13 de noviembre de 2008

Porque parece mentira la verdad nunca se sabe


Tomo prestado el título de aquella fastuosa novela escrita por Daniel Sada, y tomo también prestadas algunas de sus entrañas, en el fondo, dicho libro nos retrata a una sociedad corroída por la mentira: el esposo que no le ha confesado a su concubina que viven gracias a la herencia que le legó su padre, no a las ventas de la modesta tienda de abarrotes; el gobierno que maquila un fraude electoral descabellado y sanguinario; la telefonista que no le pasa los recados a sus coterráneos pues es esta una labor sumamente extenuante…

La mentira se ha convertido para el buen samaritano mexicano en una arma infalible, una “mentira piadosa” –lindo mote- cumple a la perfección con su cometido pues evita la hecatombe que se desataría si se llegara a conocer la cruel verdad, de los males, el menor. Pero su uso corriente nos ha traído consecuencias catastróficas, una de ellas: la desconfianza.

Como consecuencia de ello la mujer habla por teléfono al trabajo de su esposo para cerciorarse de si verdaderamente tuvo que trabajar horas extras o si en realidad está pasando el rato con la amante en turno; el ciudadano no sabe si denunciar o no un delito, pues no tiene la certeza de si esto le beneficiará, o por el contrario, terminará perjudicándole; el gerente de la tienda que ha sido recientemente asaltada sospechará de la gente que tiene a su cargo antes que de cualquier otra.

Transitamos por un país afectado por las dudas y el desconocimiento, tropezamos con oscuros enigmas que sabemos, nunca se esclarecerán, hemos construido nuestra historia en base a mitos y esa vereda se extiende hasta nuestro presente en el cual afloran el misterio y las mentiras. Lo que debería de hacerse público se esconde, lo privado es divulgado en los tabloides, el chisme y la calumnia son noticia, el dato concreto y sustentado una rareza que escasas veces podemos conocer.

El accidente en el cual pereció Juan Camilo Mouriño es un claro ejemplo de ese marcado escepticismo a la mexicana siendo llevado al extremo. Habrá una versión oficial pero ya cada quien tiene su propia versión sobre el siniestro, versión que a la postre terminaremos creyéndole más que a un folio oficial aderezado con cientos de pruebas e investigaciones.

Tan o incluso más rápido que la propia noticia se propagaron las sospechas y las hipótesis, quienes ven débil al gobierno coquetean con la idea del atentado, quienes simpatizan con la presidencia ven la lógica del accidente, la pasión nos nubla el panorama, la supuesta búsqueda de la verdad queda reducida a una mera consigna partidista.

El mexicano terminará creyendo la hipótesis que le dicte la fe que profese, compartirá o rechazará la versión oficial según sus tendencias partidistas, en el fondo no le interesa que se descubra la verdad sino que germine su teoría, así sea ésta una mentira. Quienes son ajenos a las pasiones políticas verán la anécdota desde el graderío y sencillamente concluirán que todo el embrollo es muy sospechoso.

El tiempo pasará, los ánimos se calmarán, la noticia perderá raiting y en algunos meses conoceremos la versión oficial, no creeremos un ápice de lo que nos dicen, refutaremos inclusive lo irrefutable, el incidente pasará a formar parte de las páginas de nuestros grandes enigmas nacionales y comprobaremos aquello que dictaba Daniel Sada: Porque todo parece mentira la verdad nunca se sabe… y nunca la sabremos, y menos aún la aceptaremos.

No hay comentarios: