22 de diciembre de 2008

Protesta social without limits


En el más reciente número de la revista nexos aparece el diagnóstico de algunas ONG entorno a los derechos humanos que en breve será entregado a la ONU como parte del examen periódico universal en la materia. En él puede apreciarse con claridad que una de las mayores preocupaciones de las ONG es la criminalización de la protesta social por parte de las autoridades gubernamentales.

La protesta social es uno de los escasos medios de expresión con el cual cuentan los disconformes, confrontan aquello que rechazan de un modo sonoro y vistoso, de la marcha silenciosa a la bomba molotov, su propósito es siempre el mismo: manifestar públicamente una afrenta que de otra manera pasaría inadvertida.

En días pasados fuimos testigos de dos muy peculiares protestas sociales: el zapatazo que, si bien no dio en su objetivo, humilló claramente al presidente George W. Bush al hacer que éste se postrara, que se inclinara ante el insulto. El mundo entero fue testigo de la vejación que sufrió; por otro lado, las calles de Grecia fueron tomadas por ciento de jóvenes que protestan airadamente por el asesinato de un joven a manos de un policía.

A raíz de estos hechos Luis Linares Zapata se preguntaba en las páginas de La Jornada: si la muerte de un joven provocó tremendo pandemónium en Grecia, ¿Por qué en México las cifras van por los miles y nadie actúa en consecuencia?

Su conjetura es errónea, en Grecia no se protesta por un número determinado de asesinatos sino por el modo en el cual un joven pereció, no apelan a la cuantificación sino a la cualificación. No obstante, el cuestionamiento del articulista cala, ¿Por qué permanecemos pávidos ante la tempestad?

Creo que una de las posibles explicaciones es que, pese a que en México protestamos mucho, lo hacemos generalmente muy mal. No es que la protesta social esté en desuso, por el contrario, está desgastada, hemos empleado la protesta social incluso para denuncias mínimas -se han organizado protestas sociales para defender a ¡¡¡políticos!!! (Ulises Ruiz por ejemplo)-. El abuso de la protesta social en México decididamente le ha hecho perder mucho punch.

No solo se han desvalorado las causas de la protesta social sino también el acto de la protesta en sí. Un ejemplo concreto sería el plantón que por días encabezó Andrés Manuel López Obrador sobre el Paseo de la Reforma, nunca estuve presente pero las crónicas disponibles hablaban de gente jugando ajedrez, partidos de fútbol, exposiciones fotográficas… ahora que lo veo en retrospectiva me pregunto: ¿Era aquello una protesta social o una kermés?. Debo de afirmar que la espontaneidad de la protesta social se ha desvanecido por completo, viendo algunos videos de las protestas que se desarrollan en Grecia me percato de que ahí impera la anarquía, en ellas la orden del día es dictada por el mero instinto; en México en cambio, López Obrador –de organizaciones como Iluminemos México mejor ni hablar- pone fecha y hora para lo congregación de las masas, se fija un objetivo, se acude en camiones…

Y malamente, lo social se ha diluido totalmente en nuestras supuestas protestas sociales, el patético caso de los maestro del estado de Morelos es un triste ejemplo de ello, los privilegios personales pasándole por encima al bien común.

Estoy totalmente de acuerdo con las ONG, sería pavoroso el que se criminalizara la protesta social, sin ésta, viviríamos en un régimen con pavorosos rasgos autoritarios. Pero habría que hacerle un llamado a los partícipes de las protestas sociales (algunos de ellos verdaderos profesionales en la materia): sean excepcionales, sean reacios, sean espontáneos, sean concientemente sociales… y a todos los que no protestamos por una u otra razón, nunca es tarde para comenzar a hacerlo, más ahora en este país, al que por donde se le mire se le nota tan desanimado, pienso que podríamos inyectarle una dosis fuerte de entusiasmo con una airada y verdadera protesta social.

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