas estomacales, nuestra precaria realidad. Las páginas de los diarios hidrocálidos no cuentan con ese antiácido, con ese cartón capaz de hacer llevadera la digestión informativa.

Más preocupante aún, es el hecho de que nuestra picardía se ha evaporada no solamente de los periódicos, sino en distintos rincones de la vida diaria: en los cruceros viales es común ver cómo los indigentes apelan únicamente al sentimentalismo, piden para una supuesta operación incosteable, para el taco diario para el estómago hambreado, o simple y sencillamente estiran la mano, pocos intentan algo más pícaro, pocos como aquel héroe, payaso de profesión, que expende saludos a diestra y siniestra, común es encontrárselo en el crucero de Héroe de Nacozari y Madero; improvisan actos ambulantes las batucadas juveniles, los vistosos breakdancers acrobáticos y el melancólico imitador vocal de José José, pero pocas veces se asoma el humor en esas manifestaciones, ya no recuerdo cuando fue la última ocasión en la cual un mimo me regalara una sonrisa; los merolicos hablan de enfermedades, profecías tétricas, religiones mágicas, remedios aún más mágicos… pocas ocasiones emplean sus dotes de oradores para amenizarnos el día contándonos un par de chistes o sátiras políticas hilarantes.

Enrique Rodríguez Varela anunciaba la semana pasada en La Jornada Aguascalientes la creación de un interesante colectivo en varias ciudades del país, entre ellas, Aguascalientes. Espero que dicha propuesta (y otras más) logre germinar en Aguascalientes, espero que logre concientizar, y espero, personalmente, que contenga altas dosis de picardía, que se coloree un poco esta ciudad tan grisácea.

En este estado hemos perdido varias cosas, parece que entre los tantos extravíos que hemos tenido se nos fue incluso nuestra picardía. Que en los periódicos locales no exista un espacio para los moneros, es un claro ejemplo de ello.