10 de junio de 2008

Xenofobia con picante


Dudo mucho que seamos un país con arraigados rasgos xenófobos (o al menos, la esperanza tengo), pero somos, sin duda, una patria en la que dicho discurso goza de cierta aceptación, así como de una abultada y ruidosa propagación. Lo llevamos en nuestras raíces, ahí está nuestro estruendoso himno nacional como testigo: “Más si osare un extraño enemigo profanar con su planta tu suelo, piensa ¡oh Patria querida! que el cielo un soldado en cada hijo te dio”.

Tenemos cierto resquemor para con lo extranjero, quizás por el sanguinario legado que nos heredó conquista, quizás por la dolorosa secesión que el día de hoy nos seguimos lamentando, quizás por otras razones... lo cierto es que es generalizado ese sentimiento de repeler y confrontar todo lo foráneo.

Si el nuevo técnico del tricolor se apellida Eriksson, y no Ramírez, el rechazo es general, llegando incluso a la cólera colectiva e irracional, ¿Qué va a hacer ese sueco en el tricolor si no conoce a nuestros jugadores?. A Eriksson le es ajena la huevonsincracia del jugador mexicano y la pudrición de nuestros dirigentes. A Ricardo La Volpe muy mal le fue con la prensa en cuanto empezó a convocar a jugadores naturalizados.

El rechazo es obviamente hipócrita, salvo el Guadalajara, el resto de los equipos no solo alinean jugadores extranjeros, sino que mucho dependen de ellos, no en balde, la tabla de líderes de goleo está infestada de jugadores extranjeros.

En el debate entorno al petróleo, un silencioso discurso xenófobo se ha posicionado en el centro de la discusión, no es que no se pretenda la modernización de Pemex, lo que no se quiere es que, en ésta, tenga cabida algún gachupín, gringo... nosotros solitos podemos sostener y reformar nuestra empresa.

El discurso xenofóbico no plantea ideas novedosas, sino que enumera nuestros temores más arcaicos, ciertamente somos una nación cuyas privatizaciones no han sido (generalmente) ni muy remotamente satisfactorias (ni económica, ni funcionalmente), han resultado mayoritariamente un desastre, un atraco, la fangosidad moral de nuestros burócratas, quienes en su labor como gobernantes no ven otro ejercicio más que el de un jugoso negocio, ha hecho que nuestras experiencias con dicho término sean poco satisfactorias.

Pero no hay duda de que en ello también está bien presente nuestra naturaleza, el temor a confrontar lo desconocido (“Más vale malo por conocido que bueno por conocer”), de vernos siempre superados, nuestro eterno talante de inferioridad. El extranjero se aprovechará de nuestra ignorancia y abusará de nosotros. La supuesta xenofobia con picante, no es un odio sino un profundo temor.

No creo que en el extranjero se encuentren las respuestas mágicas a nuestros problemas, sin duda éstas deben de provenir de nosotros mismos, pero la autonomía no debe de ser excluyente, ningún bien nos hacemos con la encerrona, viviendo en un caparazón de nacionalismo rancio e inquebrantable, nos gusta mucho nuestra nación, la apreciamos, es nuestro “México lindo y querido”, pero en nuestras respuestas bien podemos mirar hacia el exterior, millones de mexicanos lo han hecho cruzando la frontera norte, se les llama espaldas mojadas, y gracias a ellos, México puede respirar.

No hay comentarios: