16 de junio de 2008

Novia que te vea


Realmente curioso, a escasos días de haberse conmemorado el sexagésimo aniversario de la proclamación del Estado de Israel, me encuentro de casualidad con una de las pocas películas mexicanas que abordan la temática judía, esto ocurrió en un Blockbuster, y el nombre del filme es Novia que te vea.

La película nos cuenta (pues así está estructurada, como un cuento, relatado mediante prolongados flasbacks) la historia de dos familias judías, que emigraron en distintos períodos del siglo XX hacia México. La infancia y la adolescencia de dos de sus descendientes (sus primogénitas) se cruzan, sus anécdotas y sus vivencias nos servirán como un vivo retrato de la vida que los judíos llevan en nuestro país.

Sin rodeaos, he de decir que la cinta no me gustó, no sé si dé para considerarla como mala, pero puedo afirmar que no contiene el tipo de discurso cinematográfico que me convence, y que creo, es el conveniente para el cine mexicano. La inclusión de Hugo Hiriart como guionista, me inspiró en un principio, pero creo que termina siendo uno de los dos grandes pecados de la cinta.

El pecado primordial, sin embargo, radica en la falta de tacto de su directora, Guita Schyfter. La sutileza está siempre ausente, al intentar esbozar un círculo, ésta termina trazando algo más parecido a las grotescas líneas rectas de un cuadrado. Paradójicamente, es en una escena de la misma película en la cual ésta se describe a sí misma: Oshi toma clases de pintura, se encuentra dibujando un desnudo, el profesor se le acerca y le dice que la mayoría de las líneas de su dibujo se ven falsas, que en su arte se sobredimensiona lo racional, y escasea lo visceral.

Lo mismo ocurre con Novia que te vea, el combo de una dirección fallida, y de un guión que, sobretodo en sus diálogos, se nota excesivamente dramatúrgico. Por ejemplo, nos encontramos con la siguiente escena: Una Oshi en plena infancia, camina por el parque en compañía de un amigo, dice en voz alta algo así como que “está cansada de que la gente odie a los judíos”, y un minuto más tarde, se les acercan un par de niñas para recriminarles: “Judíos, ustedes mataron a Cristo”.

Es ese el principal problema de la cinta, la directora (judía) hace la temática tan suya, que no se centra en narrarnos una historia, sino que se obsesiona profesándonos sus ideas, de este modo, cada línea argumental parece estar dotada de una idea específica, lo que termina por tornar excesivamente ideológica la narrativa del largometraje.

A algunos les convence ésta idea, recuerdo a Carlos Bonfil celebrar desde las páginas de La Jornada la crítica social presente en Voces inocentes, cuando uno ve los detrás de cámaras puede constatar como Vanessa Bauche y Damián Alcázar (entre otros) se jactan de hacer un cine exclusivamente (o preferentemente) con contenido social... a mí me parece una pose fachosísima, yo deseo ver en las películas rasgos de autoría, quiero que el espectáculo cinematográfico sea más parecido a una exposición fotográfica en la que se exhiba la sutil estética de Cartier-Bresson (quien por cierto, mucho tienen de social), que a un mitin en defensa del petróleo encabezado por los gritos histéricos de López Obrador y sus huestes.

Pese a todo, hay que reconocerle a Novia que te vea sus gratas virtudes, la dirección artística y la fotografía (sobretodo la primera), resultan sobresalientes; pese a lo grotesco de sus diálogos, el ritmo de la película es bueno, por momentos, llega a ser incluso hasta simpática, nunca se estanca; propone además, dos vertientes narrativas bastante interesantes que, desafortunadamente, son abordadas de un modo plástico y frío: La confrontación socio-política que tuvo su efervescencia en los sesentas, y las brechas generacionales al interior del seno familiar, la imposición de tradiciones, y la llegada de un nuevo estilo de vida mediante el que los adolescente quieren hacer plasmar sus ansias de libertad.

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