18 de marzo de 2009

La lección del día # 4 ... momento histórico

Desde el domingo pasado, hasta estos imprecisos momentos, no había podido accesar a mi PC, supongo que ésta está aquejada por el virus del SIDA o algo por-el-estilo pues últimamente muestra un preocupante déficit de glóbulos blancos, de todo se anda descomponiendo la pobre. Me dí tiempo entonces para leer algunas cosillas, entre ellas, el Dietario voluble de Enrique Vila-Matas, en él cuenta el escritor barcelonés que en cierta ocasión perdió toda la información que guardaba en su computadora, entristecido salió a dar un paseo, entre su andanzas y vagancias llego a pensar que el disco duro afectado era el suyo propio y no el de su computadora.

Pero la lección que aprendí leyendo el Dietario voluble no es sobre computadoras, como a Vila-Matas y a mí, a muchos otros más se les ha borrado en alguna ocasión el disco duro. La lección que aprendí -para el escritor histórica- es la siguiente:
He revisado el encontronazo en televisión, hacia 1980, de Catherine Ringer con Serge Gainsbourg. Lo primero que se ve allí es a Ringer, cantante del dúo Les Rita Mitsouko y moderna de nuevo cuño, sentada junto a uno moderno consolidado, el voluble Gainsbourg. No tarda en producirse el previsible choque, tal vez generacional. Ringer, con afán de épater al moderno consolidado, contó que había trabajado en películas porno y fue interrumpida por un despectivo Gainsbourg que le dijo que eso era simplemente hacer de puta y no podía ser más vomitivo. Se atascó un buen rato la conversación ahí, porque Ringer (artista genial que me descubriera Sergi Pàmies el invierno pasado) se negó a aceptar que ser actriz porno fuera algo repugnante y ella una puta. Gainsbourg insistió en que ser puta era algo nauseabusndo. Ringer dijo entonces que precisamente el asqueroso era él, pero acabó aceptando, con una media sonrisa, que su pasado era repugnante. "De todos modos", se escusó Ringer, "mi trabajo forma parte de la aventura moderna". Y ahí es donde se reveló y se revolucionó todo, y el momento acabó siendo memorable.
Ah, no! -dijo un exaltado Gainsbourg-. La aventura moderna no es repugnante. Nosotros tenemos ética.
Si Rimbaud en el siglo XIX sembró en Francia la esencia del ser moderno, Gainsbourg, en la misma Francia, señaló el fin del "todo vale", marcó los límites morales de la vanguardia y dio la primera patada a la modernidad sin ética. Un momento histórico.
Cierto, un momento histórico. Máxime en estos momentos posmodernos en los cuales se puede encontar uno con varios sujetos nostálgicos que claman por la infalible ética.

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