9 de diciembre de 2009

Parque vía

Leo en el blog del simpático crítico cinematográfico Ernesto Díezmartinez una interesante clasificación de Abbas Kiarostami: las generaciones de cineastas. Tras ver Parque vía, da gusto descubrir que todavía existen en el rancho cineastas de la segunda generación según Kiarostami.

Tomo prestada una palabra de la sinopsis de la película: confinamiento. Es ese el gran tema de la película, no se hable más. Leí por ahí algunas críticas europeas que dicen que la película habla sobre las clases sociales… como sabido es que los críticos europeos se la jalan demasiado y que están obsesionados con ver tercermundismo en cualquier película proveniente del tercer mundo, no les hagan demasiado caso.

Al grano: Beto ha habitado por años una enorme casa que está a la venta, propiedad de una viuda y acaudalada señora. Todo este tiempo -el dato exacto será develado a media película y usted probablemente se consternará al escucharlo- el único oficio de Beto ha sido el de cuidar y darle mantenimiento a aquella faraónica propiedad, debido al largo periodo de tiempo que en ella (y solo) ha habitado, ha llegado a establecer un extraño vínculo con aquella casa: se ha acostumbrado a habitarla. Sabe que no es suya y respeta ese hecho (duerme y hace el amor en el cuarto de la servidumbre pese a poder disponer de cualquier rincón de la morada), pero sabe también que ahí, bañándose a jicarazos, leyendo prensa sensacionalista y viendo Primer impacto, se siente como en casa, ahí es feliz.

Sus vidas, sin embargo, cambiarán cuando la casa finalmente se vende. Beto deberá desprenderse de su confinamiento; la acaudalada señora, de su posesión, al parecer, el único recuerdo que guarda de su anterior vida conyugal. No les será fácil.

La vida diaria, en apariencia tan ajetreada, nos tiene confinados. Estamos atados a las rutinas: largas jornadas de trabajo que pocas veces varían en cuanto a su ejecución, a embriagarnos en los bares de siempre con las bebidas de siempre, a dominguera en casa viendo el partido de fútbol del equipo al cual se ha apoyado toda la vida, a recorrer la ruta de siempre en el transporte público o en coche, e incluso, a las personas que amamos (“no puedo vivir sin ti”). Ese es el gran tema de Parque vía: las férreas ataduras que vamos tejiendo a lo largo de nuestras vidas, ataduras de las cuales, difícilmente podemos desprendernos.

Una escena resumen perfectamente este hecho: el gélido abrazo entre Beto y la señora, han perdido aquella mansión tan simbólica para ambos, y no encuentran el modo de sortear dicha perdida, el gélido abrazo en realidad, no les sirve de consuelo, quizás por ello se separan a la brevedad. Es fácil compartir alegrías pero difícil compartir el dolor.

A todos nos duele el desprendernos de la rutina, de aquello que por momentos quizás pueda resultarnos fatigante y tedioso, pero que en el fondo, es agradable y necesario -y de lo cual, si logramos despendernos satisfactoriamente, albergaremos por siempre gratos recuerdos en la memoria-: cepillarse los dientes por las noches, frecuentar los fines de semana a las amistades de toda la vida, sacar la quincena del cajero, darle un fuerte abrazo a quien tanto estimamos, incluso, las frívolas compras de cada temporada navideña.

Enrique Rivero, en apariencia, es un cineasta perteneciente a la segunda generación según Kiarostami. Veremos que le depara en un futuro a este novel director, espero en lo personal, que se haga rutina el que nos legue obras tan gratas como la magnífica Parque vía.

No hay comentarios: