29 de agosto de 2008

Divagaciones # 2 ... las molestas páginas en blanco

Terminé de leer la revista Replicante e inmediatamente sentí cierto vacío, algo me faltaba, algo andaba mal, algo no me cuadraba... volví a revisar la portada -muy buena por cierto- y me percaté de que no recordaba haber leído el anunciado –y por mí esperado- ensayo de Naief Yehya (¿demencia?), revisé mi revista y... o sí... ¡le faltaban 16 páginas!.

Me dirijo al Sanborns presto a reclamar el desperfecto, recibo un trato afable, agarro otra revista y ¡zaz!, ¡tampoco contenía las mismas 16 páginas!, ¿qué pedo?, ¿acaso se están burlando de mí?... ya más por devoción que por otra cosa tomé otro ejemplar y... ¡por fin!, la revista íntegra y completita.

Cuando regresaba a mi casa recordé la cantidad de libros que he adquirido con hojas en blanco o faltantes -nunca me había ocurrido con una revista-: La niebla, La guerra de los mundos, Cuadernos de estudios cinematográficos 12... que enorme dolor de cabeza resultan para nosotros los lectores dichas lagunas provocadas por desperfectos de encuadernación e impresión.

28 de agosto de 2008

Musofobia


La perplejidad que se produce en el encuentro no-sexual entre un lector y una ópera prima es similar a la incertidumbre que suscita una primera cita. El escritor desconoce la publicación, y con ello, la crítica recaída directamente sobre su prosa, para el leyente la sintaxis del autor es un completo enigma, así como en el primer encuentro entre dos personas éstas suelen conocerse poco y nada.

Durante la cita suele prevalecer la explotación de las apariencias, el hombre y la mujer, en sus desesperados intentos por agradar y conquistar, buscan lucir encantadores e interesantes, ocultan sus imperfecciones y exponen al máximo sus cualidades, se describen cortesanamente a sí mismos, hablan de sus glorias y cuentan con osadía sus bloopers más cómicos.

Musofobia de Jorge Harmodio padece del síndrome de la primera cita, no narra una historia, se narra a sí mismo; no nos cuenta todo de él, nos cuenta apenas sus anécdotas más jocosas; no nos dice como piensa, nos dice como actúa... el afán del autor por agradar se percibe desde la (des)estructura que emplea: La escritura light y apresurada que recuerda las formas de un blog copula con algunos cuantos cuentos sueltos.

Como cualquier galante conquistador, Harmodio pretende encontrar la acreditación de sus lectores satisfaciéndolos con su presumiblemente hilarante humor, pero su cinismo es demasiado chato, sus ironías pocas veces dan en el blanco y el lenguaje citadino termina rayando en lo banal: "preguntas financieras que respondo sin lucidez porque me estoy meando", en suma, su novela navega a la deriva y termina encallando en el vacío.

Y... ¿De qué trata Musofobia? De un aspirante a novelista, quien ha sufrido el abandono de su amante, desde ahora ex.coamante, quedando así condenado a consolarse con la frígida acompañante que es la melancolía, se mantiene económicamente arreglando computadoras, egocéntricamente escribiendo en su blog y sentimentalmente citándose con cuanta mujer tenga oportunidad (no tiene muchas en realidad). Ninguna novedad hay en el argumento y escasas satisfacciones brinda la novela en general, un par de cuentos me han gustado, finalizada la lectura infiero que hubiese preferido que Musofobia fuese un libro de cuentos de Harmodio.

26 de agosto de 2008

Más sobre impunidad en tercera persona

El fin de semana veía por ¿segunda?, ¿tercera?, ¿cuarta ocasión?, Tres colores: Rojo. En una secuencia Valentine (la mamaza de Irène Jacob) sale corriendo de la casa del juez para decirle a uno de sus vecinos que éste espía sus conversaciones telefónicas -el vecino en cuestión está sosteniendo una charla telefónica con su amante-. Al llegar se percata de que la hija de éste también está espiando la conversación en otro auricular, y desiste en su intento por denunciar el delito, se ha dado cuenta de que la impunidad impera en todos.

Impunidad en tercera persona


Amas de casa, analistas, autoridades, comerciantes, periodistas... todos coinciden en que el problema de la inseguridad deviene de la impunidad, de la impunidad del otro, nadie acepta su ilegalidad, pero todos apuntalan la del prójimo.

Reconocemos el problema, pero no lo reconocemos como propio, el mal nos aqueja pero no nos concierne, no nos corresponde resolverlo porque no es nuestro, es del vecino, del diputado, del policía, de los burócratas...

La realidad, sin embargo, nos demuestra que la impunidad se encuentra en todos los estratos de nuestra sociedad: Desde el chavo sinvergüenza que impúdicamente se pasa el alto para quedar bien con la chaviza que atiborra su automóvil, quienes a su vez, celebran la hazaña como si se tratase de un acto heroico; pasando por la ama de casa que cree que hacer fila en el supermercado es para la naquiza, no para ella, y su cuela en la hilera a ley de sus pantaletas; hasta el señor que no devuelve el cambio que de más le ha dado la analfabeta vendedora de gorditas.

La impunidad nos atañe a todos, para combatirla no se requiere de un acto de denuncia, sino de renuncia, lograr que sea una excepción, no una constante, la impunidad tiene que ser percibida como algo anómalo, debe de causar indigestión, los dedos que la señalen acusatoriamente deben ser directos y firmes, no naufragar en un océano de impunidades diarias, ello solo se logrará erradicándola de la primera persona, del yo.

En nuestro país, contagiado por niveles de impunidad sumamente asfixiantes, los ciudadanos parecemos personajes paridos por la prosa de Guillermo Fadanelli, conocemos y describimos los horrores del mundo que nos rodea, pero a sabiendas de que la realidad es tan aplastante decidimos optar por la pasividad, el país está jodidísimo y jamás podremos cambiarlo ¿Para qué hacer algo al respecto?.

Erradicar la impunidad debe ser un acto personal, según la idiosincrasia del mexicano las leyes no deben leerse ni mucho menos acatarse, algún maldito cromosoma es el culpable de que nuestro desdén por las normas sea hereditario e irradicable, por nuestro torrente sanguíneo fluye a borbotones la impunidad, éste cáncer solo podrá eliminarse cuando cada persona se haga responsable de suprimir los muy pesados gramos de ilegalidad que carga en su diario actuar, se debe reconocer y combatir éste mal a nivel personal, ya después nos ocuparemos de culpar a terceras personas.

25 de agosto de 2008

Sobre el deporte en México

Interesante la columna de José Antonio Crespo publicada hoy en Excélsior, titulada Deporte nacional: espejo social. En ella dice: "Que en cada Olimpiada concluyamos que estamos por debajo de nuestra capacidad potencial refleja que hay vicios incrustados como un lastre en el deporte nacional, pero que son reflejo de la estructura social en su conjunto, como la corrupción administrativa, el influyentismo, la inercia institucional, la falta de incentivos y de oportunidades. Por ejemplo, la desorganización y la improvisación propias de nuestra identidad nacional se reflejaron en el asunto de los uniformes mal hechos o en la falta de cuidado en la dieta justo una noche antes de la competencia. Claro, siempre existe la posibilidad de que, pese a todo, algunos atletas escapen a esa pauta y logren destacar, pero constituyen la excepción a la norma. Y su endiosamiento mediático no hace sino reflejar de nuevo el bajo nivel de nuestro deporte ... Somos una sociedad en la que los diversos satisfactores se distribuyen menos por el talento, la superación y el esfuerzo personal, y más por el origen económico, el influyentismo, los compadrazgos y las triquiñuelas".

21 de agosto de 2008

Una crónica de la impotencia


El jueves pasado conducía de noche rumbo a la casa de uno de mis mejores amigos, el panorama era indistinto al del resto de los múltiples agostos que he vivido en Aguascalientes: Una lluvia incesante que, hasta eso, ya-no-se-estanca tanto en el maltrecho asfalto citadino y el fervor por la romería que se manifiesta en moles sobre ruedas embellecidas con múltiples globos albicelestes e innumerables claxonazos que impiden la posibilidad de conciliar el sueño en multitud de hogares.

Arribé con cierta anticipación, algo inusual en mí, el carromato de mi camarada no se encontraba aparcado en la cochera por lo que decidí esperarlo en el garaje, ciertamente, no era del todo temprano por lo que no quise tocar el timbre temiendo despertar infructuosamente a sus padres. Decidí hablarle por celular para preguntarle en cuanto tiempo arribaría y tener con ello la sapiencia de cuan tortuosa sería mi espera, pero el murmullo de nuestra conversación, que yo creía moderado en cuento a volumen, hizo que su padre me abriera inesperadamente la puerta de su casa.

Pasé, nos saludamos cordialmente pero de inmediato noté que con una angustia inusual el papá de mi amigo me preguntaba: “¿Cómo me encontraba?”, como es costumbre en mí, le dije que bien, quizás no me encontraba del todo bien pero nunca me ha gustado afligir al prójimo con mis insignificantes conflictos personales, poco después me cuestionaba: “¿Cómo me iba con la inseguridad?”, -dicha pregunta se está volviendo ya obligatoria entre nosotros-, le dije que en lo personal no me había ocurrido nada pero resalté, intentando mostrarme interesado, que en días pasados se había descubierto un supuesto laboratorio de narcóticos muy cerca de mi casa.

El papá de mi amigo, algo estremecido, me decía que era realmente preocupante lo que estaba ocurriendo en la ciudad, con el rostro un tanto descompuesto, pose extremadamente desalineada y voz sumamente compungida me platicó dos desagradables anécdotas que le tocó vivir en carne propia:

La primera: Le robaron su bicicleta, la cual acostumbraba dejar a las afueras de su hogar, que el fraccionamiento en el cual habita sea cerrado y cuente con un vigilante a la entrada de éste no sirvió de nada, el custodio, obviamente incapacitado, fue fácilmente burlado por el ladrón, obviamente capacitado, bastó con que el ampón le dijera que la bici le había sido prestada para que lo dejara irse literalmente sobre ruedas.

La segunda: Un viernes por la tarde acudió a su casa para saciar su apetito vespertino, estaba solo, su esposa trabajaba, mi amigo hacía lo propio y su otro hijo se había ido de campamento con unos cuates, la placentera merienda fue de súbito interrumpida por una misteriosa llamada telefónica que a continuación transcribo falazmente: “Bueno”, “bueno, se encuentra el señor Fulano De Tal”, “sí, él habla”, “usted vive en ... y trabaja en ...”, “así es”, “mire, yo soy el comandante perengano, ¡soy miembro de ‘Los Zetas’! y le hablamos porque le vamos a pedir una obligatoria y dadivosa cooperación monetaria para la causa”, “pero yo no tengo dinero”, “usted Fulano De Tal, ¡no se haga pendejo ni quiera hacernos pendejos a nosotros!, ¡sabemos todo de usted!, no le conviene ponerse difícil con nosotros”, “pero usted no me comprende, yo no tengo de donde sacar dinero para dárselos a ustedes”, “mire, vamos a hablarle dentro de quince minutos y esperemos, por su bien, que haya cambiado de opinión”.

El papá de mi amigo salió de su casa pues dentro de ésta se sintió sumamente inseguro, le pidió ayuda a uno de sus vecinos para poder localizar telefónicamente a su familia temiendo que su teléfono estuviese intervenido, paranoia ilustrativa de nuestros tiempos paranoicos, ubicó a su esposa y a mi amigo, al otro de sus hijos le fue imposible localizarlo, su preocupación aumentó, pensó en lo peor, quizás lo habían secuestrado. Su vecino, más calmado, intentó serenarlo, muy probablemente no pudo localizar a su hijo porque su celular se encontraba fuera del área de servicio, después de todo, éste se encontraba de campamento, por lo que le sugirió que le hablara a alguna de las familias cuyos hijos acompañaron al suyo al campamento para preguntarles por éste, pero sin alterarlos, eso hizo y pudo comprobar que habían partido después de que recibió la misteriosa llamada... por fin, un poco de calma cobijaba en su médula ósea.

Más tarde fue a ver a su esposa, después acudió a levantar una denuncia, le dijeron que muy probablemente se trataba de una extorsión telefónica, bastante comunes y bastante impunes, lo confirmó en posteriores conversaciones con amigos suyos en las cuales pudo percatarse de no haber sido el primero que experimenta este tipo de extorsiones, me preguntaba porque nadie se explaya al respecto, porque nadie manifestaba sus vivencias personales y su impotencia... yo aquí narro su impotencia por medio de esta pequeña crónica.

20 de agosto de 2008

Las enseñanzas de mamá # 2 ... creer en un mexicano

Ayer por la noche mi mamá y yo veíamos las Olimpiadas, algo común entre nosotros, disfrutamos juntos del cualquier espectáculo deportivo que no sea el fútbol... a últimas fechas he leído paupérrimos artículos que no-sé-con-que-afán (¿acaso dejos de superioridad?) menosprecian las Olimpiadas... pero nosotros las gozamos a plenitud.

Veíamos ayer como el taekwandoín Guillermo Pérez ganaba con dificultades su primer combate (octavos de final, tengo entendido), el próximo combate sería a las dos de la mañana, ¿lo vemos?, ¿lo apoyamos?, "no, para que pierda" o algo parecido masculló mi mamá, nos fuimos a nuestras respectivas camas sin ninguna medalla imaginaria colgando de nuestros cuellos... por la mañana, los gritos de mi mamá iluminan la casa, la cuadra y quizás hasta el vecindario entero, "¡Oro para México!, ¡Oro para México!".

Los mexicanos hemos sufrido tantas derrotas, tan bochornosas, tan dolorosas y tan frecuentes, que hemos dejado de creer en nosotros mismos.

Divagaciones # 1 ... adjetivarse

Guillermo Ravaschino inicia su crítica de Un condenado a muerte se escapa así: "Un condenado a muerte se escapa debe ser el film cuya trama cabe más cómodamente en su título.".

Con Déficit, ópera prima de Gael García Bernal, ocurre algo similar, es una cinta que perfectamente puede adjetivarse con su título: Déficit es deficiente.

No es la primera vez que el cine mexicano intenta plasmar (deficientemente) la tremenda desigualdad de nuestras clases sociales mediante el relajo: El llanto de la tortuga, Fin de fiesta y con mayor fortuna Los caifanes, son ejemplo de ello... yo sigo esperando al valiente que adapte Se está haciendo tarde de José Agustín.

18 de agosto de 2008

Roman sopla 75 velitas...


Roman Polanski, quien es medianamente famoso gracias a su vida plagada de desgracias: Su difunta esposa (Sharon Tate) murió apuñalada a mano de uno de los compinches del mítico Charles Manson, su célebre imposibilidad para pisar suelo norteamericano ya que está acusado de haber violado a una jovencita... ese señor Polanski cumple hoy 75 años y es un director cinematográfico extraordinario: Explorador de la psicología cinematográfica como pocos, creador de atmósferas asfixiantes, experimentador en diversos géneros, creador de personajes emblemáticos...

Celebro a Roman Polanski, uno de mis directores cinematográficos predilectos, que ha filmado algunas de las mejores películas que vi en mi vida... en la semana prometo explayarme sobre su mejor cinta: Repulsión, y con ello, intentar hablar sobre el propio Polanski... haber si lo logro.

15 de agosto de 2008

Las enseñanzas de mamá # 1 ... no crezcas, que empequeñezcan

En estos tiempos de Juegos Olímpicos, he notado un común denominador en mi mamá, quiere siempre que a gringos y a gringas les vaya mal, muy mal... entre peor para ellos, mejor para nosotros. Hace un par de días, una gimnasta gringa cayó de la viga de equilibrio cuando apenas comenzaba su ejercicio, mi mamá festejó con gallarda algarabía lo ocurrido. ¿Por qué mi mamá desea que a los gringos les vaya mal? Porque mi mamá sabe muy bien que los mexicanos no somos dados ni a progresar ni a esforzarnos, para que las diferencias entre los mexicanos y nuestros poderosos vecinos del norte se disipen, resulta más factible que ellos empequeñezcan a que nosotros crezcamos.

Mi mamá no es la única persona que así piensa y actúa, Marcelino Perelló publicaba algo parecido en Excélsior. Ojalá se titulaba su artículo: "Los chinos se van chingando a los gringos. Y me da mucho gusto.".

12 de agosto de 2008

De la impotencia al irraciocinio


Leía la semana pasada, con cierta aflicción, el artículo que semanalmente escribe Sara Sefchovich para El Universal, titulado en aquella ocasión como: La pena de muerte. En él decía: "Los que están en contra de la pena capital sostienen argumentos diversos, de corte religioso (la sociedad no tiene derecho a quitar la vida de un ser humano), ético (la justicia no se logra con la venganza), sicológico (la violencia genera más violencia), jurídico (las legislaciones modernas se sustentan en la reeducación y no en el castigo), o por considerar que es una barbarie y nosotros ya vivimos en un mundo civilizado ... En la situación de México hoy, hay casos que del estómago me brota una indignación enorme y pienso que la pena de muerte es apenas justa, como cuando un sujeto mutila, lastima, viola o le quita la vida a un niño, joven o viejo, trabajador, empresario o profesionista, hombre o mujer. El asesinato de Fernando Martí, de 14 años de edad, como otros anteriores, no me lleva a pensar en las cuestiones para estar en contra, sino a preguntarme con qué derecho alguien que hizo eso, sin considerar lo ético y lo justo, lo digno y lo humano, lo correcto y lo civilizado, puede ahora exigir que tengan hacia él esas consideraciones.".

La postura adoptada por la escritora no es excepcional, por el contrario, se ha ido generalizando día con día, va ganando múltiples adeptos y ya se ha puesto sobre la virtual mesa de debate nacional a raíz del asesinato de Fernando Martí. La indignación nos ha puesto coléricos, exigimos medidas drásticas, ¡que comiencen a rodar las cabezas de los delincuentes en la plaza pública!.

Sin embargo, noto que esa impresión de indignación es un esmalte que recubre otro sentimiento: El de la impotencia. Nos sentimos indefensos ante la inseguridad que priva en el país, parece no haber resquicios que alberguen esperanzas, no encontramos respuestas a nuestras peticiones, por el contrario, nuestros problemas se multiplican y se acrecientan, la desesperación nos tiene completamente sometidos.

La impotencia nos está haciendo perder el piso, no solo están las víctimas físicas de la inseguridad, existen también múltiples víctimas psicológicas, el miedo y la sospecha se apoderan de nuestros pensamientos. Desconfiamos, cualquier extraño se convierte al instante en un inminente sospechoso, en cualquier sitio se puede perpetrar un nuevo atraco.

El agobio nos vuelve irracionales, no exigimos soluciones prácticas, demandamos remedios prestos que logren desahogarnos, no queremos justicia, clamamos por venganza, quien atenta contra una vida no merece misericordia alguna, hay que dar muerte al que ha matado, no hay cabida para reparar las disfunciones, debe de eliminárseles.

Las voces se multiplican: Ya opina allá algún diputado a favor de la pena de muerte, acá una ama de casa exige que se castigue capitalmente a los culpables, en diversos foros de discusión aparecen diariamente nuevos partidarios de la pena de muerte: Solidaridad con las víctimas, rigor con los victimarios.

El caso de Sara Sefchovich, escritora que se caracteriza por sus claras reflexiones, es un ejemplo muy ilustrativo de las deplorables condiciones en las que se encuentra nuestro estado de ánimo: Una eterna opositora de la pena capital quien, desgarrada hasta las entrañas por los altos índices de violencia que se viven en el país, da la espalda a sus idearios, exige nulas consideraciones para quien no las tuvo en su momento, conoce las deficiencias y las debilidades de la pena capital de muerte pero se desentiende de ellas, las vísceras pueden más que los sesos, la impotencia le nubla su comprobada capacidad de raciocinio.

Avasallados porque no encontramos las respuestas que logren disminuir los altos índices de criminalidad, buscamos eficiencia apelando a decisiones drásticas, no importa su escasa funcionalidad, importa el impacto, a fin de cuentas, lo que necesitamos es una porra mediática y sanguinaria que levanten el estado de ánimo de la nación.

La violencia solo genera más violencia, estoy convencido de ello. La cinematografía oriental, especialmente la japonesa, ha explorado y ensayado sobre la violencia como pocas manifestaciones artísticas en los últimos años, una película, Ichi The Killer, es el ejemplo perfecto: Ichi es un personaje que hastiado por la violencia, emplea ésta para combatir el crimen, su guerra no tiene final y terminará convirtiéndose en el personaje más violento del film. Si el estado y la sociedad se deciden a combatir la delincuencia con condenas violentas, pronto nos veremos reflejados en el rostro de aquello contra lo que luchamos.

4 de agosto de 2008

La amistad ampliamente recompensada


Por estas fechas, en diversos países: Argentina, Estados Unidos, Paraguay... se celebra el denominado: "Día del amigo". En México, a la conmemoración de la amistad no se le ha asignado fecha alguna.

¡Cruel ironía!. El país en el cual, según Octavio Paz: "el solitario mexicano ama las fiestas", no se festeja ni pública, ni oficialmente a la amistad.

La anécdota podrá resultar menor para la basta mayoría: Por un lado, suele afirmarse que los mexicanos (aunque usualmente sin datos concretos) somos una raza perezosa, poseedores de un calendario colmado con festividades y asuetos; por el otro, el país se encuentra supuestamente cimbrado por affairs tales como: El petróleo, el chapopote, las consultas y los gasolinazos... ¿Por qué ocuparnos de una celebración tan nimia?, ¿A quién le puede importar la amistad en estos días de combate?.

A mí, seguro estoy que al igual que a la gran mayoría de los mexicanos, verdaderamente me importa la amistad. La disolución de la familia tradicional y la transformación del urbanismo citadino que se dio el siglo pasado, motivó a que los flujos de la convivencia posmoderna giren mayoritariamente entorno a la amistad.

Hoy en día la amistad es una necesidad social para todo aquel que no quiera estar condenado al aislamiento y a la soledad, pero es sobretodo una cualidad humana, la retroactividad, tan difícil de encontrar en los tiempos actuales, se otorga y se recibe sin necesidad alguna de sacrificios en el ritual de la amistad.

Ser amigo es un compromiso placentero: Compromiso porque la camaradería infiere un deber, se pacta un acuerdo no escrito, el amigo adquiere obligaciones tácitas, escucha y aconseja, habla y entretiene, actúa sin recibir recompensas, calla sin otorgar; pero la amistad es también un placer intangible e infinito, no provocará orgasmos, pero las risas, los abrazos, las lágrimas, las anécdotas y la satisfacción de saber la importancia que se tiene para alguien en algún rincón de este mundo es una recompensa impagable.

La amistad concede trascendencia en un mundo donde la insignificancia atosiga al ser humano, en el que la persona común vive en una monotonía improductiva para el prójimo y apenas productiva para sí mismo, en el resquicio de la camaradería se encuentran atisbos de trascendencia, la mejor recompensa de ser amigo es dejar huella en el prójimo quien nos paga con la misma moneda, otorgándonos su amistad.

Que en México no se celebre el "Día del amigo" podrá ser un acontecimiento menor, pero no por ello desairable, plantearnos la posibilidad de conmemorar la amistad no debería de obsesionarnos, pero tampoco nos correspondería desatenderlo. La camaradería es uno de los escasos valores gratificantes en las sociedades contemporáneas, opacada eternamente por la vitalidad idílica que ocupa el amor en las relaciones interpersonales, deberá de llegar pronto el momento en el cual reconozcamos el verdadero valor de la amistad.