19 de enero de 2010

Y retiemble en su centro la tierra


En el camino, Sal Paradise, el álter ego de Jack Kerouac, narraba una aparente banalidad que, en el fondo, ilustraba una certera realidad nacional: viajaba por las carreteras de nuestro país, su destino final no era otro que la Ciudad de México, durante el trayecto contempló con curiosidad que prácticamente la totalidad de los señalamientos viales contemplaban un único destino: la Ciudad de México.

Aquel avejentado centralismo se mantiene arraigado entre nosotros, prueba fehaciente de ello, más allá de gobiernos estatales que poco dinero recaudan pero no chistan en estirar la trompa para mamar de la ubre financiera de la federación, y de medios de comunicación locales que copian a la imperfección las ya de por sí gastadas y obsoletas fórmulas empleadas por los medios nacionales, es la reciente aprobación, por parte de la ALDF, del matrimonio entre personas del mismo sexo.

He tratado de seguir con atención el desarrollo de este tema en la prensa local, y pude notar en mi ejercicio una constante: un seguimiento acucioso pero distante, de Esteban Arce a Ratzinger, se analiza con rigor telescópico el temblor ocurrido en el distante centro del país, pero ni con lupa observamos la realidad de nuestro estado.

¿Hace falta que se aprueben y discutan leyes semejantes en Aguascalientes? por supuesto, rompamos con nuestros tabúes; ¿Qué se legisle para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo en la entidad? que se legisle, para que ponerle trabas al amor; ¿Qué se les permita adoptar hijos? que se les permita, la homosexualidad no disuelve el amor paternal.

Simples preguntas que pocos han planteado porque, típico entre nosotros, constantemente hacemos eco de lo que ocurre y acontece en el centro, pero ese comentario, esa aparente fascinación escasamente se traslada a nuestra realidad, somos espectadores privilegiados, pero a la vez, pasivos actores, nos fascina el escándalo surgido en la periferia, pero bostezamos ante la realidad de nuestra entidad.

Aguascalientes -dicen algunos (¿y otros más se lo creerán?)- se transforma, se moderniza a pasos agigantados, se adentra sin titubeos en el naciente siglo XXI, es una entidad que mira hacia el futuro, de la mano de estéticos pasos a desnivel y de un faraónico óvalo NASCAR estaremos destilando un envidiable progreso improductivo.

Sin embargo, en esta entidad el atraso visto desde una perspectiva social resulta evidente. Por citar un ejemplo: efectivamente, quienes suelen ver el vaso medio lleno argumentarán que acá no se ha penalizado el aborto como en otras retrógradas entidades federativas, sin embargo, nuestro atraso consiste en que no hemos sido capaces siquiera de debatir respecto a una posición legal frente al aborto, permanecemos varados en la indefinición porque el peso de nuestros tabúes excede con creces los llamados a debatir entorno a tal o cual tema, no es que neguemos una ley, pero aún, negamos un debate, un tema, y con ello, nuestra realidad.

Marco García Robles escribió en La Jornada Aguascalientes: “si el propio gobierno del estado reconoce en sus boletines informativos que hay cinco niños con discapacidad así como otros más que por su edad no son solicitados para obtener su tutoría legal, ¿por qué no permitir que obtengan amor y educación de mamás lesbianas o de padres gay?”. Esa debería de ser nuestra postura, no seguir siendo testigos privilegiados de lo que acontece en aquel distante epicentro nacional, sino convertirnos en activos actores de nuestro propio epicentro, dejar de rascarnos el ombligo mientras la vida avanza y el estado se estanca.

El fantasma de Kerouac deambula por las carreteras de México y aún permanece estupefacto, se ha dado cuenta de que la 45 sur es conocida por el vulgo como la salida a México. Si el epicentro de nuestros debates se originan en la Ciudad de México, esperemos que pronto se sientan sus réplicas en nuestra entidad, si realmente aspiramos a la modernización, no podemos permanecer por siempre pasivos.

1 comentario:

LUDA dijo...

Pero el argumento de García Robles es terrible. Trata a los niños como mercancías y no sólo eso, como mercancías de segunda ¿para ciudadanos de segunda?
No creo que debamos ir por ahí.