3 de febrero de 2010

Exploradores del abismo


El progreso es realmente asombroso, la velocidad a la que el mundo evoluciona resulta infartante, el presente pronto se vuelve historia y lo novedoso pasa a ser obsoleto en un abrir y cerrar de ojos, los automóviles son cada vez más rápidos, los Ipod más prácticos, los rascacielos más altos… este progreso que nos mantiene permanentemente boquiabiertos, sin embargo, también nos ciega.

El temblor ocurrido en Haití sacudió a una nación y debería de hacer lo mismo con millones de conciencias alrededor del mundo. El progreso voraz ha contribuido en gran medida a que se bostece ante esa tremenda problemática mundial que es la pobreza, en el mundo contemporáneo es común que se ondeen banderas ambientalistas, ecológicas, tecnológicas… pero la pobreza ha quedado varada en el olvido, no circula ni en el Facebook ni el Twitter, por lo tanto, no es noticia.

La estética en el posmodernismo es en apariencia impecable, lo es porque nos hemos dedicado a embellecer nuestra vida cotidiana, y para lograrlo, entre otras muchas cosas, se limpian calles y conciencias por igual, por ejemplo: se vuelven día con día más numerosas las ciudades que en el mundo (e incluso algunas en México) prohíben el mendigar, las calles entonces lucen pulcras, se libran de la fealdad personificada en el mendigo y nuestras conciencias “olvidan” tan cruenta problemática social.

Es increíble (pero ciertamente explicable) que un problema que afecta a millones de personas alrededor del mundo –el Banco Mundial reporta que mil millones de personas sobreviven con menos de dos dólares al día- permanezca relegado a un marginal segundo plano dentro de la agenda pública. Quizás se deba a que nos hemos acostumbrado a la miseria. Jesucristo sentenció “a los pobres los tendrán siempre entre ustedes”, si jamás se acabará con la pobreza, ¿para qué combatirla?, tan fácil que es arrinconarla y olvidarla.

El continente más pobre del planeta está siendo terriblemente azotado por el SIDA y, pese a ello, no tarda en aparecer el ocurrente que divulga (por Internet, of course) que el VIH es una tomadura de pelo, que no existe, que es una cortina de humo… y algunos cibernautas se tragan tamaña mentira. Si estalla una crisis económica se piensa primero en el bienestar de los bancos, ya nos ocuparemos después de las personas, preferible el bienestar de las instituciones que el de los humanos. La despreocupación ante la pobreza es mundial.

Pasa también acá en Aguascalientes, en las zonas residenciales se decoran con esmero los camellones, mientras que los habitantes de la periferia tienen que ver pasar los años para que se pavimenten las calles de sus colonias. En el colmo de nuestra vanidad, en ésta ciudad a la creciente zona oriente se le conoce con el despectivo nombre de “el otro Aguascalientes”, como si no fueran parte y realidad de nuestra entidad.

En un mundo en el que en apariencia el progreso ha dotado de voz a una multitud, en el que el megáfono de las redes sociales está al alcance de la mano, la pobreza permanece en el mutismo por su imposibilidad de accesar a estos medios. El progreso agranda la brecha entre clases sociales, pero a su vez, la desconoce, por ello se vuelven tan necesarios ahora los exploradores del abismo: cronistas, íconos de la cultura pop, líderes de opinión, luchadores sociales y sociólogos que den (y difundan) un seguimiento puntual a los estragos causados por la pobreza, pues actualmente es una realidad lo que aquel cantante y fenomenal bailarín entonaba desde la favelas brasileñas: All I wanna say is that they don’t really care about us.

No hay comentarios: