4 de noviembre de 2008

Seguimos tanto a AMLO


La atracción resulta en ocasiones incomprensible. A mí, por ejemplo, me han parecido siempre sensuales las mujeres con senos pequeños; a mi sobrino de escasos dos años le llaman poderosamente la atención los colores de una colección de libros llamados Cuadernos de estudios cinematográficos, siempre que llego a la casa éstos se encuentran desordenados; muchos ven regocijante aquello de sentarse en el sofá y desperdiciar su fin de semana viendo n cantidad de partidos de un muy soporífero torneo de fútbol soccer nacional.

El fastuoso sentimiento de atracción que es capaz de provocar Andrés Manuel López Obrador me ha resultado siempre incomprensible. El tabasqueño no es un gran orador, sus discursos están atiborrados de pausas que terminan cansando a algunos de sus receptores más impacientes; su presencia física carece de algún atractivo sobresaliente: bajo de estatura, canoso y de tez apiñonada, es la viva imagen de cualquier otro mexicano; no es tampoco un personaje de ideas, sus discursos se caracterizan por la denuncia férrea, no por la propuesta concreta.

He llegado a pensar que el enorme éxito de López Obrador se debe, no a sus cualidades como líder, sino a las apasionadas alucinaciones que misteriosamente provoca en sus seguidores (sean éstos admiradores o detractores), pero: ¿por qué provoca dichas alucinaciones?

Andrés Manuel es un fiel reflejo de nuestras alucinaciones, y creo que en ello radica su poderoso atractivo. Quienes sueñan con revolucionar el país ven en él al personaje que representa la rebelión en su estado más puro, el proceso de desafuero que logró doblegar eficazmente le incrustó a su persona una áurea perpetua: el ciudadano que no se deja vencer ni por la adversidad ni por los poderes fáticos. Pasó de tener popularidad como político a tenerla como ícono de la subversión.

Sus admiradores se sintieron parte de su triunfo, López Obrador agradecía el apoyo recibido halagando a sus simpatizantes, la canallada del desafuero –decía- fue vencida gracias a ustedes, la movilización logró vencer a la tiranía. A partir de ese momento, el líder y sus admiradores caminaron de la mano en una especie de noviazgo enceguecido en el cual se prohibía hablar sobre los defectos del amasio, flotaban por las nubes disfrutando de la satisfacción de un orgasmo eterno.

Pero como la unanimidad es inalcanzable, a la par que crecía la figura admirable de Andrés Manuel, se erigía entorno a su persona un grupo de detractores que veían al ex-candidato presidencial con recelo, más tarde fueron explícitos en sus consignas: es un peligro para México, es el hombre cuya soberbia es capaz de quebrantar el peso de la ley.

El supuesto temor rayaba en la hipocresía, en un país en el cual nadie respeta la ley un político que violaba una orden de amparo era crucificado públicamente, la posible llegada del perredista al poder era malmirada, entronarlo significaba el arribo del populismo y la soberbia al trono, como si ese lugar tuviese una añeja tradición de rectitud y ética, el arribo de un altivo López Obrador a la silla presidencial era algo que debía de evitarse a toda costa.

Tengo la disparatada idea de que Andrés Manuel ha quedado atrapado en ese remolino de pasiones, el banderín que ahora dice enarbolar no es propiamente el suyo sino aquel que le han impuesto sus seguidores, si él es el representante de la rebeldía no puede aceptar sus victorias; si él representa la soberbia no puede aceptar sus errores.

La novela del petróleo nos ha mostrado a un López Obrador que ha seguido firmemente los papeles que le han sido asignados. Anteriormente reconocía sus victorias: como en el caso del desafuero; y sus errores: como la ocasión en la cual renegó por la excesiva cobertura que se le daba a la muerte del papa Juan Pablo II y posteriormente se retractó de ello públicamente. Anteriormente Andrés Manuel era un líder al cual la gente le seguía, no alguien que se dejaba arrastrar por lo que le dicta una turba enardecida… ojala recuperemos pronto a ese AMLO un tanto lúcido que cierta falta nos hace actualmente.

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