31 de diciembre de 2009

No callarás


Alguna ocasión, estando presente en una cabina de radio, fui testigo de cómo una compañera le reclamaba a otro su perpetuo silencio ante el micrófono, sus palabras no-tan-textuales fueron las siguientes: “¿Sabes cual es el peor ruido en la radio? … el silencio”.

Aquella frase, pese a su estirpe espontánea, sintetiza perfectamente la más cruenta tragedia que puede acaecer sobre un medio de comunicación o un comunicólogo: el silencio. Silenciar conlleva a la incomunicación, a la ausencia de un mensaje. Sin voz, medios y comunicólogos se vuelven estériles.

Poner en tela de juicio la importancia de los mass media en las sociedades contemporáneas es una auténtica necedad, basta con prestarle atención a unas cuantas conversaciones para ser testigos del arraigo (sí, hasta las meritas raíces) que éstos tienen en nuestras vidas. A diario, y en todos los rincones imaginables, surgen conversaciones sobre series televisivas, noticias, películas, dizque celebridades…

Debido a esa importancia, se vuelve imprescindible conocer no solamente los mensajes que se transmiten a través de los mass media, sino también, la vida al interior ellos: ¿quiénes y cómo dirigen aquel medio?, ¿cómo obtuvieron la concesión?, ¿qué intereses representan?, ¿cuánto dinero reciben por el pago de espacios publicitarios que les compran diversas instancias gubernamentales?...

Importa lo que acontece al interior de los medios de comunicación porque repercutirá invariablemente en los mensajes que se transmitirán a través de ellos. Es condenable que surja el silencio en los mass media, pero tanto o más lo es cuando este silencio es impuesto por terceros, el cobarde acto de acallar, algo que atestiguamos en estas tierras recientemente. Si los medios de comunicación ayudan a las sociedades a construir una visión más amplia de la que se obtiene mediante nuestros muy limitados sentidos, las voces de esos medios deberían ser lo más plurales posibles.

Paradójico, el que un gobierno acalle con facilidad las voces no alineadas con su discurso es un claro indicio de su desmedido poder, pero es también, una impecable narración de su innegable debilidad. Solo los débiles le temen a la crítica, pues son concientes de que aquella realidad ficticia que tanto pregonan se sostiene en muy débiles cimientos.

En esta historia, sin embargo, no debemos olvidar dos débiles eslabones: los medios de comunicación locales y la sociedad.

El ejemplo perfecto de la debilidad de los mass media en el ámbito local son las patéticas entrevistas que se exhiben –y de pasada, los exhibe- en ellos. Exhibida recientemente en la muestra internacional de cine, El Divo contiene una escena fascinante: el (creo) director del periódico opositor plantea una cruenta y extensa pregunta, un recorrido que abarca la totalidad de los crímenes que se le imputan a aquel político en apariencia intocable; la réplica del audaz político es contundente, un añejo pero no olvidado pago de favores le hará ver al periodista las cosas desde otro contexto. Otro nivel tanto de comunicadores como de políticos.

En las entrevistas locales al político le bastará con un “no” contundentemente sustentado en su palabra de político para evadir cualquier culpa, el entrevistador se conformará con ello y evadirá cualquier tema escandaloso en lo posible, el resto de la entrevista será un pedestal que servirá exclusivamente para promover la imagen personal de su entrevistado.

El eslabón más débil, como suele suceder, somos los de la sociedad. Coartada la pluralidad por un gobierno acallador, y en otras ocasiones por la falta de profesionalización de los comunicadores. En las (des)provincias, al parecer, estamos condenados a la desinformación.

29 de diciembre de 2009

Las cenizas del padre de mi amigo

Como todo ser humano que se precie de serlo, fantaseo en demasía (y no solo sexualmente), en mi mente cojo, como y viajo a donde me plazca, pese a ello, jamás llegue a imaginarme velando el cuerpo de un conocido la mismísima noche de navidad, como por desgracia me ocurrió la semana pasada.

¿Qué pasó? Falleció el padre de un gran amigo, el cáncer lo apagó, aquel señor que en nuestra tierna infancia acudía a ver como jugábamos fútbol con más ilusiones que talento, aquel señor que animaba a su hijo desde la banda llamándole “Pelé”, nos dejó.

Los amigos acudimos la madrugada del 25 de Diciembre a acompañar a nuestro amigo y a despedirnos de su padre, no obstante, fue hasta el sábado por la noche, bebiendo y platicando con un primo de mi amigo cuando pude dilucidar la imagen que recordaré del padre de mi amigo. Sucede a menudo, convivimos a diario o con relativa frecuencia con personas que, pese a su cercanía, nos son difíciles de resumir en una sola palabra o frase.

Recordaré de él los días en los que éramos invitados a comer a su casa, en aquel acogedor jardín se reunían sus familiares pero siempre nos hicieron un lugar a nosotros, simples amigos. Don Alfredo llegaba y nos saludaba, nos atendía, fue siempre un extraordinario anfitrión, pero no solo eso, de vez en cuando se daba tiempo para platicar con nosotros y resaltar sutilmente algunas de nuestras cualidades. Eso recordaré de él, más allá de la compañía, veía en la amistad un conjunto de cualidades.

Coincidencia o no, en el velorio y en la misa de cuerpo presente nos despedimos por último, en ambas ocasiones, de “chelis”, el abuelo de mi amigo. La primera ocasión nos pidió que cuidáramos a su muchacho, la segunda, optó por contarnos un chiste. El cuidado y la alegría, dos de las grandes cualidades de una buena amistad, cualidades que sin duda apreciaba Don Alfredo.

En el último viaje que hice a la ciudad de México tenía en mente comprarme un libro: Las cenizas de mi padre de Claudio Issac. No lo compré, y hoy me arrepiento de ello.

22 de diciembre de 2009

Beto Béjar y "el Güero" Juárez

Durante el octavo semestre de la carrera, un grupo de compañeros y yo realizamos un muy humilde cortometraje, tan humilde, que no teníamos dinero para pagarle a los actores, quizás por ello, una de nuestras más grandes dificultades fue precisamente la de encontrar un par de actores que protagonizaran nuestro trabajo. En aquella búsqueda nos topamos con Beto Béjar y "el Güero" Juárez, quienes con toda la disposición del mundo aceptaron colaborar a cambio de algo más que un par de comidas calientes: tres comidas calientes, en dos ocasiones pizzas y otra más barbacoa.

Ambos acaban de ser despachados de uno de sus tantos trabajos por no seguir la línea que dicta Lady Macbeth, se han convertido en un claro ejemplo de los limitados márgenes que se le otorga a la libertad de expresión en ésta entidad federativa (que al parecer, no es la única que cojea de este pie). Triste, mientras existen en las calles una multitud de reporteros que en la intimidad del facebook andan amigeando con multitud de actores políticos -me pregunto: ¿qué objetividad podremos esperar de ellos?-, quienes demuestran una mínima independencia son despachados.

Hoy se publica una carta de Béjar y Juárez en La Jornada Aguascalientes. Pueden leerla por acá.

16 de diciembre de 2009

¿Y tu nieve?


Recuerdo aquella jornada muy vagamente. Aquel histórico día acudimos mi familia y yo a visitar a la Virgen de Guadalupe en su día, el frío era cruel con los feligreses, exhalábamos vapor mientras nuestras narices y pómulos se congelaban al estar en contacto con aquel aire tan gélido.

Era de noche, para evitar lidiar una dispar batalla contra las inclemencias del clima urdimos un plan familiar: nos turnaríamos, mi padre y mi hermana irían al templo mientras mi madre y yo les esperábamos (y nos resguardábamos) en el coche, cuando ellos regresaran, cambiaríamos los papeles.

Así lo hicimos, en nuestros andares paralelos ambas parejas realizamos una parada estratégica: nos detuvimos con un vendedor ambulante que ofertaba bufandas, gorros y guantes, creo que aquel anónimo comerciante jamás realizó tantas ventas en su vida como aquella noche glacial, la virgen le hizo el milagro, pues no fuimos pocos quienes pretendimos combatir el clima con un par de harapos.

Culminada la visita, decidimos retornar a casa. En el trayecto únicamente nos detuvimos para repostar combustible, no sabiendo que ahí ocurriría una premonición a la que desgraciadamente no le prestamos la atención requerida: un anónimo despachador, perfectamente arropado, nos hizo un curioso comentario: nos dijo que el agua con la cual limpiaba los parabrisas de los coches se había congelado, incluso, llegó a enseñarnos la cubeta con el líquido escarchado como prueba fehaciente de sus palabras … y de la tormenta que se avecinaba. Su comentario provocó estupor y sorpresa entre nosotros, pero no pasó de ahí, pues la mayor prueba del cruento frío que hacía aquella noche, la sentíamos en carne propia penetrándonos hasta el tuétano.

Llegamos finalmente a casa, el boom de la televisión por cable aún no arribaba a nuestro hogar, por lo que, al ser el teletón la única oferta viable por televisión aquella noche, opté mejor por recostarme en la cama.

Minutos después recibiríamos en casa una llamada telefónica a deshoras, contestó mi padre, quien inmediatamente después llamó a la puerta. Era mi tío, quien desde Tijuana, nos avisaba que estaba nevando en Aguascalientes.

Incrédulos y jubilosos, salimos a recorrer las calles de la ciudad y ser testigos de la nevada … en coche –nunca comprenderé porque no salimos caminando-. Recorrimos sigilosamente algunas avenidas, el paisaje nevado era bellísimo. Tiempo después regresamos a casa y estuvimos un breve rato en la cochera, entonces mi padre hizo con la nieve un minúsculo mono de nieve sobre el cofre de la camioneta, tras ello, nos fuimos a dormir porque teníamos que trabajar al día siguiente.

Salimos de viaje de madrugada, en la familia pasábamos por premuras económicas y trabajábamos los fines de semana en otra ciudad, teníamos allá un negocio y habíamos de atenderlo, dejamos (resignados) a nuestras espaldas la estampa de una ciudad insólitamente nevada, postal que difícilmente vamos a poder volver a ver en vida. Durante el trayecto, me imaginé a aquel despachador de la gasolinera, feliz por poder tener entre sus manos, ya no agua congelada, sino nieve. Me arrepiento de no haber tocado la nieve con mis manos, de no poder andar y derrapar en bicicleta por las calles congeladas, de no haberme tomado una foto en tan insólito paisaje… recuerdo muy vagamente lo ocurrido hace ya doce años. Las noticias provenientes de Copenhague no son alentadoras, si en los tiempos del calentamiento global le pidiera a la madre naturaleza una nueva nevada, ésta seguramente me replicaría: “¿Y tu nieve, de qué la quieres tomasin?”.

10 de diciembre de 2009

Trono de sangre


Es prácticamente imposible pasarlo por alto, cualquier ciudadano mínimamente observador es asfixiado desde ahora por la presencia de vestigios de las elecciones para suceder gobernador, alcaldes y demás gusgueras de elección popular en el estado de Aguascalientes. Las elecciones se encuentran a la vuelta del próximo año (y el presente, pronto acabará).

Los síntomas son variopintos: se puede chismear sobre los aspirantes que salen frecuentemente retratados en las páginas de las revistas del corazón –si es ese su modo de hacer política, ¡imagínense como nos gobernarán!-, quien se sentó junto a quien en el palco de otro quien en la magna corrida de toros, quien adornó la ciudad con espectaculares que (como pretexto) anuncian la presentación de un libro de su autoría, quien ha forrado los taxis de la ciudad con calcomanías que llevan su nombre…

La batalla por el poder, aquello que el cineasta Akira Kurosawa definió en imágenes como el Trono de sangre, se ha desatado. Ahora es cuando el verdadero rostro de los políticos sale a relucir: el rostro de su ambición.

Las precampañas son sin duda alguna el desfile de modas de la ambición, la mayoría de los modelos tropezarán y caerán abruptamente de la pasarela, el prêt-à-porter (la grilla) podrá lucirlo cualquiera, es un utensilio de uso diario, pero las elecciones, sobretodo la elección para elegir al próximo gobernador, es una pasarela destinada en exclusiva a la Haute Couture. Son demasiados los nombres de quienes aspiran a ocupar los tan escasos espacios existentes en la boleta electoral.

He ahí el discreto encanto de las precampañas, mientras las campañas se hacen de frente, dándole la cara a la cámara, al público, y, por lo mismo, se cubren estilísticamente tras máscaras e hipocresías; en las precampañas las imperfecciones no se cubren con maquillaje, salen a relucir, su cierta clandestinidad les otorga este dejo de libertad, es por ello que en ellas podemos descubrir el verdadero rostro de ciertos políticos, facetas que nunca descubriríamos en las campañas: alianzas por conveniencia, artimañas, egos, relaciones peligrosas, traiciones, y sobretodo, desmedidas ambiciones.

Nada más representativo de esta desmedida ambición que el actuar de nuestro Lady Macbeth, quien ahora sin aparente disimulo, y contra viento y marea, pretende heredarle el trono a su hijo político, su misión en lo que resta de su sexenio parece no ser otra que la de mantener el control del poder legándoselo a su vástago. ¿Fiel reflejo de su sexenio?, quien no opta ahora porque sea la democracia, sino su imposición, la que dicte el futuro del Trono de sangre, sería lógico pensar que jamás gobernó por los ciudadanos (por la democracia), sino únicamente para lograr la imposición de sus designios.

La contienda pronto comenzará de manera oficial: escucharemos discursos muy parecidos a los jingles radiofónicos que, más que definir, indefinen; se firmarán promesas ante notarios que bien pronto se archivarán, y por ende, olvidarán; den por sentado que ningún candidato logrará plasmar una visión del futuro que quiere para nuestro estado –“Yo veo un Aguascalientes…”-, y eso sí, no lo duden ni tantito, nos encontraremos con hartas plásticas sonrisas, y entonces, comprenderemos la sabiduría shakesperiana: “Hay sonrisas que hieren como puñales”.

9 de diciembre de 2009

Parque vía

Leo en el blog del simpático crítico cinematográfico Ernesto Díezmartinez una interesante clasificación de Abbas Kiarostami: las generaciones de cineastas. Tras ver Parque vía, da gusto descubrir que todavía existen en el rancho cineastas de la segunda generación según Kiarostami.

Tomo prestada una palabra de la sinopsis de la película: confinamiento. Es ese el gran tema de la película, no se hable más. Leí por ahí algunas críticas europeas que dicen que la película habla sobre las clases sociales… como sabido es que los críticos europeos se la jalan demasiado y que están obsesionados con ver tercermundismo en cualquier película proveniente del tercer mundo, no les hagan demasiado caso.

Al grano: Beto ha habitado por años una enorme casa que está a la venta, propiedad de una viuda y acaudalada señora. Todo este tiempo -el dato exacto será develado a media película y usted probablemente se consternará al escucharlo- el único oficio de Beto ha sido el de cuidar y darle mantenimiento a aquella faraónica propiedad, debido al largo periodo de tiempo que en ella (y solo) ha habitado, ha llegado a establecer un extraño vínculo con aquella casa: se ha acostumbrado a habitarla. Sabe que no es suya y respeta ese hecho (duerme y hace el amor en el cuarto de la servidumbre pese a poder disponer de cualquier rincón de la morada), pero sabe también que ahí, bañándose a jicarazos, leyendo prensa sensacionalista y viendo Primer impacto, se siente como en casa, ahí es feliz.

Sus vidas, sin embargo, cambiarán cuando la casa finalmente se vende. Beto deberá desprenderse de su confinamiento; la acaudalada señora, de su posesión, al parecer, el único recuerdo que guarda de su anterior vida conyugal. No les será fácil.

La vida diaria, en apariencia tan ajetreada, nos tiene confinados. Estamos atados a las rutinas: largas jornadas de trabajo que pocas veces varían en cuanto a su ejecución, a embriagarnos en los bares de siempre con las bebidas de siempre, a dominguera en casa viendo el partido de fútbol del equipo al cual se ha apoyado toda la vida, a recorrer la ruta de siempre en el transporte público o en coche, e incluso, a las personas que amamos (“no puedo vivir sin ti”). Ese es el gran tema de Parque vía: las férreas ataduras que vamos tejiendo a lo largo de nuestras vidas, ataduras de las cuales, difícilmente podemos desprendernos.

Una escena resumen perfectamente este hecho: el gélido abrazo entre Beto y la señora, han perdido aquella mansión tan simbólica para ambos, y no encuentran el modo de sortear dicha perdida, el gélido abrazo en realidad, no les sirve de consuelo, quizás por ello se separan a la brevedad. Es fácil compartir alegrías pero difícil compartir el dolor.

A todos nos duele el desprendernos de la rutina, de aquello que por momentos quizás pueda resultarnos fatigante y tedioso, pero que en el fondo, es agradable y necesario -y de lo cual, si logramos despendernos satisfactoriamente, albergaremos por siempre gratos recuerdos en la memoria-: cepillarse los dientes por las noches, frecuentar los fines de semana a las amistades de toda la vida, sacar la quincena del cajero, darle un fuerte abrazo a quien tanto estimamos, incluso, las frívolas compras de cada temporada navideña.

Enrique Rivero, en apariencia, es un cineasta perteneciente a la segunda generación según Kiarostami. Veremos que le depara en un futuro a este novel director, espero en lo personal, que se haga rutina el que nos legue obras tan gratas como la magnífica Parque vía.

8 de diciembre de 2009

Sobre guajolotes

Si la memoria no me falla, no he tenido el placer de degustar guajolote en ninguna cena navidadeña, mi familia opta por platillos menos sofisticados (pozole y tamales), cuando voy de visita a casa de amistades, mi estómago ya va tan lleno que no acepto los manjares que en ellas me ofrecen. Por lo mismo, Magú no podría culparme de masacrar guajolotes, pero él insiste en salvarlos año con año. El día de hoy inició su siempre hilarante serie sobre los guajolotes.







Más sobre ideas para un país en ruinas

Aparecen nuevos ensayos sobre posibles futuros para México: De María Amparo Casar, José Córdoba, y por último, uno más de Roger Bartra.

4 de diciembre de 2009

Ideas para un país en ruinas


El pasado lunes 9 de Noviembre, Naranjo publicó en El Universal un cartón soberbio: el presidente Calderón, parado sobre una columna, anunciaba con una cínica sonrisa y cierto dejo de triunfalismo: “se acabó el catarrito amigos”, a su alrededor, sin embargo, se aprecian los restos de un país devastado por la catástrofe, un país del que únicamente se conservan sus escombros, sus ruinas.

Es una imagen ciertamente catastrofista, pero, ¿acaso podemos esbozar otra imagen de México en la actualidad?, ¿se debe dejar de lado la crítica para olvidar nuestras penas y poder respirar oxigenante felicidad?, ¿se puede ser optimista dadas las circunstancias?

El pasado mes de Noviembre, dos importantes revistas de circulación nacional han coincidido en sus propuestas, en sus dossiers, invitan a pensar e imaginar un futuro para México. El extraordinario slogan de la revista Replicante, que tomo ahora prestado: “ideas para un país en ruinas”, nunca había sido más atinado … y necesario.

Festejo estos atrevimientos. Dejar de lado la queja eterna para pasar a las ideas, contener la agresividad del puñetazo para iniciar el diálogo, acortar las insanas distancias para optar por la cercanía, tragarse el inmoral escupitajo para esbozar una sonrisa.

Imposible sintetizar en tan breve espacio la cantidad de ideas expuestas en los textos publicados en nexos y Replicante, me conformaré con citar dos contundentes verdades: “las nuevas generaciones se contaminarán, pero cada vez menos, del rancio nacionalismo” y “la base social que aspira a mover esta agenda es clara: la creciente clase media mexicana, vieja y nueva, que requiere desesperadamente un horizonte de expansión”. Cortar con el pasado y actuar por el futuro.

Nuestro pasado nos condena, fecundó en diversas generaciones dogmas y tabúes que fueron adoptados religiosamente, desconocemos en realidad nuestro pasado pero recitamos devotamente lo que por él nos dieron a entender, profesamos una creencia que nos mantiene atados al estancamiento, nos proveyeron de talentos revolucionarios y, como en la parábola, renunciamos a expandir nuestros talentos y los enterramos en la rotonda del nacionalismo ilustre. Al edificar nuestro futuro, preferimos volver la vista hacia aquel nostálgico pasado, y perdemos así de vista, nuestros pasos y el rumbo de nuestro porvenir.

Siempre he creído que el futuro es el tiempo perfecto para el idealismo, la morada imaginaria de los enamorados, el paraíso de la esperanza y las oportunidades. Leyendo la revista Replicante me deprimí, si ni siquiera nuestro futuro lo idealizamos próspero, ¿qué amarga realidad nos deparará?. Ahí está el imaginario apocalipsis que nos espera: un país sin economía, sin ideas, sin petróleo, e inclusive, ¡sin poetas!

Sin embargo, quizás el mejor texto de todos sea el de Ernesto Priego, porque en sus palabras nos encontrarnos con una valiosa lección que nos hace albergar ciertas esperanzas. México es un país sin movimiento, estático, si llega a avanzar, lo hace “pasito a pasito”. Ciertamente, lo es: nuestros legisladores sugieren reformas que nunca se discuten, nuestros futbolistas tardan más en emigrar al fútbol europeo que en regresar, los ciudadanos se quejan vocalmente y segundos después tiran la toalla, estancándose así en la improductiva pasividad … podremos pensar mucho nuestro futuro, hacer decálogos, proyectos estratégicos y demás pretensiones, pero más importante aún, debemos de comenzar a actuar, como dice el adagio popular: “no dejemos para mañana lo que podemos hacer hoy”. Nunca más cierto que ahora, de lo contrario, terminaremos arruinados.

2 de diciembre de 2009

Investigadores y películas sin gloria (ni pena)

Leo hoy en La Jornada Aguascalientes:

“La experiencia de la socióloga Claudia Delgado que empezó con una investigación como parte de un trabajo universitario terminó por convertirse en una publicación, Lucha libre en Aguascalientes, que sienta un precedente en un fenómeno social importante y desde el que se pueden analizar otros fenómenos religiosos, deportivos, culturales e incluso educativos.”

La nota promete erudición al desnudo y al por mayor, en un solo párrafo nos receta: “experiencia”, “socióloga”, “investigación”, “trabajo universitario”, “publicación”, “precedente”, “importante” … uf, uf y re-contra-uf. Tiene usted que no solo poseer agallas y pantalones, sino también, amplias neuronas para adentrarse a tan profundo trabajo. Claudia Delgado promete aleccionar a la plebe siempre ignorante que ve en las luchas “sólo un espectáculo”. Pero, ¿qué chingaos es lo que descubrió tan connotada socióloga? –se preguntará usted-. Algo asombroso –agárrese-:

“La máscara que los luchadores utilizan no es para protegerse de un golpe, es un elemento de transformación”.

¡Nooo!, ¡en la madre!. Yo siempre creí que El santo aguantaba los chingadazos que recibía de momias, zombies y demás, porque su máscara Nique tecnología Jeta-Yucateca-Air le amortiguaba el titipuchal de guamazos recibidos. Pues na nais, la máscara es un simple “elemento de transformación” (de identidad … en fin). ¡Oh!.

Pero eso no es todo, con humildad la socióloga reconoce que “Para Delgado sería importante que existiera otra publicación a este respecto porque este libro dejó todavía mucha lagunas”. Osease, es probable la aparición de una secuela, faltaba más.

… y pasando a las películas …

De El estudiante, mejor ni hablar, pasemos entonces a Bastardos sin gloria.

Me trago el orgullo (mi baguette no, sabía asqueroso). El primer capítulo de la película es una puta joya, pero, lástima tarantinito, ahí no terminó tu película.

Para ser breve: todas las secuencias de Brad Pitt y sus bastardos parecen dirigidas por un torpe imitador de Guy Ritchie; a los diálogos de Tarantino, siempre masturbatorios (y por ello geniales), acá les falta orégano, pimienta, sal y un par de gotas de semen, pues, carecen de toda gracia; la inmolación del cine, ha de ser, junto con la pelea entre la novia y la morena en Kill Bill vol. 1, lo peor que jamás filmó Tarantino.

En fin, mañana, a ver Parque vía a la muestra, esperando tener mejor suerte cinematográfica.