2 de agosto de 2009

Inmortalizado

Tras haber ingerido tres rondas de cervezas, un par de amigos y yo nos dirijimos a cenar, era cuestión de caminar unos cuantos metros y en un santiamén nos encontrábamos en El potro loco. Pedimos la orden, nos santiguamos -cuando uno ingiere burros, el santiguarse podría evitar la casi siempre inevitable cursera al día siguiente- y deglutimos nuestros alimentos. Después de ordenar la cuenta una amable mesera se nos acercó pidiéndonos permiso para tomarnos una foto y ser así una pieza más en los muro tapizados con las fotografías de glotones que frecuentemente acuden al lugar. Una pieza más, another brick in the wall, sí, pero una pieza que quedará para la posteridad. Por primera vez en la vida tengo la sensación de haber sido inmortalizado.

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