17 de enero de 2009

Divagaciones # 8 ... el trago amargo

El día de ayer me cuestionaba un amigo sobre un pequeño dilema, pero dilema al fin, que tiene en su vida. Al escucharlo comprobé que una de las bifurcaciones en las cuales se divide su encrucijada le incomoda amargamente.

Ayer también, fui con unos amigos a disfrutar del fin de semana, llegamos a un bar y pedí una cerveza de esas que les dicen "de a litro" -que en realidad traen menos de un litro-. Conforme ingería la cerveza un extraño sabor amargaba mi lengua y mi garganta, no le hice mayor caso al inconveniente pero llegó el un momento en el cual el sabor amargo se mezcló con un olor insoportable y aquello terminó por fastidiarme.

Incrédulo, pasé entre mis amigos el vaso de supuesta cerveza y les pregunté si aquello no les olía o les sabía a jabón, a lo que todos me respondieron afirmativamente. El problema pues no era mío sino del brebaje. No reclamé, sabía muy bien que la mesera no tiene la culpa de ello, simplemente no volveré a acudir a un lugar donde no solo reciclan los vasos desechables -algo en sí mismo desagradable- sino donde incluso los reciclan mal.

Siempre he sido, hasta cierto punto, especial con lo que ingiero: nunca tomo té, sencillamente no me gusta; evito a toda costa el tequila pues me embriaga demasiado; ingiero lo menos posible el vino de mesa, me seca la boca.

Evitaré de ahora en adelante ir a un bar en el cual no saben lavar vasos desechables. Espero que mi amigo evite una situación que sabe amarga de antemano. Es que no hay peor sensación en esta vida que la de un trago amargo.

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