18 de noviembre de 2008

La ilusión viaja en Barack Obama


La perspectiva que tenemos sobre los políticos generalmente resulta contradictoria, albergamos en ellos esperanzas que van más allá de sus capacidades, al ser estos los personajes que conducen el timón de los trasatlánticos nacionales les legamos un poder imaginario tanto fastuoso como omnipresente; como si al director de la escuela le legáramos los deberes tanto de alumnos como de maestros, a los políticos les cedemos por completo los designios de nuestras naciones.

La encuesta dada a conocer por la revista Día Siete el mes pasado resulta en este sentido sorprendente, el político, casi siempre reprobado en cuanto a su desempeño, es en el fondo una figura querida –término empleado por la encuesta-. La votación que buscaba descubrir a las figuras publicas más queridas del país estuvo copada y encabezada por políticos, cierto, desempeño similar tuvieron como las figuras públicas más odiadas, pero el seguimiento que se les da se encuentra ahí perfectamente ejemplificado.

El político acapara espacios en los noticieros estelares, encabeza los titulares de los periódicos de mayor circulación, su sola presencia es capaz de concentrar a multitudes en diversas plazas públicas, el furor por él provoca que la gente adorne sus carros con horrorosas calcomanías que llevan el nombre del susodicho…

El político es un fenómeno capaz de albergar esperanzas y de generar desilusiones. Entre estos fenómenos ninguno se equipara en la historia reciente al de Barack Obama.

La conmoción que ha provocado traspasa las fronteras de su nación, según las encuestas, salvo en Irak, en ningún otro rincón del planeta Obama hubiese perdido la elección presidencial, apoyar al candidato demócrata no solo parecía un acto eufórico sino también uno sumamente racional. Las expectativas que carga sobre sus hombros son enormes, se espera que sea un verdadero líder mundial en una época en la que la desorientación del mundo entero tiene tintes de caos.

La victoria de Barack Obama fue una fiesta a nivel mundial, se levantaron no pocas voces sensatas pero éstas están siendo prontamente ofuscadas por el regocijo. El ex-senador por Illinois es la viva imagen del bien que desterró a la figura del mal personificada por George W. Bush, y por ende, es un político irreprochable. El bien, a fin de cuentas, es siempre recibido con los brazos abiertos.

Pocos ponen en duda sus cualidades: inteligente, con una capacidad para la oratoria envidiable, conciliador en su actuar y de amplias metas en su ideario; no obstante, personajes con mayores cualidades han arribado al poder y han fracasado rotundamente en su desempeño como gobernantes. Ser un hombre con notables cualidades como persona no es símil de ser un gran abogado, arquitecto, médico y tampoco un gran gobernante.

Hace poco más de cincuenta años Luis Buñuel filmó una película llamada La ilusión viaja en tranvía, en la cual, dos personajes embriagados y melancólicos tomaban sin permiso del depósito un tranvía y en él recorrían la Ciudad de México, el jolgorio lo emplearon para amenizar sus penas, supuestamente iban a ser despedidos de sus trabajos. El mundo no pasa por uno de sus mejores momentos y gran parte de nuestras esperanzas se sostienen en un político, la ilusión viaja en Barack Obama.

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