20 de mayo de 2009

Divagaciones # 12 ...el ego como ardid publicitario

Me enteré de ello el lunes. Lars von Trier olvidó su modestia (desde hace mucho, creo yo) y no dudo en proclamarse “el mejor director del mundo”. Lo suyo fue un acto de soberbia, pero a la vez, una gran mentira, pues el danés no es ni siquiera un gran director de cine, salvo Europa, el resto de sus películas podrían resumirse como: guiones confeccionados por Silvia Pinal, pero eso sí, con una puesta en escena bastante vanguardista.

Sus declaraciones son una prueba irrefutable su ego, pero sobretodo, son un atinado ardid publicitario. Las duras críticas que recibió su más reciente película fueron prontamente sofocadas por su lenguaraz ocurrencia.

Pero el ego no es algo reservado en exclusiva para los supuestos genios, se le puede encontrar en varias almas: está por ejemplo aquel buen amigo mío, desesperado porque desde hace tiempo no encuentra pareja alguna, mujer a quien conoce, mujer a la que le presume su vida, la estabilidad de su empleo, su carro nuevo, lo estrambótico de sus gustos musicales, la hilaridad de su humor, en resumen, no se cansa de describirse a sí mismo como el hombre ideal; o aquella fémina que contemplé embelezado hace un par de semanas, exhalaba con fuerza el humo del cigarrillo, sorbía su café con la delicadeza con la que una primeriza intenta succionar un pene, cruzaba con fuerzas sus piernas, no temía mostrar a través del escote que vestía la firmeza de sus senos, se percató de mi mirada pero al parecer la sintió tan insignificante como la mirada de un mosquito, se sentía tan superior a mí; también está aquel senil viejecito a quien me encuentro con frecuencia en la tienda de abarrotes, escucho con paciencia (que debo de confesarlo, a veces la pierdo) sus historias, me cuenta que hace varios ayeres él hizo y deshizo cuanto quiso, conoció a un titipuchal de gente importante, se hizo de mucho dinero pero lo perdió todo por culpa de malas amistades y peores gobernantes, quizás el viejecito que tengo frente a mí hoy esté conformado por huesos afectados por la osteoporosis y una piel más agrietada que las carreteras federales, pero en el pasado fue alguien de suma importancia, o al menos, eso es lo que él me cuenta con orgullo.

Algún ego hemos de poseer cada uno de nosotros, estoy convencido de que alguno he de tener yo, pero lo desconozco o sencillamente me hago el tonto, ¿por qué?, mi hipótesis radicaba en que el egocentrismo se puede apreciar con claridad desde las afueras pero que es difuso y opaco desde nuestros adentros. Después de la ocurrencia de von Trier lo dudo mucho, creo que el ego puede disfrazarse de diversos modos, el ardid publicitario, el llamar la atención, es uno de ellos, uno de los más frecuentes... y no creo que se trate de un acto involuntario.

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