30 de enero de 2010

El costo de la salud

Traigo en el cuello una notoria erupción, algunos me dicen que es un chupetón (bueno fuera), yo creo que es una mordida de Nosferatu, y la dermatóloga afirma que se trata una enfermedad cutánea cuyo nombre no recuerdo. Como la irritación va en aumento y ataca ahora al miembro más preciado de mi anatomía (eso espera al menos mi ego siempre latente), el tratamiento ha cambiada de cremitas a inyecciones.

Después de verificar telefónicamente los costos de las medicinas (actualmente hay que cuidar hasta el último centavo), eligo la opción más económica y acudo a surtirme de los fármacos prescritos. Ya en la farmacia, delante de mí, un par de señoras de aparentes escasos recursos surten tres kilométricas recetas y la cuenta de éstas resulta abultadísima. Me pongo a pensar entonces en los costos de la salud, pero inmediatamente reparo y concluyo, son sin duda mayores los costos de la enfermedad.

Espero que la kilométrica lista de medicinas ayuden a los familiares de aquellas simpáticas señoras ... espero también que las méndigas inyecciones me ayuden a mí y a mi preciado miembro.

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