14 de noviembre de 2008

Divagaciones # 6 ... revolución en primera persona

"Revolución, lo que hace falta es una revolución" ... ayer cantaba dicho coro en un bar y me puse a reflexionar -sí, a reflexionar en un bar- acerca de la película que había visto el día anterior: Camino salvaje dirigida por Sean Penn.

La cinta me pareció infumable, es de esas que "te dejan un mensaje", y ese tipo de cine expira más rápido que un pañuelo desechable. Sin embargo he de aceptar que me he puesto a pensar en este chico llamado Chris McCandless, quien odia el materialismo -lo dice abiertamente un millón de veces a lo largo del metraje- y para confrontarlo inicia una atípica revolución individual: un recorrido que culminará en las entrañas de la Alaska salvaje.

No crean que estamos ante el Jack Kerouac del siglo XXI, no, no, Chris McCandless es simple y llanamente un evangélico, no anda en busca de aventuras, en su travesía él predica cual Jesucristo -no exagero, un personaje osa compararlo con el altísimo-. Persona a la que conoce, persona a la que le reza su discurso anticonsumista y persona a la cual toca hondamente.

Sin embargo, la suya es una revolución estéril. Toca hondamente, afecta, pero no evoluciona ni revoluciona a nadie, no camina de la mano del prójimo sino delante de ellos, la suya no es una revolución de masas sino la de un ser que se cree iluminado y por ende superior al resto de los mortales. A raíz de ello su cosecha resulta manceba, las personas que le conocieron guardan gratos recuerdos de él, pero en el fondo su objetivo era transformarlos, fracasó; para consigo mismo quería erguirse como el personaje diferente y terminó sucumbiendo en una aventura que de la que no se rescata ningún propósito edificante, puro idealismo.

El tropiezo de alguns revolucionarios es creerse que ellos son la revolución y no parte de.

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