24 de agosto de 2010

La urbe conservadora


Del “se prohíbe la entrada a perros y homosexuales”, al “¿a ustedes les gustaría que los adopten maricones o lesbianas?”, pasando por la orden del obispo José María de la Torre de borrar un mural en auditorio municipal de Encarnación de Díaz, Jalisco; estos tres acontecimientos que tuvieron su epicentro en Aguascalientes y retumbaron a nivel nacional poseen un común denominador: un marcado conservadurismo. No es casualidad.

Pocos días después de las desafortunadas declaraciones del cardenal Juan Sandoval Íñiguez el periódico Hidrocálido publicó una nota reveladora, sin ningún rigor estadístico de por medio pero recabando numerosos testimonios, la publicación afirmaba que ocho de cada diez aguascalentenses apoyan las palabras del obispo -en éste caso, sobre el supuesto maiceo a los ministros de la SCJN-.

Me gustaría tener a la mano elementos para poder refutar aquella nota -más allá de su nulo rigor metodológico-, pero no solo carezco de ellos, sino que, en el fondo, creo que lo publicado no dista mucho de nuestra realidad, quizás en mayor o en menor medida (es lo de menos), lo cierto es que no es un ningún secreto el elevado conservadurismo que se concentra en esta ciudad.

Recientemente se vislumbró la posibilidad de ampliar el horario para la venta de bebidas alcohólicas, antes de que siquiera se pusieran sobre la mesa los pros y los contras de adoptar semejante medida la idea fue rechazada de forma tajante por el titular del ayuntamiento, y a ese rechazo se le sumó, tristemente, la prensa local que por unanimidad condenó la medida como si se tratase de una perversión. Si la boda de Caná se hubiese desarrollado en Aguascalientes, Jesucristo hubiese sido encarcelado y hoy se le recordaría como un anárquico transgresor.

La ciudad no ha sido capaz de aceptar el sexo con naturalidad. El oficio más antiguo del mundo, la prostitución, se ejerce en una zona sitiada llamada “de tolerancia”, algo tan añejo sigue siendo intolerado en nuestras entrañas urbanas; las escasas sex-shop que se dejan ver en Aguascalientes no pueden siquiera anunciarse como tales, por más juguetes sexuales y pornografía que almacenen en su interior, por fuera deben anunciarse como boutiques exóticas; un céntrico cine porno no puede exhibir en su exterior afiches de las películas que exhibe como lo hace cualquier otro cine comercial.

Pero el conservadurismo predominante en esta ciudad no se limita a un par de aspectos que, ciertamente, más de alguno pudiera calificar como banalidades que no repercuten en el desarrollo de la ciudad. El problema es que el desarrollo de la entidad también se atasca debido al conservadurismo.

Nuestro sector empresarial vive contemplando con orgullo el legado que le fue heredado, apuesta por lo seguro, encontrar en Aguascalientes a un empresario dispuesto a fomentar la innovación suele ser una búsqueda infructuosa.

Un amigo se encontraba hace un par de años en Alemania, se le dio la oportunidad de encabezar un proyecto que buscaba fomentar las exportaciones de Aguascalientes hacia aquel país europeo, encontró apoyo tanto de la embajada de México como del gobierno del estado, sin embargo, el empresariado aguascalentense jamás le respondió, sumidos en su conservadurismo, cortos de miradas, no encontraron ningún atractivo en el ejercicio de explorar nuevos mercados para sus productos.

Por supuesto, la condena a las bravatas del cardenal no se ha hecho esperar, las conciencias liberales de la entidad no han desaprovechado esta oportunidad para condenar y mofarse de Sandoval Íñiguez, pero no dejo de pensar que aquello es una perdida de tiempo, después de todo, la iglesia católica es una entidad tan caricaturizada que ha sido capaz de incluir estampitas de sus superhéroes eclesiásticos en el interior de una bolsa de papitas. Hay que decirlo, el verdadero enemigo del desarrollo de Aguascalientes no es el conservadurismo de nuestras élites sino el que está bien afianzado en la idiosincrasia de nuestras masas.

1 comentario:

justes dijo...

Excelente análisis. Gracias.