4 de diciembre de 2009

Ideas para un país en ruinas


El pasado lunes 9 de Noviembre, Naranjo publicó en El Universal un cartón soberbio: el presidente Calderón, parado sobre una columna, anunciaba con una cínica sonrisa y cierto dejo de triunfalismo: “se acabó el catarrito amigos”, a su alrededor, sin embargo, se aprecian los restos de un país devastado por la catástrofe, un país del que únicamente se conservan sus escombros, sus ruinas.

Es una imagen ciertamente catastrofista, pero, ¿acaso podemos esbozar otra imagen de México en la actualidad?, ¿se debe dejar de lado la crítica para olvidar nuestras penas y poder respirar oxigenante felicidad?, ¿se puede ser optimista dadas las circunstancias?

El pasado mes de Noviembre, dos importantes revistas de circulación nacional han coincidido en sus propuestas, en sus dossiers, invitan a pensar e imaginar un futuro para México. El extraordinario slogan de la revista Replicante, que tomo ahora prestado: “ideas para un país en ruinas”, nunca había sido más atinado … y necesario.

Festejo estos atrevimientos. Dejar de lado la queja eterna para pasar a las ideas, contener la agresividad del puñetazo para iniciar el diálogo, acortar las insanas distancias para optar por la cercanía, tragarse el inmoral escupitajo para esbozar una sonrisa.

Imposible sintetizar en tan breve espacio la cantidad de ideas expuestas en los textos publicados en nexos y Replicante, me conformaré con citar dos contundentes verdades: “las nuevas generaciones se contaminarán, pero cada vez menos, del rancio nacionalismo” y “la base social que aspira a mover esta agenda es clara: la creciente clase media mexicana, vieja y nueva, que requiere desesperadamente un horizonte de expansión”. Cortar con el pasado y actuar por el futuro.

Nuestro pasado nos condena, fecundó en diversas generaciones dogmas y tabúes que fueron adoptados religiosamente, desconocemos en realidad nuestro pasado pero recitamos devotamente lo que por él nos dieron a entender, profesamos una creencia que nos mantiene atados al estancamiento, nos proveyeron de talentos revolucionarios y, como en la parábola, renunciamos a expandir nuestros talentos y los enterramos en la rotonda del nacionalismo ilustre. Al edificar nuestro futuro, preferimos volver la vista hacia aquel nostálgico pasado, y perdemos así de vista, nuestros pasos y el rumbo de nuestro porvenir.

Siempre he creído que el futuro es el tiempo perfecto para el idealismo, la morada imaginaria de los enamorados, el paraíso de la esperanza y las oportunidades. Leyendo la revista Replicante me deprimí, si ni siquiera nuestro futuro lo idealizamos próspero, ¿qué amarga realidad nos deparará?. Ahí está el imaginario apocalipsis que nos espera: un país sin economía, sin ideas, sin petróleo, e inclusive, ¡sin poetas!

Sin embargo, quizás el mejor texto de todos sea el de Ernesto Priego, porque en sus palabras nos encontrarnos con una valiosa lección que nos hace albergar ciertas esperanzas. México es un país sin movimiento, estático, si llega a avanzar, lo hace “pasito a pasito”. Ciertamente, lo es: nuestros legisladores sugieren reformas que nunca se discuten, nuestros futbolistas tardan más en emigrar al fútbol europeo que en regresar, los ciudadanos se quejan vocalmente y segundos después tiran la toalla, estancándose así en la improductiva pasividad … podremos pensar mucho nuestro futuro, hacer decálogos, proyectos estratégicos y demás pretensiones, pero más importante aún, debemos de comenzar a actuar, como dice el adagio popular: “no dejemos para mañana lo que podemos hacer hoy”. Nunca más cierto que ahora, de lo contrario, terminaremos arruinados.

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