28 de junio de 2008

Inland Empire y David Lynch


En un foro de cine en el cual participo asiduamente, se desarrolló una nutrida discusión sobre Inland Empire y el cine de David Lynch... a continuación transcribo mi aportación:

Parece que, cada nueva película de David Lynch, constituye una hazaña para el espectador, comprar un ticket para Inland Empire es tu boleto de entrada a un reto cinematográfico, Lynch traspasa las barreras del director convencional para transformase en un auténtico The Riddler detrás de cámaras. No lo he dicho yo, son varios quienes gustosos se prestan a iniciar el juego (así le llaman) lyncheano.

El Rubik cinematográfico se proyecta, el público (mayoritariamente) no entiende un carajo, pero se siente (mayoritariamente) atrapado por cierta estética, llamémosle, lyncheana, y los reaccionarios (así les llaman) putean ante las cataratas de inverosimilitud que se desparraman a lo largo de tres horas de (kilo)metraje.

Pero claro, ¿Qué se creían? es cine del mismísimo y mitiquísimo David Lynch, "no (apto) para cualquiera", solo unos cuantos elegidos "logran entrar en el mundo de Lynch y disfrutarlo", osease, Lynch es un cineasta exclusivo para las elites cinefílicas.

Cuando el cine se vuelve un asunto de elites, cuando el espectador se adjetiva a sí mismo (explícita y/o implícitamente) como de elite, para mí que algo anda mal. Nasaha ironiza "A los que les gusto la película son unos genios, como yo. El resto todos pelotudos."... pero hay quienes sí se lo creen, para ellos poder disfrutar (o fingir que disfrutas) de las películas de Lynch te dota de cierto Pedigree cinéfilo.

Las películas de Lynch, según se ha convenido, apuestan a que el espectador se "deje llevar", como si se tratase de fumarse un porro, carecer de cierta lógica es parte de su virtud, aunque Lynch no sea ni el primero ni el último en así hacerlo... ocurre que, también desde la ilógica se pueden connotar ideas, lo ejemplificó Giskdan (cuyo comentario comparto completamente), ahí está El discreto encanto de la burgesía (y El fantasma de la libertad, agregaría yo), cintas que, desde su ilógica, apuntalan una ácida crítica de la falsa ética burguesa.

En Inland Empire poco de ello se asoma, pocos (nadie, más bien) a lo largo de la discusión se aventuró a lanzar una hipótesis, aunque fuese difusa, algo que ni siquiera era difícil, estamos, creo yo, ante el conflicto de identidad de una actriz, como en Persona, o, ante el conflicto de una actriz al sumergirse en demasía en su personaje, muy semejante a El almuerzo desnudo, ¡claro!, sin la profundidad de Bergman, y no llega a ser ni remotamente tan bizarra como la obra de Cronenberg.

Lo destacado, es pues, la estética dizque lyncheana: Un lente que deforma la imagen, el empleo masturbatorio de la banda sonora y uno pervertido uso del close-up. El resto es un Lego cinematográfico, en el cual el espectador ensamble las piezas como le venga en gana, en el que se entretenga armando el juego (así le llaman) como le dé su chingada gana.

Esos atisbos de simpleza cinematográfica (es lo que es) ya se asomaban en Mulholland Drive, en la cual el jueguito consistía en armar el puzzle, no en balde, entre los extras del DVD había uno que decía: "10 Claves para Resolver un Misterio". Sin embargo, entre líneas, en aquella película Lynch dibujaba cierto guiños, cierta crítica a la industria hollywoodense. Acá no hay nada, todo es una tomadura de pelo.

El mismo Lynch parece apuntalarlo, una Laura Dern moribunda yace en la banqueta, un personaje la consuela "está bien, te estás muriendo. Es todo", más tarde se asoma una cámara cinematográfica, aderezada con una intensa banda sonora... es todo chicos, es cine, no se hagan pajas mentales, estoy jugando con ustedes, son mis espectadores unas simples marionetitas.

Anteriormente, Lynch eyaculaba sobre los géneros cinematográficos (Dunas, Terciopelo azul, Salvaje de corazón), ahora eyacula en la jeta del espectador, mofándose de él.

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