31 de diciembre de 2008

Algo más sobre mí y la magia de hacer cine

Un par de semanas atrás, acudí al cine a ver la nueva película de Michael Gondry. Confieso que La ciencia del sueño no me gustó y que Eterno resplandor de una mente sin recuerdos no me pareció tan híper-hilarantísima-mega-genialius como a muchos pero, pese a ello, compré sin remilgo alguno mi ticket para entrar a ver Originalmente pirata.

Tan pronto como comenzó la proyección pude encontrarme con todo aquello que me suponía con predisposición: un estilo gondriesco infectado por el humor Jack Black y con cierta dosis de cursilería, sin embargo, de a poco la cinta me fue ganando, me fui dando cuenta de que el peculiar estilo de Michael Gondry no era tan marcado como en el resto de sus películas, que toda esa estética y temática cool, que tanto me atosiga, se desvaneció con una simple meada.

El filme terminó atrapándome, no por su manufactura ni por su artística, simplemente porque me contagió con la nostalgia que irradia a caudales. Ver a Jerry, Mike y a Alma haciendo películas con lo mínimo me remitió a mis tiempos de estudiante en los cuales hice un par de cortometrajes con lo mínimo.

Los que realicé como estudiante fueron todos ellos productos sumamente deficientes, cierto, pero (al menos así los siento yo) llenos de emociones y recuerdos. Veo el cine que actualmente se produce, sea éste de arte, comercial, oriental o mexicano, y me encuentro con un “cine sin alma” –empleo las palabras que utilizó Carlos Boyero para describir El aviador de Martin Scorsese-. Actualmente es común encontrarse con películas realizadas técnicamente con maestría pero que no transmiten mayor cosa, la misma crítica cinematográfica (al menos la que un servidor lee) está plagada de tecnicismos: “excelente fotografía”, “soberbias actuaciones” “guión sólido”… ¿y las sensaciones?

Vuelvo a la película: veo a Jerry, Mike y a Ana disfrazándose de leones, colgando fantasmas de espuma con hilo nylon, reinterpretando mágicamente a un Robocop de la serie Z. Vuelvo a mis recuerdos: experimentos cinematográficos en los que grabábamos en ocasiones sin trípode, sin iluminación, sin la más mínima idea de cómo hacer cine, pero en los cuales compensábamos nuestras deficiencias con mucho corazón, donde faltaba un steady-cam sobraban manos, donde faltaban conocimientos sobraba el entusiasmo y el ingenio. Que gratos recuerdos.

30 de diciembre de 2008

La historia enlistada


Como si se tratase de una añeja tradición, cada fin de año se publican en diversos medios de comunicación múltiples análisis que pretenden recapitular lo más destacado del año que termina, una de las grandes peculiaridades de éstos es que en su gran mayoría resumen enlistando: el top ten de los mejores libros del año, las diez películas más taquilleras, el deportista del año, los veinte sucesos que conmovieron al mundo, el hombre del año, los escándalos del 2008, las mejor vestidas…

Me parece que el enlistado es una modalidad peligrosa para resumir los acontecimientos de todo un año, reducirlo todo a un determinado y selecto número de eventos, que queden en los libros y en la memoria colectiva estas diez películas consideradas como destacadas y que el resto de ellas queden condenadas al olvido, que la humanidad recuerde ciertos eventos políticos pero que estos otros permanezcan enterrados, ensalcemos a ciertos personajes públicos y a otros condenémoslos al ninguneo… la historia ahora no la escriben los ganadores ni tampoco los perdedores, la escriben los populares.

La popularidad y la frivolidad destacan en estos peculiares resúmenes, descuella en ellos exclusivamente aquello que fue lo suficientemente masivo como que para que la gente lo recuerde con facilidad, se destaca un evento por su impacto mediático no por sus consecuencias socioculturales, se privilegian la difusión de los “qué’s” y se obvian los “por qué’s” de los citados eventos.

¿Qué ocurrirá cuando futuras generaciones quieran aproximarse a lo acontecido en un año como este 2008? Seguramente algunas, muchas de ellas recurrirán a esta historia enlistada de fácil acceso y lectura, y creerán que lo contenido en dichas listas es un claro y puntual resumen de lo acontecido en el periodo correspondiente, la curiosidad menguara pues si los contemporáneos ya hemos establecido lo que es digno de destacarse, para que molestarse en rescatar aquello que nosotros mismos hemos enterrado.

¿Cuál es el propósito detrás de esta manía por resumir la historia en una lista? Supuestamente el establecer un resumen, esquematizando por su jerarquía, prioridad y trascendencia, de lo acontecido en el transcurso del año. ¿Nos sirve ello de algo? Sinceramente creo que no, un periodo de tiempo debe de estudiarse en su conjunto, no limitarlo a un enlistado en el cual se enumeren hechos aislados, debiéramos de dedicarnos a analizar este 2008 en su totalidad y no remontarnos a acontecimientos exclusivamente anecdóticos.

29 de diciembre de 2008

Más sobre el error en carne propia

En estos días festivos en los cuales priva el desenfreno y el regocijo, en los que los diarios se encuentran desnudos, escasos de editoriales y rellenados con notas sumamente intrascendentes, es muy grato leer una columna como la que el editor Braulio Peralta publicada el día de hoy en Milenio. En ella habla de los errores.

26 de diciembre de 2008

Divagaciones # 7 ... el error en carne propia

Algunos cuantos días atrás (no más de tres o cuatro semanas atrás), me encontraba en casa de uno de mis mejores amigos a altas horas de la noche y ligeramente alcoholizado. La novedad aquel día radicó en la plática, no hablábamos ni de asuntos laborales, ni de la camaradería, ni de deportes, ni de las escasas mujeres que pueblan nuestras vidas... departíamos sobre nuestros padres.

¡Oh sí!, los padres de mi amigo cruzaban por esa etapa que todos los padres de familia viven alguna vez en su vida: la crisis matrimonial. Pero la novedad aludida anteriormente no radicaba en ello, ya que, como lo enfaticé atrás, todos los matrimonios entran alguna vez en crisis. Lo realmente novedoso fue el que mi amigo comenzara a platicarme sobre, los que él cree, son los errores de su padre como padre, no eran frivolidades las que me enumeraba, me hablaba sobre las cosas que su padre nunca le enseñó o aquellas que le enseñó erróneamente... tras algunos minutos en los cuales perfectamente me di cuenta de que lo que mi amigo buscaba era el desahogo, intervine con uno de esos discursos plagados de buenas intenciones pero completamente alejados de la realidad, sin embargo, entre tanta postura políticamente correcta creo que le dije algo que valía la pena: que se juzgara como hijo con la misma lupa con la cual juzgó a su padre.

Sé que mi discurso cursi y empalagoso se esfumó más rápido que la resaca del día siguiente, aunque debo de decir, con cierta alegría, que en estas fiestas decembrinas vi a los padres de mi amigo juntos y contentos.

Y así como los padres de mi amigo sufrieron su crisis, mi círculo de amigos vivió también algunos conflictos este año, no pasa desapercibido el que en nuestras más recientes reuniones queden algunas sillas vacías, aunque por otro lado, otros volvieron a ocupar aquel lugar que en alguna ocasión dejaron vacante.

La semana pasada regresábamos de una fiesta un amigo y yo en el coche de éste, me preguntó si me había enterado de que tuvo algunos problemas con fulanito, le dije que sí y que qué pensaba hacer al respecto, ¿hablaría con fulanito o dejaría que el tiempo sanara las heridas?, me respondió que esto último. Hace poco, también a altas horas de la noche (sí, la farra ha estado con todo últimamente), hablaba con mi amigo Cristian Mujica, la amistad entre nosotros se deterioro básicamente por mi culpa, lo acepté, lo acepto y espero que algún día la herida que muestra una costra de sangre seca cicatrice por completo. Cuando algo tan importante como lo es una amistad esta en juego, bien vale la pena aceptar y enmendar los errores que hemos cometido, más en estas épocas navideñas en las que a muchos se les ablanda el corazón.

22 de diciembre de 2008

Protesta social without limits


En el más reciente número de la revista nexos aparece el diagnóstico de algunas ONG entorno a los derechos humanos que en breve será entregado a la ONU como parte del examen periódico universal en la materia. En él puede apreciarse con claridad que una de las mayores preocupaciones de las ONG es la criminalización de la protesta social por parte de las autoridades gubernamentales.

La protesta social es uno de los escasos medios de expresión con el cual cuentan los disconformes, confrontan aquello que rechazan de un modo sonoro y vistoso, de la marcha silenciosa a la bomba molotov, su propósito es siempre el mismo: manifestar públicamente una afrenta que de otra manera pasaría inadvertida.

En días pasados fuimos testigos de dos muy peculiares protestas sociales: el zapatazo que, si bien no dio en su objetivo, humilló claramente al presidente George W. Bush al hacer que éste se postrara, que se inclinara ante el insulto. El mundo entero fue testigo de la vejación que sufrió; por otro lado, las calles de Grecia fueron tomadas por ciento de jóvenes que protestan airadamente por el asesinato de un joven a manos de un policía.

A raíz de estos hechos Luis Linares Zapata se preguntaba en las páginas de La Jornada: si la muerte de un joven provocó tremendo pandemónium en Grecia, ¿Por qué en México las cifras van por los miles y nadie actúa en consecuencia?

Su conjetura es errónea, en Grecia no se protesta por un número determinado de asesinatos sino por el modo en el cual un joven pereció, no apelan a la cuantificación sino a la cualificación. No obstante, el cuestionamiento del articulista cala, ¿Por qué permanecemos pávidos ante la tempestad?

Creo que una de las posibles explicaciones es que, pese a que en México protestamos mucho, lo hacemos generalmente muy mal. No es que la protesta social esté en desuso, por el contrario, está desgastada, hemos empleado la protesta social incluso para denuncias mínimas -se han organizado protestas sociales para defender a ¡¡¡políticos!!! (Ulises Ruiz por ejemplo)-. El abuso de la protesta social en México decididamente le ha hecho perder mucho punch.

No solo se han desvalorado las causas de la protesta social sino también el acto de la protesta en sí. Un ejemplo concreto sería el plantón que por días encabezó Andrés Manuel López Obrador sobre el Paseo de la Reforma, nunca estuve presente pero las crónicas disponibles hablaban de gente jugando ajedrez, partidos de fútbol, exposiciones fotográficas… ahora que lo veo en retrospectiva me pregunto: ¿Era aquello una protesta social o una kermés?. Debo de afirmar que la espontaneidad de la protesta social se ha desvanecido por completo, viendo algunos videos de las protestas que se desarrollan en Grecia me percato de que ahí impera la anarquía, en ellas la orden del día es dictada por el mero instinto; en México en cambio, López Obrador –de organizaciones como Iluminemos México mejor ni hablar- pone fecha y hora para lo congregación de las masas, se fija un objetivo, se acude en camiones…

Y malamente, lo social se ha diluido totalmente en nuestras supuestas protestas sociales, el patético caso de los maestro del estado de Morelos es un triste ejemplo de ello, los privilegios personales pasándole por encima al bien común.

Estoy totalmente de acuerdo con las ONG, sería pavoroso el que se criminalizara la protesta social, sin ésta, viviríamos en un régimen con pavorosos rasgos autoritarios. Pero habría que hacerle un llamado a los partícipes de las protestas sociales (algunos de ellos verdaderos profesionales en la materia): sean excepcionales, sean reacios, sean espontáneos, sean concientemente sociales… y a todos los que no protestamos por una u otra razón, nunca es tarde para comenzar a hacerlo, más ahora en este país, al que por donde se le mire se le nota tan desanimado, pienso que podríamos inyectarle una dosis fuerte de entusiasmo con una airada y verdadera protesta social.

17 de diciembre de 2008

¿Oponerse a qué?

En México la oposición partidista (entiéndase por ello, la de izquierda) vive momentos aciagos, más allá de aquellos sectores que supuestamente tienden al radicalismo o de sus insorteables divisiones internas, es su incapacidad para la negociación y el diálogo lo que la mantiene atascada. Dos aspectos a destacar: su incapacidad para tolerar las ideas, ya no digamos las ajenas sino incluso las divergencias que se suscitan bajo su propio techo; y su imposibilidad para hacer valer una fuerza en el congreso que nunca antes habían tenido.

El ejercicio de la oposición desde las trincheras de la política partidista (sea del color que ésta sea) resulta siempre un albur, usualmente lo que se busca no es la edificación, se busca destruir al rival para intentar reconstruir al país una vez afianzados en el trono. Siendo el protagonismo y la popularidad los ejes de la democracia participativa –en la cual, no en balde, gana quien más votos obtenga-, estamos sometidos a este tipo de comportamientos.

Cuando este tipo de oposición tiene problemas en su funcionamiento, existen otros sectores que debieran de ejercer la crítica objetiva sobre el partido político que se ostenta en el poder: ONG’s, intelectuales, periodistas…

Es este último sesgo al cual le deberíamos de prestar particular atención, pues creo que vive también momentos, si bien no aciagos, si definitorios. Veía el martes pasado el programa televisivo Espiral conducido por Ricardo Raphael y al cual se dieron cita tres periodistas, entre ellos los destacados Jenaro Villamil y Alejandro Páez Varela. El pretexto era comentar sobre un reciente libro titulado Los intocables.

Como su nombre bien lo indica, el libro trata sobre personajes de la vida pública, personajes con una amplia exposición en los medios de comunicación, de lo contrario, el libro no vendería, personajes que a su vez rompen la ley asiduamente y no son castigados, son inmunes, son intocables. El libro no es ninguna novedad, muy por el contrario, dicha actitud de denunciar exclusivamente a personajes de la vida pública se ha vuelto un lugar común dentro del periodismo de oposición, no me cree, vaya usted al Sanborns y verá la cantidad de libros que existen del mismo corte.

¿Sirve esto de algo? A mí en lo personal, sin parecerme una banalidad, sí me parece un periodismo que optando por la popularidad mediática desecha lo sustancioso, no se pude poner en tela de juicio la valentía de quienes denuncian con base al ejercicio periodístico bien ejercido a los Bibriesca, a Mario Marín, a Emilio Azcárraga… sin embargo los periodistas de oposición debieran de hacer algo más que denunciar al corrupto, si creen que su oficio culmina ahí los ciudadanos estamos en serios aprietos, los periodistas debieran también de darle seguimiento a los programas del gobierno, a sus políticas, a sus administraciones… hechos que afectan de manera directa la vida diaria de la ciudadanía.

Al retratar a los protagonistas de la vida pública como antagonistas los periodistas buscan también asirse de cierto protagonismo, nuestro pequeño héroe que con una lap top, una enorme dedicación y un montón de información logra desenmascarar las tropelías de gobernantes tiranos y empresarios embrutecidamente ricos. Cierto, es una labor invaluable, pero no es la única que debe de ejercer el periodismo de oposición, la farándula de la politiquita atrae al ciudadano pero escasamente le afecta, temas que al ciudadano le pasan desapercibidos y que le atañen directamente debieran de ser abordados por los periodistas. Un ejemplo: los intereses obscenos que están cobrando los bancos vía sus tarjetas de crédito, quien puso en la mesa de debate el tema no fue un periodista sino un empresario: Carlos Slim.

9 de diciembre de 2008

Humberto Moreira as Travis Bickle

Quizás ustedes recuerden aquella película que causó cierto impacto en la década de los 70’s: Taxi Driver. En ella su protagonista, Travis Bickle, decide llevar su discurso con tintes evangélicos de las palabras a las acciones, cansado de ver a diario el como una cantidad considerable de escorias humana infectan las calles de Nueva York se decide a limpiar éstas con sus propias manos, armándose hasta los dientes confronta y ejecuta a un grupo de padrotes que explotan las carnes de una indefensa adolescente.

Quizás también hayan escuchado en las noticias que el flamante gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, se ha aventado la puntada de proponerle al Congreso de su entidad la legalización de la de la pena de muerte en contra de los secuestradores que maten o torturen a sus víctimas.

Si no ha visto la cinta y tampoco se enteró usted de la ocurrencia del gobernador coahuilense, al menos debió de percatarse del escandalazo que esta última provocó en los medios de comunicación: moneros, columnistas, bloggers, políticos, abarroteros… un elevado número de mexicanos queriendo ser partícipes del argüende del momento.

Que gasto tan innecesario de saliva y de energías, supongamos por un momento que llegara a aprobarse dicha medida –algo tan improbable como el que México llegue a ganar algún día el Mundial de fútbol-, sus consecuencias sería infructíferas. Que ilusos son, como si en México se capturaran a tantísimos secuestradores, como si nuestro sistema de justicia fuera recto, como si acá se aplicara siempre la ley con estricto apego a la norma escrita. Podríamos tener presente en nuestras leyes la posibilidad de aplicar la pena de muerte y nadie la aplicaría, como tantas leyes que si bien escritas, no se aplican en la realidad este país.

Ante la imposibilidad de proponer soluciones reales recurrimos a la vacilada, la imaginación se nos eclipsó y apelamos al lugar común de la justicia aciaga: la pena capital. No sé que es más triste, el saber que tenemos serios problemas en cuestiones de seguridad, o el ser concientes de que no tenemos ni la más remota idea de cómo resolverlos.

La oleada de violencia que azota al país está trayendo como una de sus lamentables consecuencias a gobernantes y opinólogos que, a sabiendas de que la ciudadanía está desilusionada y se siente impotente, no dudan en tomarle el pelo ofertándole propuestas de humo. Unos hacen de la propuesta un auténtico show business y los otros hacen de la denuncia una arenga mediante la cual pretenden solventar favorablemente viejos diferendos partidistas.

Quizás recuerden ustedes que como introducción traje a la memoria colectiva a aquel personaje cinematográfico llamado Travis Bickle. La ocurrencia de Humberto Moreira nos invita a todos a convertirnos en verdugos, el gobernador coahuilense cree que un festival de sangre nos revitalizará, piensa que el impacto de ver rodar cabezas en la plaza publica nos hará sentir seguros, cavila por su mente un pueblo mexicano sediento de venganza, ve como heroico y patriótico el acto de privar de la vida a un delincuente. Pero estamos lejos de ello, no somos un pueblo de Travis Bickles buscando justicia por medio de armas y balas, sencillamente queremos sabernos y sentirnos seguros.

6 de diciembre de 2008

Las enseñanzas de mamá # 5 … la nota roja que alecciona

Mi mamá es una asidua consumidora de esas noticias a las cuales se les conoce coloquialmente como: la nota roja. Eventualidades que entre más sangre, más venden; más sesos regados por el asfalto, más exquisita la nota.

Pues bien, en el transcurso de la semana mi mamá me dio a conocer la más reciente tragedia que leyó en la nota roja: un choque, provocado por uno de esos espléndidos ciudadanos cuya rebeldía anárquica consiste en pasarse los altos, colisionó contra un automóvil conducido por eso ciudadanos apáticos que únicamente avanzan cuando la luz del semáforo está en verde, el saldo, dos personas muertas, obvio, viajaban en el vehículo conducido por el apático.

Siempre me he preguntado que ganan aquellos ciudadanos rebeldes sin causa cuando se pasan un alto, he llegado a pensar que a los hombres anárquicos les crece el pene cada que violan una señal de tránsito y que a las mujeres anárquicas les ocurre algo similar pero con su busto, pero aquello me parece un disparate, creo que en realidad no ganan absolutamente nada.

La rebeldía de pasarse un alto es un acto francamente absurdo, una manifestación estéril que no brinda beneficio alguno, no le encuentro nada célebre, no es realidad un acto anárquico sino uno netamente egoísta.

Mi mamá me contaba la noticia compungida por la tragedia, a mí me conmocionó la absurda dizque rebeldía que la provocó.

3 de diciembre de 2008

La duda, el montaje y el Photoshop


Describiré brevemente una pequeña anécdota que aconteció en el lugar en el cual trabajo: uno de los trabajadores que laboran conmigo no tiene oportunidad alguna de accesar a una computadora, el suyo es un trabajo netamente físico, pero por azares del destino tuvo la oportunidad de entretenerse durante algunos minutos en una computadora. Se sentó y comenzó a teclear lentamente, aparentemente el resultado de su búsqueda por Google fue satisfactorio pues sonrió sonoramente, de inmediato nos invitó a todos los que estábamos a su alrededor a que atestiguáramos su descubrimiento: el video de Belinda que tan comentado fue durante el transcurso de la semana pasada. Lo que me llamó poderosamente la atención no fue el que todos accediéramos a ver el breve momento íntimo de una adolescente hecho público, sino los comentarios que se suscitaron, ninguno de los ahí presentes emitió comentario alguno sobre la anatomía de la expuesta, toda la tertulia se debatió entorno a la veracidad o no del video. Los argumentos no faltaron, desde el timbre de su voz hasta el tamaño de su seno, no se llegó a conclusión alguna más allá del escepticismo.

Pues sí, así de mal andamos, nos tenemos tan poca confianza que no atinamos a afirmar siquiera si un video es verídico o no. Entre nosotros todo se ha vuelto suspicacia, ir a denunciar un delito suele ser sumamente infructífero pues se tiene menores probabilidades de obtener alguna resolución favorable que el obtener alguna remuneración económica apostando en la ruleta, ahí está el ejemplo de Nelson Vargas: un padre de familia que asfixiado por la impotencia que siente expresa coléricamente que la inefectividad policiaca es el símil de “no tener madre”. Un otrora ícono de la fiabilidad ciudadana, como lo era el policía, es ahora puesto en duda.

Pero se tendría que ser sumamente ingenuo como para creerse que el problema de la falta de confianza recae exclusivamente sobre nuestras autoridades, por el contrario, es parte de nuestra cultura: el compañero de trabajo es poco fiable porque es dado a chismorrear, el esposo porque llega tarde a casa, el peatón aquel porque está atiborrado de tatuajes y seguramente ha de ser un ladronzuelo…

Hemos perdido la confianza en el prójimo, dudamos de las personas que nos rodean, la convivencia diaria se sostiene pero está infectada por la epidemia de la desconfianza, las relaciones no se han roto, quizás incluso éstas se hayan fortalecido, pero no es lo conocido lo que se ha puesto en tela de juicio, es lo desconocido lo que se ha vuelto dubitativo. En este contexto en nada nos favorece que diversos gobiernos estén lanzando una convocatoria a la población: denuncien al prójimo, sospechen del otro.

En una época en el cual lo que debemos de procurar es la cohesión social, nuestros gobernantes nos piden que nos fragmentemos. Para ayudarles a sacar adelante su chamba debemos de contemplar con ojos quirúrgicos al vecino, dudar del carro nuevo que se ha comprado, de sus ausencias, de las horas en las cuales arriba a su casa… los bancos pueden bostezar en las pesquisas de lavado de dinero pero el ciudadano debe de ser férreo para con el prójimo.

Actualmente vivimos afectados por un grave problema de desconfianza: pilares como la economía y la seguridad están fisurados y nos hacen temblar; en la vida diaria nos topamos ocasionalmente con personas que nos venden gato por liebre; como ciudadanos sorteamos la vida con gobernantes que mucho prometen y poco cumplen a grado tal que ya no les creemos absolutamente nada. Habitamos un México en el cual debemos de sortear dudas a diario, llegando a grado tal que no sabemos siquiera si el video de Belinda que circula por la Internet es real o no.

1 de diciembre de 2008

Más sobre la fabulosa vida

Si en VH1 le llaman La fabulosa vida, en su blog Guillermo Sheridan bautiza dicha actitud aderezada a la mexicana como las Buenas noticias.

No es que esté en contra de que la gente se divierta con las posibilidades que su bolsillo les conceda, pero hacer del derroche un acontecimiento celebrable me parece más frívolo que las películas cuya sustancia son los senos de Martha Higareda.

26 de noviembre de 2008

La fabulosa vida

El ejercicio del zapping, siempre satanizado, nos ofrece en ocasiones descubrimientos deslumbrantes. Uno puede toparse con una variedad de programas que van desde la orgiástica vida en la mansión playboy, en la cual un viejecito vive rodeado de tetas enormes y delineadas por unas circunferencias perfectas; hasta la transmisión de misas dominicales en directo desde el vaticano. Una de estas resientes conquistas con las que un servidor se ha topado es un programa llamado La fabulosa vida.

La estructura del programa es sencilla: una voz en off que se debate entre la galantería y la altivez se encarga de narrar la fabulosa vida de las celebridades –en la vida de las celebridades no hay cabida para las desdichas-; y algunos insufribles expertos en súper estrellas –una rara especie de periodistas que almacenan un montón de datos inútiles como el olor que despide la axila izquierda de Brad Pitt o la cena que le sirvieron al perro de Paris Hilton el día de acción de gracias-, hacen comentarios sobre la magnífica vida que se dan los artistas.

El programa es una especie de recorrido cultural mediante el cual se logran conocer las inmensas mansiones de la celebridades, sus parrandas costosísimas en las cuales supuestamente se derrocha sensualidad al por mayor, el trato que le dan a sus hijos mimados, los paradisíacos resquicios en los cuales suelen vacacionar, lo carísimo de las ropas que visten, las altísimas velocidades que alcanzan sus automóviles y bla bla bla…

El común denominador es siempre el dinero, las proezas de las celebridades consisten en gastar la mayor cantidad de dinero en el menor tiempo posible, si se compran un reloj lo importante no es que tan útil sea éste sino que tan caro es, los comentaristas festejan todos sus despilfarros como si se tratase de algo regocijante: Puff Daddy gastó un millón de dólares en su fiesta de cumpleaños, ¡genial!; Donald Trump cinco en su boda, ¡maravilloso!; Madonna otro tanto en su jet privado, ¡increíble!.

¿Qué pasará con esta farsa después de esta crisis que nos tiene a todos planteándonos preguntas y para la cual no hemos encontrado respuestas?, ¿Qué pasará con este american way of life que tan bien nos vendieron los norteamericanos?

Si los estadounidenses fueron eficaces para acaparar los monopolios de la tecnología, tanto o más lo han sido para crear consumidores a modo, desde el star-system hollywoodense hasta la denominada generación x que tuvo por padres adoptivos a la music television (MTV), su manejo de la cultura del consumo ha sido perfecto.

Se está hablando actualmente de regular el mercado, de ponerle ciertos límites a la especulación, que los gobiernos vuelvan a tener mecanismos de control sobre sus economías, de resucitar las teorías de Keynes… pero poco se habla del consumidor: de la creación de fondos de ahorro directos al salario, de seguros de desempleo, y porque no, de posibles fondos gubernamentales que ayuden a los deudores con problemas en sus créditos, logísticamente es mucho más complicado el ayudarle a un millón personas que a cien instituciones de crédito, pero es menos costoso, y sobretodo, solventaría un problema antes de que éste tenga vistos de crisis.

Pero no hay que ser complacientes con nosotros mismos, tenemos que aprender a regular nuestros gastos, es pasmosa la vida quincenal que se lleva, es inconcebible que los niños ya no sepan lo que es una alcancía –no lo cree, cuando la cajera de Walt-Mart le pregunte automatizadamente: “¿Encontró todo lo que buscaba?”, pregúntele usted si tiene alcancías, seguramente le responderá que no (como a mí)-, resulta sorprendente el frenesí y el delirio provocados por las ventas nocturnas de Liverpool…

Será fundamental el papel que en ello desempeñen los medios, los mensajes que se le transmitan a las masas a través de películas, canciones, programas de televisión… tras la gran depresión de 1929 en Hollywood se comenzaron a manufacturar películas esperanzadores, el director Frank Capra encabezó la realización de un tipo de cine que apostaba por ofertar un futuro halagüeño en una época en la que no había esperanzas. ¿Qué nos recetarán en ésta ocasión?, ¿Nos seguirán vendiendo la idea de La fabulosa vida?

21 de noviembre de 2008

Algo más sobre mí y mis traumas de la pubertad

Acabo de ver El llanto de la mariposa y he recordado de súbito una etapa de mi pubertad que permanecía enterrada.

La película narra la historia de Jean-Do, quien ha sufrido un extraño ataque que le ha paralizado la totalidad de su cuerpo, únicamente tiene movilidad en su párpado izquierdo, a la postre, su único método para comunicarse con el mundo. Tras semanas de permanencia en estado de coma despierta de su letargo, pero Jean-Do no se siente bien consigo mismo, al ver el reflejo de su rostro en un cristal dice sentirse "sacado de un frasco con formol", no le gusta ver su cara en el espejo, detesta su apariencia.

Pues así me sentía yo. Mi nariz nunca ha sido del todo agraciada, es tosca, ancha, y para colmo de males, inservible, una desviación en el tabique nasal me impide respirar con normalidad, lo cual provoca que me enferme constantemente de la garganta, la operación me sale tan cara como un Ferrari por lo cual prefiero comprar pañuelos desechables por el resto de mi vida.

A ello habría que sumarle el empleo de unos braquetes totalmente antiestéticos, la mitad de la comida que deglutía se me quedaba atascada entre los dientes, mi dentadura, de por sí amarillenta -no por falta de higiene, pasa que los hidrocálidos tendemos a ser de dientes amarillos debido a la alta salinidad en el agua de estas tierras- era ornamentada por unos metales abominables.

Pero por sobretodo ello, era el acné lo que realmente me afligía, ver mi cara salpicada por barros y espinillas a mansalva afectaba severamente mi autoestima, no ocultaba mi rostro pero lo mostraba con suma inseguridad, acercarme a una mujer lo veía tan lejano como el emprender un viaja a la India.

Ese coctel hacía sentir a un servidor -en aquellos entonces Tomás, no tomasinjaja- como un ser sacado de un frasco con formol, me veía en los espejos pero no con mucha simpatía ... todo ha cambiado, no me he vuelto guapo, sencillamente he dejado de sentir lástima para conmigo mismo.

Ampliamente recomendable El llanto de la mariposa por cierto.

Sobre alumnos y maestros

En una entrevista la escenógrafa Mónica Raya acota: "(le) faltan maestros y (le) sobran alumnos"... algo tan cierto.

18 de noviembre de 2008

La ilusión viaja en Barack Obama


La perspectiva que tenemos sobre los políticos generalmente resulta contradictoria, albergamos en ellos esperanzas que van más allá de sus capacidades, al ser estos los personajes que conducen el timón de los trasatlánticos nacionales les legamos un poder imaginario tanto fastuoso como omnipresente; como si al director de la escuela le legáramos los deberes tanto de alumnos como de maestros, a los políticos les cedemos por completo los designios de nuestras naciones.

La encuesta dada a conocer por la revista Día Siete el mes pasado resulta en este sentido sorprendente, el político, casi siempre reprobado en cuanto a su desempeño, es en el fondo una figura querida –término empleado por la encuesta-. La votación que buscaba descubrir a las figuras publicas más queridas del país estuvo copada y encabezada por políticos, cierto, desempeño similar tuvieron como las figuras públicas más odiadas, pero el seguimiento que se les da se encuentra ahí perfectamente ejemplificado.

El político acapara espacios en los noticieros estelares, encabeza los titulares de los periódicos de mayor circulación, su sola presencia es capaz de concentrar a multitudes en diversas plazas públicas, el furor por él provoca que la gente adorne sus carros con horrorosas calcomanías que llevan el nombre del susodicho…

El político es un fenómeno capaz de albergar esperanzas y de generar desilusiones. Entre estos fenómenos ninguno se equipara en la historia reciente al de Barack Obama.

La conmoción que ha provocado traspasa las fronteras de su nación, según las encuestas, salvo en Irak, en ningún otro rincón del planeta Obama hubiese perdido la elección presidencial, apoyar al candidato demócrata no solo parecía un acto eufórico sino también uno sumamente racional. Las expectativas que carga sobre sus hombros son enormes, se espera que sea un verdadero líder mundial en una época en la que la desorientación del mundo entero tiene tintes de caos.

La victoria de Barack Obama fue una fiesta a nivel mundial, se levantaron no pocas voces sensatas pero éstas están siendo prontamente ofuscadas por el regocijo. El ex-senador por Illinois es la viva imagen del bien que desterró a la figura del mal personificada por George W. Bush, y por ende, es un político irreprochable. El bien, a fin de cuentas, es siempre recibido con los brazos abiertos.

Pocos ponen en duda sus cualidades: inteligente, con una capacidad para la oratoria envidiable, conciliador en su actuar y de amplias metas en su ideario; no obstante, personajes con mayores cualidades han arribado al poder y han fracasado rotundamente en su desempeño como gobernantes. Ser un hombre con notables cualidades como persona no es símil de ser un gran abogado, arquitecto, médico y tampoco un gran gobernante.

Hace poco más de cincuenta años Luis Buñuel filmó una película llamada La ilusión viaja en tranvía, en la cual, dos personajes embriagados y melancólicos tomaban sin permiso del depósito un tranvía y en él recorrían la Ciudad de México, el jolgorio lo emplearon para amenizar sus penas, supuestamente iban a ser despedidos de sus trabajos. El mundo no pasa por uno de sus mejores momentos y gran parte de nuestras esperanzas se sostienen en un político, la ilusión viaja en Barack Obama.

Sobre la verdad periodística

El día de ayer en el periódico Reforma Jesús Silva-Herzog Márquez publicó una extraordinaria columna titulada Una defensa de la verdad cuya lectura recomiendo ampliamente.

14 de noviembre de 2008

Divagaciones # 6 ... revolución en primera persona

"Revolución, lo que hace falta es una revolución" ... ayer cantaba dicho coro en un bar y me puse a reflexionar -sí, a reflexionar en un bar- acerca de la película que había visto el día anterior: Camino salvaje dirigida por Sean Penn.

La cinta me pareció infumable, es de esas que "te dejan un mensaje", y ese tipo de cine expira más rápido que un pañuelo desechable. Sin embargo he de aceptar que me he puesto a pensar en este chico llamado Chris McCandless, quien odia el materialismo -lo dice abiertamente un millón de veces a lo largo del metraje- y para confrontarlo inicia una atípica revolución individual: un recorrido que culminará en las entrañas de la Alaska salvaje.

No crean que estamos ante el Jack Kerouac del siglo XXI, no, no, Chris McCandless es simple y llanamente un evangélico, no anda en busca de aventuras, en su travesía él predica cual Jesucristo -no exagero, un personaje osa compararlo con el altísimo-. Persona a la que conoce, persona a la que le reza su discurso anticonsumista y persona a la cual toca hondamente.

Sin embargo, la suya es una revolución estéril. Toca hondamente, afecta, pero no evoluciona ni revoluciona a nadie, no camina de la mano del prójimo sino delante de ellos, la suya no es una revolución de masas sino la de un ser que se cree iluminado y por ende superior al resto de los mortales. A raíz de ello su cosecha resulta manceba, las personas que le conocieron guardan gratos recuerdos de él, pero en el fondo su objetivo era transformarlos, fracasó; para consigo mismo quería erguirse como el personaje diferente y terminó sucumbiendo en una aventura que de la que no se rescata ningún propósito edificante, puro idealismo.

El tropiezo de alguns revolucionarios es creerse que ellos son la revolución y no parte de.

13 de noviembre de 2008

Porque parece mentira la verdad nunca se sabe


Tomo prestado el título de aquella fastuosa novela escrita por Daniel Sada, y tomo también prestadas algunas de sus entrañas, en el fondo, dicho libro nos retrata a una sociedad corroída por la mentira: el esposo que no le ha confesado a su concubina que viven gracias a la herencia que le legó su padre, no a las ventas de la modesta tienda de abarrotes; el gobierno que maquila un fraude electoral descabellado y sanguinario; la telefonista que no le pasa los recados a sus coterráneos pues es esta una labor sumamente extenuante…

La mentira se ha convertido para el buen samaritano mexicano en una arma infalible, una “mentira piadosa” –lindo mote- cumple a la perfección con su cometido pues evita la hecatombe que se desataría si se llegara a conocer la cruel verdad, de los males, el menor. Pero su uso corriente nos ha traído consecuencias catastróficas, una de ellas: la desconfianza.

Como consecuencia de ello la mujer habla por teléfono al trabajo de su esposo para cerciorarse de si verdaderamente tuvo que trabajar horas extras o si en realidad está pasando el rato con la amante en turno; el ciudadano no sabe si denunciar o no un delito, pues no tiene la certeza de si esto le beneficiará, o por el contrario, terminará perjudicándole; el gerente de la tienda que ha sido recientemente asaltada sospechará de la gente que tiene a su cargo antes que de cualquier otra.

Transitamos por un país afectado por las dudas y el desconocimiento, tropezamos con oscuros enigmas que sabemos, nunca se esclarecerán, hemos construido nuestra historia en base a mitos y esa vereda se extiende hasta nuestro presente en el cual afloran el misterio y las mentiras. Lo que debería de hacerse público se esconde, lo privado es divulgado en los tabloides, el chisme y la calumnia son noticia, el dato concreto y sustentado una rareza que escasas veces podemos conocer.

El accidente en el cual pereció Juan Camilo Mouriño es un claro ejemplo de ese marcado escepticismo a la mexicana siendo llevado al extremo. Habrá una versión oficial pero ya cada quien tiene su propia versión sobre el siniestro, versión que a la postre terminaremos creyéndole más que a un folio oficial aderezado con cientos de pruebas e investigaciones.

Tan o incluso más rápido que la propia noticia se propagaron las sospechas y las hipótesis, quienes ven débil al gobierno coquetean con la idea del atentado, quienes simpatizan con la presidencia ven la lógica del accidente, la pasión nos nubla el panorama, la supuesta búsqueda de la verdad queda reducida a una mera consigna partidista.

El mexicano terminará creyendo la hipótesis que le dicte la fe que profese, compartirá o rechazará la versión oficial según sus tendencias partidistas, en el fondo no le interesa que se descubra la verdad sino que germine su teoría, así sea ésta una mentira. Quienes son ajenos a las pasiones políticas verán la anécdota desde el graderío y sencillamente concluirán que todo el embrollo es muy sospechoso.

El tiempo pasará, los ánimos se calmarán, la noticia perderá raiting y en algunos meses conoceremos la versión oficial, no creeremos un ápice de lo que nos dicen, refutaremos inclusive lo irrefutable, el incidente pasará a formar parte de las páginas de nuestros grandes enigmas nacionales y comprobaremos aquello que dictaba Daniel Sada: Porque todo parece mentira la verdad nunca se sabe… y nunca la sabremos, y menos aún la aceptaremos.

4 de noviembre de 2008

Obamamaniacos

En estos momentos están sufragando millones de personas en los Estados Unidos, eligen a su próximo mandatario. Dicha nación, supuestamente en decadencia, sigue atrayendo miradas como ninguna otra en lo grueso del orbe.

El efecto Obama ha sido el eje de la campaña: Obama el que puede, Obama la esperanza, Obama el que es distinto incluso en el tono de su piel, Obama el orador prolijo, Obama el de la sonrisa irrechazable...

La enorme acogida que ha recibido su discurso en todo el mundo resulta sorprendente pero a la vez paradójica. Si algo se intuye a través de su ideario es el ansia de reposicionar el poderío norteamericano, no es casualidad que un ensayo de su autoría se titule Renewing American Leadership. De Hugo Chávez a Fidel Castro, varios personajes conocidos por su discurso antiyankee le han manifestado su apoyo al candidato demócrata, y por ende, a la reconstrucción del imperio norteamericano.

En el fondo sabemos que el mundo necesita que esa nación conocida por su altivez luzca vigorosa, lamentable, pero cierto.

Seguimos tanto a AMLO


La atracción resulta en ocasiones incomprensible. A mí, por ejemplo, me han parecido siempre sensuales las mujeres con senos pequeños; a mi sobrino de escasos dos años le llaman poderosamente la atención los colores de una colección de libros llamados Cuadernos de estudios cinematográficos, siempre que llego a la casa éstos se encuentran desordenados; muchos ven regocijante aquello de sentarse en el sofá y desperdiciar su fin de semana viendo n cantidad de partidos de un muy soporífero torneo de fútbol soccer nacional.

El fastuoso sentimiento de atracción que es capaz de provocar Andrés Manuel López Obrador me ha resultado siempre incomprensible. El tabasqueño no es un gran orador, sus discursos están atiborrados de pausas que terminan cansando a algunos de sus receptores más impacientes; su presencia física carece de algún atractivo sobresaliente: bajo de estatura, canoso y de tez apiñonada, es la viva imagen de cualquier otro mexicano; no es tampoco un personaje de ideas, sus discursos se caracterizan por la denuncia férrea, no por la propuesta concreta.

He llegado a pensar que el enorme éxito de López Obrador se debe, no a sus cualidades como líder, sino a las apasionadas alucinaciones que misteriosamente provoca en sus seguidores (sean éstos admiradores o detractores), pero: ¿por qué provoca dichas alucinaciones?

Andrés Manuel es un fiel reflejo de nuestras alucinaciones, y creo que en ello radica su poderoso atractivo. Quienes sueñan con revolucionar el país ven en él al personaje que representa la rebelión en su estado más puro, el proceso de desafuero que logró doblegar eficazmente le incrustó a su persona una áurea perpetua: el ciudadano que no se deja vencer ni por la adversidad ni por los poderes fáticos. Pasó de tener popularidad como político a tenerla como ícono de la subversión.

Sus admiradores se sintieron parte de su triunfo, López Obrador agradecía el apoyo recibido halagando a sus simpatizantes, la canallada del desafuero –decía- fue vencida gracias a ustedes, la movilización logró vencer a la tiranía. A partir de ese momento, el líder y sus admiradores caminaron de la mano en una especie de noviazgo enceguecido en el cual se prohibía hablar sobre los defectos del amasio, flotaban por las nubes disfrutando de la satisfacción de un orgasmo eterno.

Pero como la unanimidad es inalcanzable, a la par que crecía la figura admirable de Andrés Manuel, se erigía entorno a su persona un grupo de detractores que veían al ex-candidato presidencial con recelo, más tarde fueron explícitos en sus consignas: es un peligro para México, es el hombre cuya soberbia es capaz de quebrantar el peso de la ley.

El supuesto temor rayaba en la hipocresía, en un país en el cual nadie respeta la ley un político que violaba una orden de amparo era crucificado públicamente, la posible llegada del perredista al poder era malmirada, entronarlo significaba el arribo del populismo y la soberbia al trono, como si ese lugar tuviese una añeja tradición de rectitud y ética, el arribo de un altivo López Obrador a la silla presidencial era algo que debía de evitarse a toda costa.

Tengo la disparatada idea de que Andrés Manuel ha quedado atrapado en ese remolino de pasiones, el banderín que ahora dice enarbolar no es propiamente el suyo sino aquel que le han impuesto sus seguidores, si él es el representante de la rebeldía no puede aceptar sus victorias; si él representa la soberbia no puede aceptar sus errores.

La novela del petróleo nos ha mostrado a un López Obrador que ha seguido firmemente los papeles que le han sido asignados. Anteriormente reconocía sus victorias: como en el caso del desafuero; y sus errores: como la ocasión en la cual renegó por la excesiva cobertura que se le daba a la muerte del papa Juan Pablo II y posteriormente se retractó de ello públicamente. Anteriormente Andrés Manuel era un líder al cual la gente le seguía, no alguien que se dejaba arrastrar por lo que le dicta una turba enardecida… ojala recuperemos pronto a ese AMLO un tanto lúcido que cierta falta nos hace actualmente.

31 de octubre de 2008

Divagaciones # 5 ... la estética de la crisis

El día de ayer decidí darme una vuelta por el centro de mi ciudad, lugar al que acudo cada vez con menor frecuencia, y a un dizque muy moderno centro comercial que queda cerquita de mi casa.

Una de las cosas que me llamó poderosamente la atención fue la estética de los locales comerciales. O soy muy nostálgico, o mal no recuerdo que para estas fechas anteriormente los locales eran invadidos por telarañas artificiales, brujas, calabazas, frankesteins, calaveritas, dicromático papel mache anaranjado y negro… Tim Burton aparentaba ser el diseñador de interiores de la ciudad entera.

Ayer, sin embargo, no encontré nada de esto, el tiempo aparentemente se detuvo en una fecha desconocida, la estética luce insabora, inodora e incolora, no hay cabida para el festejo ni para el espanto, el temporal luce atemporal, creo yo que ayer presencie los efectos estéticos de la crisis.

30 de octubre de 2008

Legalizar la ilusión


El murmullo es cada día mayor y más frecuente, la sumatoria de voces a su favor está arrojando números positivos, la legalización de algunas drogas va ganando adeptos en muy diversos sectores de nuestra sociedad.

Es evidente, sin embargo, que recurrimos al argumento de la legalización más que nada por desesperación, analistas como Jorge Chabat y José Antonio Crespo sostienen que ésta sería un golpe estratégico en la lucha contra el narcotráfico. Un golpe estratégico con vistos de retirada estratégica y honorable.

Si se pretende debatir sobre una probable legalización en el país, el tema debiera de plantearse desde sus causas, no desde sus hipotéticas consecuencias, hay que preguntárnoslos abiertamente: ¿Somos una sociedad que requiere de la legalización de ciertas drogas?

En lo personal creo que no. Los estudios más recientes indican que el consumo de droga se ha incrementado en los últimos años en nuestro país, creo que no hay peor momento para legalizar ciertas drogas que cuando su demanda se está incrementando, sería como abrirle las puertas de una dulcería a un niño rechoncho. No creo que se dispare considerablemente el consumo de sustancias, pero podrían consolidarse como adictos muchos de los ahora simples curiosos.

Creo también que no somos una sociedad lo suficientemente madura como para convivir con droga a la vuelta de la esquina, nuestra afamada irresponsabilidad no sabrá lidiar con un producto con el que se requiere de una plena responsiva, ciertamente, la decisión sobre su consumo es netamente personal, pero las consecuencias de una adición traspasan la frontera de lo personal para tocar fibras familiares, laborales y sociales.

Pero mi principal reticencia en contra de la legalización es por el cómo ésta se está planteando, optar por la legalización como salida única del foso en el cual nos ha sumido el narcotráfico es una ilusión sin sustento alguno, afirmar algo semejante demuestra el enorme desconocimiento que se tiene sobre el crimen organizado en nuestro país.

Quien plantea la posibilidad de asestarle un duro golpe al crimen organizando legalizando la droga tiene una idea muy romántica, a lo Vito Corleone, del lo que es el narcotráfico. Don Corleone era un gángster ejemplar, su negocio radicaba mayoritariamente en el juego mediante centros de apuestas, casinos y su influencia en el senado norteamericano, por ética personal decidió no inmiscuirse en el negocio de las drogas pues éstas podrían afectar la estructura familiar de los consumidores y para la mafia italiana la familia es un valuarte invulnerable.

Las actuales redes del crimen organizado nos resultan enigmáticas, pero no hay que ser un experto para saber que se extienden más allá del narcotráfico: corrupción policiaca, extorsión empresarial, secuestros, territorios controlados… nada de eso desaparecerá con una hipotética legalización, por el contrario, al recortársele parte de sus recursos estas células criminales quizás se vean en la necesidad de incrementar su participación en delitos del fueron común.

Plantear la legalización como el punto de partida desde el cual se pretenden disminuir los altos índices de violencia con los que se vive en el país es una equivocación. No hay que inventar recetas, el horno no está para bollos, no hay que idear a la legalización como el fármaco que nos curará de la fiebre de inseguridad.

22 de octubre de 2008

Vivíamos en un table dance


Los table dance son un paraíso imaginario, un espejismo, un oasis en medio de los desiertos de asfalto, tráfico insoportable y explotación laboral mal remunerada; reductos en los cuales la dura realidad se desvanece de súbito al atravesar por la puerta de entrada: el Cuasimodo que nunca en su vida había acariciado un seno de pronto se encuentra frente a un buffet con una variedad de tetas y pezones tan basta, que pareciera haber cabida para todos los gustos; el asalariado que a duras penas puede pagar las cuentas en su hogar se siente de pronto pudiente, le invita uno o varios whiskys en las rocas a la mujer que se ha sentado en su regazo, ingiere grandes cantidades de alcohol al tiempo que la susodicha le frota su miembro, le susurra al oído lo guapérrimo que está, lo tanto que la excita y el formidable tamaño de su pene.


Pero todo por servir se acaba, el artificio del table dance se evaporará en cuanto se abandone el recinto: Cuasimodo volverá a carecer de atractivo alguno para las miradas femeninas, el asalariado volverá a padecer su miseria crónica, la única persona que le volverá a acariciar su miembro en erección será su esposa aquellas extrañas noches en las cuales la lujuria pueda mas que las diferencias maritales.


Algo similar ha acontecido con la economía mundial, vivíamos en la era del artificio, y el consumismo ha terminado por consumirnos, nos volvimos expertos constructores de castillos imaginarios: Nike, Apple, Armani, Sony… todos ellos perfectos ejemplos de la cultura consumista, la marca por delante de la necesidad.


El cáncer se propagó e impregnó las entrañas de diversas sociedades, el consumo se convirtió en un estilo de vida, ir de shopping al centro comercial o hacerlo desde la comodidad de una PC para muchos se convirtió en una auténtica necesidad, el lujo se volvió moneda corriente. Sí, sociólogos como Bauman y Lipovetsky nos lo venían advirtiendo: las sociedades se estaban volviendo líquidas y vacías, pero, desconocedor de la economía como soy -y como somos la inmensa mayoría de los ciudadanos-, jamás nos percatamos de que ésta vorágine de banalidad nos llegaría a pegar directamente en nuestros bolsillos.


Ahora nos arrepentimos: “¿por qué me compré este inservible Xbox 360?”, “maldita la hora en la que adquirí ese maldito aparato de ejercicios que he utilizado una única vez en mi vida”, “¿cómo es que se me ocurrió comprarme un vestido talla 5 a sabiendas de que soy talla 11, tanta fe que le tenía al té milagroso que anuncia la Maribel Guardia y no bajé ni un mísero kilito?“.


Nuestros bolsillos se consumen y lo primero que buscamos son culpables: la televisión que nos ha impuesto un estilo de vida, el capitalismo, décadas de padecer gobiernos ineficientes, el capitalismo, Felipe Calderón, el capitalismo, López Obrador, el capitalismo, los especuladores de Wall Street y sobretodo el capitalismo. No debe de quedar duda alguna sobre la existencia de verdaderos culpables, aquellos que dizque heredaron el modelo hipotecario de Muhammad Yunus, desprendiéndole lo caritativo para volverlo lucrativo por medio de los créditos hipotecarios subprime, pero sincerándonos, sabemos que la burbuja pronto reventaría en uno u otro lado porque la epidemia del consumismo era una incontrolable fiebre mundial.


Soy muy negativo en cuanto a la crisis que recién inicia, su gravedad, creo yo, es mayor de lo que hasta ahora aparenta. Uno puede leer a economistas connotados como Krugman y Stiglitz y notará con suma facilidad que resumen a la perfección lo que ha acontecido pero resultan crípticos y confusos al momento de predecir el futuro. Sin embargo Don Chuy, quien atiende la tienda de abarrotes que lleva su nombre, resume a la perfección lo que vendrá: “antes vendía una docena de huevos al día y ahora solo dos”. Lo que ocurre es que de consumistas pasamos a no consumir ni siquiera lo indispensable, y esto arrastrará consecuencias catastróficas, la demanda de multitud de productos descenderá drásticamente, los empleos se perderán a raudales y entonces si nos veremos con la soga al cuello y recordaremos con nostalgia la época en la cual vivíamos el día a día como si habitásemos en un table dance.

15 de octubre de 2008

Sobre el albur

La más reciente entrada del blog de Guillermo Sheridan resulta por demás hilarante. El albur de tan socorrido va perdiendo todo sentido, lo que antes fue ingenio se ha vuelto una obviedad, lo que era hecho espontáneo se ha automatizado.

13 de octubre de 2008

Sobre superar el anarcocapitalismo

Agustín Basave escribe un artículo muy interesante publicado en Excélsior, en el sentencia: "Con todo, entre 2008 y 1989 hay una diferencia fundamental. Cuando cayó el muro de Berlín había alternativas —se podía elegir entre dos grandes modelos— y ahora no las hay. El fracaso de la URSS y sus aliados dejó a la intelligentsia de izquierda en un marasmo creativo del que aún no sale, y nos dejó a todos con un menú doctrinario de una sola sopa, si acaso con la opción de cocinarla con más especias. En esas estamos: nadie se atreve a dejar el capitalismo para abrir brecha en la nada ideológica."

Una realidad tan cierta, una realidad sin opciones.

Las enseñanzas de mamá # 4 ... la despedida siempre efusiva

El lunes de la semana pasada salí de viaje rumbo al jocoso defecoso, se me imposibilitó el despedirme físicamente de mi mamá por lo que ella, siempre atenta, me habló a mi celular algunos minutos antes de que mi camión partiera. Únicamente quería despedirse de mí y desearme un buen viaje.

Durante todo el trayecto pensé en la gente de la cual recientemente me he despedido: de Pancho me despedí como si lo fuese a ver el día siguiente a sabiendas de que no sería así... no lo he visto en año y medio; del Kabe me despedí muy efusivamente pese a que en mi interior guardaba la esperanza de que algún día no muy lejano volvería a ver a quien es uno de mis mejores amigos... a un año de distancia sé con certeza que lo veré en diciembre; de Miguel me despedí hace poco, sé que siempre ha sido un amigo distante pero sé también que ha sido uno de los mejores... tengo la sospecha de que nunca jamás lo volveré a ver; de Vilma me despedí hace poco más de un año, no sé si vuelva a verla y llegado el caso, dudo que quiera hablarme... yo quisiera hablar con ella durante horas; y podría dar muchos ejemplos más: Renata, Monch, Luigi...

En el jocoso defecoso me reencontré con amigos que tenía cierto tiempo sin ver, conocí también a muchas personas agradables y llego el momento en el que tuve que despedirme de ambos. A algunos los volveré a ver, a otro no... en el camión de regreso recordé a mi mamá haciendo todo lo posible por despedirse de mí. Prometo para mis adentros despedirme efusivamente cuantas veces se presente la ocasión, nunca se sabe lo que pueda suceder.

6 de octubre de 2008

Parteaguas No.14


Recientemente salió a la venta la nueva entrega de la revista Parteaguas que como tema central aborda el erotismo. Algunos de sus artículos más interesantes son: La erótica del espacio, de José Luis Jiménez García, sobre la ausencia del erotismo en la arquitectura contemporánea y Arrrrrrooooz de Juan Pablo de Ávila en el cual se disecciona a Mauricio Garcés como el nuevo ícono de la masculinidad mexicana que suplió a Pedro Infante; igualmente atractivos resultan La ciencia detrás del dolor de Miguel Ángel Aguilar Dorado, el cuento La historia de del hombre que llora de Ricardo Arce y como siempre, la opinión de Morris Berman.

En éste número se publicó mi ensayo El perseguidor de faldas que a continuación transcribo:

El perseguidor de faldas:

Existió un libro ficticio, titulado por su imberbe autor como: El perseguidor de faldas. Llegó a publicarse mas no con dicho nombre, su editora, propulsora, y posterior amante, lo consideraba de poco gusto, pocas ventas cavilaban por su subconsciente -ciertamente, estaba en lo correcto-. Su autor en realidad se ufanaba, no de perseguir faldas, sino de ser perseguido por éstas; ni la una, ni la otra: No perseguía faldas, las admiraba; no le perseguían, le correspondían. En todo caso, conjeturaba erróneamente, no eran precisamente las faldas lo que tanto le obsesionaban, sino lo que éstas coquetas prendas le mostraban: Las piernas femeninas.

El libro ficticio terminó por llamarse: El hombre que amó a las mujeres y dio su nombre a aquella película homónima dirigida por François Truffaut, la cual mostraba a un hombre, Bertrand Morane (Charles Denner), quien vivió por amor y para amar a las damas. Su devoción por ellas fue tal, que a su funeral únicamente acudieron mujeres, éstas vestían de falda y mostraban sus piernas, se despidieron de él rindiéndole tributo al que fuera su fetiche.

“Las piernas de las mujeres son compases que circulan el planeta dándole equilibrio y armonía” -solía decir el protagonista-. Desconozco por completo la potencialidad que pudiesen poseer las piernas femeninas como armamento pacifista, no sé cuantas guerras han serenado y cuantas más provocado; pero sus capacidades eróticas son innegables, las piernas son a fin de cuentas el pedestal que sostiene al monumento femenino, las extremidades de mayores dimensiones que invariablemente nos hacen girar la cabeza y aguzar bien la mirada, a nuestros ojos les resultan sumamente atractivas.

El cine ha proyectado infinidad de fetiches en sus pantallas: En Cinema Paradiso eran los besos objeto de censura por parte de un cura, y de deseo por parte del público; en Crash: Extraños placeres las cicatrices, los fierros retorcidos y las víctimas de accidentes automovilísticos obsesionaban a unas cuantas mentes retorcidas; en Matador de Pedro Almodóvar un personaje asesinaba a sus parejas sexuales tras haber concluido el coito... y son muchas, diversas y variadas, las piernas femeninas que han sido capturadas por el cinematógrafo, repasaré a continuación algunas de las que, por muy diversos factores, han quedado grabadas en la mente de quienes admiramos el cine y las piernas.

***

Una de las precursoras en mostrarnos su fastuosa dupla de atributos femeninos fue la incomparable Marlene Dietrich en El ángel azul, sus piernas embelesaron a alumnos, a un profesor y al público por igual. La cantante Lola Lola (Dietrich) hipnotizó más que a ningún otro al profesor Immanuel Rath, quien furioso porque la Dietrich provocaba la desatención de sus alumnos inmorales, acude una noche a presenciar el show de Lola Lola, con la finalidad de pescar en in fraganti a los estudiantes, y poder reprenderlos en el momento exacto en el cual cometían su impúdico actuar.

Le bastó con presenciar un show, con una mirada, pero sobretodo, con un cruce de piernas, para que el sentimiento pasara furtivamente del amor al odio. El profesor Immanuel Rath lo dejará todo, su empleo, sus alumnos y su dignidad... su moralidad se derrumbó ante el poder de encantamiento proveniente de una dama.

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Dejo la descripción en manos de José de la Colina:
“En otra secuencia del film, Kelly cuenta a un productor de cine la idea para un número de comedia musical, inmediatamente visualizado por el espectador. En él aparece un provinciano (Kelly) que llega a Broadway a conquistar el mundo del espectáculo con sus irrefrenables ganas de bailar, es rechazado por varios empresarios y finalmente uno lo invita a danzar en un cabaret. Allí el joven baila ante un público de gente de mal vivir, su sombrero cae al suelo, él se arrodilla a recogerlo y (aquí viene el momento más bello, inquietante y erótico del film) lo ve sostenido en la punta de un pie femenino que se alza lentamente, por encima de la cabeza de su dueña (Cyd Charisse, con su increíble poder de aparición), una mujer sentada en una silla, de falda acuchillada, vestida a la moda de los veinte, el flequillo acentuando la intensidad oscura de sus ojos. Toda esta escena de presentación de Cyd es realizada con un ritmo lento y expectante, ceremonial, la cámara está acariciando ese cuerpo largo y esbelto, y con el solo gesto de alzar el sombrero con el pie, Cyd está ya danzando...”

La descripción es casi exacta, existe sin embargo un detalle que el escritor omite: La reacción de Gene Kelly. Éste se encontraba en su momento de gloria, era el dueño de la pista de baile, ésta se despejó para que él le diera rienda suelta a su bailoteo, pero al toparse con la pierna erguida de Cyd, le vuelven la humildad y la humanidad al cuerpo, el poseedor de hilarantes pasos de baile se queda quieto y sin habla.

En Cantando bajo la lluvia, la recientemente fallecida Cyd Charisse demuestra como los hombres sucumben, sin importar su status, ante los encantos femeninos, el bailarín y futura estrella no podrá olvidar jamás aquel breve encuentro, quedará por siempre prendado por la perfección de aquellas piernas capaces de dominar a cualquier varón. No es gratuito que para José de la Colina el anteriormente descrito sea “el plano más bello” que en su vida vio, el plano más bello, tenía que contener las piernas más bellas que se han proyectado a través del cinematógrafo.

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No creo recordar a ningún director de cine que tenga una fascinación semejante a la que Luis Buñuel tiene por las faldas y por las piernas, ya sea en sus cintas producidas en México: en Los olvidados, en Subida al cielo, en Susana, en Ensayo de un crimen; o en aquellas filmadas en Europa: en Tristana, en El discreto encanto de la burguesía, en Bella de día... pero es sin duda La ilusión viaja en tranvía la película en la cual el director español ejecuta su metáfora más precisa sobre su obsesión por dichos fetiches.

Buñuel dice en su autobiografía: “Puedo decir que, desde los catorce hasta estos últimos tiempos, el deseo sexual no me ha abandonado jamás. Un deseo poderoso cotidiano, más exigente incluso que el hambre, más difícil a menudo de satisfacer ... imposible resistir a este deseo, dominarlo, olvidarlo. No podía sino ceder a él. Después de lo cual, volvía a experimentarlo, todavía con más fuerza.”. Don Luis jamás desatendió su deseo por las piernas, la fuente de la cual brota la eterna instigación erótica. No es gratuito que Lilia Prado interprete a Eva en una pastorela, la mujer que fue tentada por el diablo, la que incita al hombre para que éste caiga en la tentación... ayudada, en gran medida, por un par de piernas capaces de provocar al Adán más puritano.

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Quizás la imagen más conmemorada de Marilyn Monroe, la que usualmente adorna bares y cafeterías, es aquella en la que el viento del metro provoca, condescendientemente, que su vestido blanco se eleve por los aires, quedando por lo tanto al descubierto sus sugestivas y lácteas piernas. La escena contenida en la película La comezón del séptimo año parió un mito: El de la casta coquetería.

La chica le muestra al espectador, aparentemente sin advertirlo, el relampagueante encantamiento de sus piernas al descubierto, y no solo lo hace, sino que aparentemente se divierte al hacerlo. Resulta ser la mezcla perfecta de la picardía anhelada por una gran cantidad de sementales: Una chica que aparenta una fantasiosa ingenuidad en su comportamiento, pero poseedora (y sabedora) de la atractiva sensualidad innata que alberga en su anatomía.

La Monroe en realidad únicamente pretendía refrescarse un poco, sofocar el agobiante calor veraniego ventilándose exiguamente sus piernas, con la inocencia de una niña, improvisa un creativo –y recreativo dirán algunos- remedio: “El aire del metro”. Su solución inspira, la fugacidad de la secuencia cinematográfica se inmortalizó en la fijeza de los pósters. “¿No es delicioso?” -pregunta Marilyn Monroe-... ¡sí!, ¡delicioso!, no en balde, ha bastado un único fotograma para que te atesores en la eternidad.

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Perfectos instrumentos en el arte de la seducción resultaron ser las maduras piernas de Mrs. Robinson (Anne Bancroft), fueron idóneas para conquistar a un joven e indefenso Benjamin Braddock (Dustin Hoffman) en El graduado. Anne Bancroft ríe, ríe mientras embelesa a su víctima, el recientemente titulado Benjamin Braddock, quien opone ante el acoso una resistencia timorata y abogacil, apenas masculla unas cuantas palabras: “Está usted tratando de seducirme”, acusa retraídamente, la carcajada y la negación son las respuestas que obtiene, un cinismo que no intenta negar lo obvio, simplemente lo enigmatiza, Hoffman ya no intentará frenar a su victimaria, doblará sus manos, cederá, la tensión lo ha vencido.

El coqueteo que se inició con el sutil levantamiento de una pierna con la clara intención de dejar entrever un par de muslos parcialmente desnudos, concluyó con una Mrs. Robinson completamente desnuda, solamente el intempestivo arribo del marido pudo interrumpir aquella querella entre acosadora y acosado. No obstante, Anne Bancroft no luce desalentada, sabe que su veneno se ha introducido en el torrente sanguíneo del mancebo Dustin Hoffman, sabe que le ha mostrado sus piernas, sabe que los hombres siguen a éstas como las ratas a la música del flautista de Hamelín, sabe que muy pronto regresará, no en balde se despide de él diciéndole: “Espero verte pronto”... y bien pronto que lo volvió a ver.

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Y cuando la vista resulta un impedimento, ¿Cómo se logran contemplar las piernas femeninas?. La respuesta la da Michio (Eiji Funakoshi) en Blind Beast de Yasuzo Masumura: “Los ciegos tenemos ojos en nuestras huellas digitales, conozco tu cuerpo mejor que alguien con ojos”. El placer es alcanzado por medio del tacto.

El escultor amateur Michio descubre el erotismo mediante sus manos, le bastará con palpar la escultura de una mujer para sentirse atraído hacia ella... más tarde logrará hacer contacto con la joven modelo, en teoría, le dará un masaje para solventar la fatiga laboral de ésta. La suavidad y la lentitud de los trazos parsimoniosos que ejecuta con sus manos en contacto con la suave y tersa piel de las piernas de ella, resultan ser los detonantes de múltiples sensaciones: Él se excita y se enamora por lo que ha sentido; ella se sentirá compungida al percibir una intimidante vibra erótica en un masaje de manufactura laboral. Las piernas, no necesitan ser vistas para arrancar suspiros y cariños, basta con sentirlas a través de las manos para quedar extasiados por ellas.

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Eddie Valiant es un detective privado venido a menos, la muerte de su hermano lo ha orillado a adoptar el alcoholismo y el malhumoramiento como curas placebas para mitigar su depresión... ¡ah!, otra cosa más, detesta a las caricaturas, pues fue precisamente un dibujo animado quien le dio muerte a su consanguíneo.

Pero, extrañas paradojas del destino, un Valiant escaso de fondos monetarios se verá obligado a trabajar en un caso caricaturesco, debe descubrir la infidelidad de la esposa de Roger Rabbit, el superestrella de los dibujos animados. Se le pagará para que logre captar fotográficamente a Jessica Rabbit en manos de otro, trabajo fácil, bastará con que acuda a un cabaret en el cual ella actúa como parte de la variedad, y donde supuestamente, se cita frecuentemente con su amante.

El detective acude al lugar, no tiene ni la más remota idea de cómo luce físicamente la señora de Rabbit, apenas ahí la conocerá, no obstante le presupone cierto parecido físico con su esposo, y por ende, con su apellido, espera encontrarse con una afelpada conejita. El creciente bullicio anuncia la eminente aparición de Jessica Rabbit, una opulenta pierna desnuda se asoma entre los telones del escenario, una portentosa y sensual voz inunda los oídos sordos de la concurrencia, la cortina se abre y deja ver la curvilínea figura de la Rabbit. La cara de asombro de Eddie Valiant es impagable, la transformación de su rostro merecía un Oscar, los senos, la diminuta cintura y la pierna desvestida de Jessica Rabbit habían logrado hipnotizar al detective, quien pasmado llega a preguntar: “¿Ella está casada con Roger Rabbit?”.

Jessica y su pierna desnuda se pasean a lo largo y ancho del escenario, los ojos de los espectadores, todos ellos varones, se centran y concentran en su silueta femenina, no les importa que ella esté cantando una típica canción de desprecio por lo masculino, los hombres tienen predilección por el sentido de la vista, no han desarrollado del todo el de la audición. Eddie Valiant está en trance, se ha rendido ante la sensualidad derrochada por una caricatura, resultó ser el erotismo la medicina perfecta para remendar su enfermedad y su animadversión, tanto así que el detective terminará por erguirse como un auténtico héroe para todas las caricaturas vivientes... Jessica Rabbit, en ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, demuestra que las piernas femeninas son el brebaje perfecto para sanar cualquier depresión de machos.

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A Catherine Tramell (Sharon Stone) le bastaron unos breves segundos para que miles de personas fantasearan con ella, que cruzara sin pudor sus piernas en una secuencia de la película Bajos instintos fue el detonante de un elevado número de erecciones, la escena se transformó en un clásico instantáneo de los clichés eróticos, ha sido citada y parodiada una y otra vez.

Su principal atractivo radica, no en que se deje entrever su sexo, sino en mostrar la reacción de un público ávido por poder vislumbrar sus genitales, las piernas, a fin de cuentas, son el salvoconducto que transporta hacia la entrepierna. En el interrogatorio los detectives, aparentemente más nerviosos que la indagada; el sudor de sus rostros, el silencio de sus labios y la dureza de sus cuerpos les delata; en medio de un cúmulo de preguntas llegan a ser cuestionados: “¿Exactamente qué tienes (tienen) en mente?”, ¿Están fascinados los hombres por las piernas femeninas, o por lo que se encuentran cuando éstas terminan? Sharon Stone parece conocer respuesta, ello la llena de seguridad, nunca se cansa de mover las piernas, juguetea con ellas y con los hombres.

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Que lo diga mejor “Tin Tan”:

Calabacitas tiernas, que inicialmente iba a llamarse ¡Ay qué bonitas piernas!, ha de ser el ejemplo perfecto de la fascinación de los hombres por las mujeres, específicamente, por sus piernas. “Tin Tan”, un pachuco sin oficio ni beneficio, quien carga con una suerte tan mísera que falla incluso al intentar suicidarse, ve de pronto, tras haber sido atropellado, como la suerte le sonríe: Tiene casa, le creen millonario, y, ¡está rodeado de hermosas mujeres!.

Las piernas de sus múltiples coprotagonistas sirven, claro está, para ser contempladas y admiradas, pero también para algo más importante, para darle ritmo a la vida, el film es rítmico gracias a ellas. Trata sobre el montaje de un espectáculo musical, el espectáculo de la vida, la alegría emanada de éste se sostiene gracias a la vivacidad de las piernas de las diversas bailarinas, sus extremidades marcan el ritmo y el son de la existencia de la totalidad de los protagonistas... quizás Bertrand Morane tenía razón: “Las piernas de las mujeres son compases que circulan el planeta dándole equilibrio y armonía”... y “Tin Tan”, mejor que nadie, sabe rendirles pleitesía, les aplaude, las apapacha, las idolatra, les rinde reverencia, las ama... sabe, sin duda, la importancia que las piernas femeninas tienen en esta vida.

Despidámonos en la voz de aquella canción que “Tin Tan” nos enseñó: “Yo ya estoy convencido, de lo que a mí me pasa, que hay algo aquí escondido, y es dentro de esta casa, un espejo que habla, una vida regalada, y mujeres y mujeres, que son mi debilidad. Nada me extrañaría, que el espejo me hablara, ni me sorprendería, que al rato me casara. Pues si es que no te extrañe, hablaremos un rato, tu ya estas enredado, como un vil mentecato, te crees ser empresario, y mueres por las piernas, en otras condiciones, calabacitas tiernas”.

Bibliografía:

Buñuel, Luis, Mi último suspiro, Debolsillo, España, 2001.

De la Colina, José, Miradas al cine, CONACULTA, México, 1997.

2 de octubre de 2008

Dos breves notas sobre el cine en México

Una de ellas buena: si bien, anteriormente he dicho -y lo sostengo- que la diversidad, no solo en cuanto al número, sino también en cuanto al contenido de las muy escasas revistas mexicanas dedicadas al cine es pobre, resulta plausible que la revista Cine Premiere haya modificado su sitio web para bien, osease: con contenido diverso y numeroso.

La otra resulta paradójica: en una nota publicada en La Jornada, el cineasta Arturo Ripstein insta al gobierno a convertirse en mecenas del cine de arte. Que los cineastas mexicanos exijan el apoyo del gobierno no es ninguna novedad: Alfonso Cuarón criticaba la supuesta censura de la que había sido objeto Carlos Reygadas cuando en realidad nunca hubo tal, sencillamente no se le había otorgado un apoyo financiero -el cual terminó por facilitársele- para que filmara su película Batalla en el cielo; más recientemente, Luis Mandoki reclamaba la censura de la cual había sido objeto su documental Fraude: México 2006, censura que nunca existió, la película se exhibió en diversas salas de cine y en la actualidad puede encontrársele en distintos videoclubes.

¡Sí!, apoyo al cine mexicano, pero hay que exigir también un compromiso mayor de parte de sus creadores, que no estiren la mano y ya. ¿Algún protagonista de nuestro cine diserta desde las páginas de uno de los principales diarios de circulación nacional, revistas y/o suplementos culturales? No, ¿Qué aportaciones podemos esperar que lleguen del cine mexicano a nuestra cultura cuando uno de sus principales expositores dice: "Creo que uno fracasa si tiene la pretensión de hacer arte. De lo que se trata, simplemente, es de hacer lo mejor que se pueda. Hacer una película entretenida"? Ninguna. Nuestros cineastas exponen su presencia en los comerciales que dicen defender nuestro petróleo y nuestra soberanía, pero no lo hacen con un afán crítico y participativo, lo hacen desde el atrio del proselitismo y la vana vanidad política.

1 de octubre de 2008

Divagaciones # 4 ... ¿pasivos?

En la portada de diversos diarios nacionales aparece la siguiente estampa:




Debido a que "el gobierno no había atendido las demandas agrarias de sus representados", el dirigente campesino Ramiro Guillén Tapia decide -en su desesperación al saberse ni atendido ni escuchado- prenderse fuego frente al palacio de gobierno como peculiar método de protesta.

La pasividad es notoria. La nota de El Universal titulada: Se inmola líder agrario, hace eco de la inmolación, no de sus demandas; La Jornada cabecea: Intenta inmolarse líder indígena en Veracruz; reclama solución a disputa por 200 hectáreas, ésta al menos, resulta más extensa en cuanto a hacer públicas las demandas del inmolado.

Pero es en la fotografía donde puede apreciarse con claridad nuestra pasividad frente a la desgracia ajena. Quienes no observan mórbidamente desde la lejanía de un balcón, contemplan impávidos el espectáculo a uno escasos metros; otros eluden la barbarie y deciden pasar de largo, darle la espalda a la antorcha humana o seguir en su conversación como si no les inmutara el mundo que les rodea. Nadie socorre, nadie ayuda, nadie aparentemente saca su celular para hablarle a la Cruz Roja...

Para la revista Parteaguas No. 13 Morris Berman escribió un interesantísimo artículo titulado: Cómo salir de Irak o el futuro del imperialismo norteamericano, el cual desafortunadamente no se encuentra online. En él formula la hipótesis de que es la soberbia, la altivez del ciudadano norteamericano que no respeta los derechos de sus conciudadanos, lo que llevó a los Estados Unidos a la crisis que actualmente sufren. Me temo que acá en México, si seguimos así de pasivos ante nuestras desgracias ajenas y/o colectivas, muy pronto nos cargará las tiznada.