29 de diciembre de 2009

Las cenizas del padre de mi amigo

Como todo ser humano que se precie de serlo, fantaseo en demasía (y no solo sexualmente), en mi mente cojo, como y viajo a donde me plazca, pese a ello, jamás llegue a imaginarme velando el cuerpo de un conocido la mismísima noche de navidad, como por desgracia me ocurrió la semana pasada.

¿Qué pasó? Falleció el padre de un gran amigo, el cáncer lo apagó, aquel señor que en nuestra tierna infancia acudía a ver como jugábamos fútbol con más ilusiones que talento, aquel señor que animaba a su hijo desde la banda llamándole “Pelé”, nos dejó.

Los amigos acudimos la madrugada del 25 de Diciembre a acompañar a nuestro amigo y a despedirnos de su padre, no obstante, fue hasta el sábado por la noche, bebiendo y platicando con un primo de mi amigo cuando pude dilucidar la imagen que recordaré del padre de mi amigo. Sucede a menudo, convivimos a diario o con relativa frecuencia con personas que, pese a su cercanía, nos son difíciles de resumir en una sola palabra o frase.

Recordaré de él los días en los que éramos invitados a comer a su casa, en aquel acogedor jardín se reunían sus familiares pero siempre nos hicieron un lugar a nosotros, simples amigos. Don Alfredo llegaba y nos saludaba, nos atendía, fue siempre un extraordinario anfitrión, pero no solo eso, de vez en cuando se daba tiempo para platicar con nosotros y resaltar sutilmente algunas de nuestras cualidades. Eso recordaré de él, más allá de la compañía, veía en la amistad un conjunto de cualidades.

Coincidencia o no, en el velorio y en la misa de cuerpo presente nos despedimos por último, en ambas ocasiones, de “chelis”, el abuelo de mi amigo. La primera ocasión nos pidió que cuidáramos a su muchacho, la segunda, optó por contarnos un chiste. El cuidado y la alegría, dos de las grandes cualidades de una buena amistad, cualidades que sin duda apreciaba Don Alfredo.

En el último viaje que hice a la ciudad de México tenía en mente comprarme un libro: Las cenizas de mi padre de Claudio Issac. No lo compré, y hoy me arrepiento de ello.

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