10 de diciembre de 2009

Trono de sangre


Es prácticamente imposible pasarlo por alto, cualquier ciudadano mínimamente observador es asfixiado desde ahora por la presencia de vestigios de las elecciones para suceder gobernador, alcaldes y demás gusgueras de elección popular en el estado de Aguascalientes. Las elecciones se encuentran a la vuelta del próximo año (y el presente, pronto acabará).

Los síntomas son variopintos: se puede chismear sobre los aspirantes que salen frecuentemente retratados en las páginas de las revistas del corazón –si es ese su modo de hacer política, ¡imagínense como nos gobernarán!-, quien se sentó junto a quien en el palco de otro quien en la magna corrida de toros, quien adornó la ciudad con espectaculares que (como pretexto) anuncian la presentación de un libro de su autoría, quien ha forrado los taxis de la ciudad con calcomanías que llevan su nombre…

La batalla por el poder, aquello que el cineasta Akira Kurosawa definió en imágenes como el Trono de sangre, se ha desatado. Ahora es cuando el verdadero rostro de los políticos sale a relucir: el rostro de su ambición.

Las precampañas son sin duda alguna el desfile de modas de la ambición, la mayoría de los modelos tropezarán y caerán abruptamente de la pasarela, el prêt-à-porter (la grilla) podrá lucirlo cualquiera, es un utensilio de uso diario, pero las elecciones, sobretodo la elección para elegir al próximo gobernador, es una pasarela destinada en exclusiva a la Haute Couture. Son demasiados los nombres de quienes aspiran a ocupar los tan escasos espacios existentes en la boleta electoral.

He ahí el discreto encanto de las precampañas, mientras las campañas se hacen de frente, dándole la cara a la cámara, al público, y, por lo mismo, se cubren estilísticamente tras máscaras e hipocresías; en las precampañas las imperfecciones no se cubren con maquillaje, salen a relucir, su cierta clandestinidad les otorga este dejo de libertad, es por ello que en ellas podemos descubrir el verdadero rostro de ciertos políticos, facetas que nunca descubriríamos en las campañas: alianzas por conveniencia, artimañas, egos, relaciones peligrosas, traiciones, y sobretodo, desmedidas ambiciones.

Nada más representativo de esta desmedida ambición que el actuar de nuestro Lady Macbeth, quien ahora sin aparente disimulo, y contra viento y marea, pretende heredarle el trono a su hijo político, su misión en lo que resta de su sexenio parece no ser otra que la de mantener el control del poder legándoselo a su vástago. ¿Fiel reflejo de su sexenio?, quien no opta ahora porque sea la democracia, sino su imposición, la que dicte el futuro del Trono de sangre, sería lógico pensar que jamás gobernó por los ciudadanos (por la democracia), sino únicamente para lograr la imposición de sus designios.

La contienda pronto comenzará de manera oficial: escucharemos discursos muy parecidos a los jingles radiofónicos que, más que definir, indefinen; se firmarán promesas ante notarios que bien pronto se archivarán, y por ende, olvidarán; den por sentado que ningún candidato logrará plasmar una visión del futuro que quiere para nuestro estado –“Yo veo un Aguascalientes…”-, y eso sí, no lo duden ni tantito, nos encontraremos con hartas plásticas sonrisas, y entonces, comprenderemos la sabiduría shakesperiana: “Hay sonrisas que hieren como puñales”.

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