18 de mayo de 2009

Tan sonrientes

Sigilosamente, las calles de la ciudad comienzan a teñirse con los diversos tonos de los partidos políticos. Los nombres y los colores se van apoderando de espacios privilegiados en las principales avenidas, los nombre y los colores, porque en realidad, es lo único que le interesa difundir a los diversos partidos políticos: su identidad. Banderas, cumbias, gorras, gritos, lemas, porras… aquello parece más una fiesta que una contienda electoral, quizás lo sea.

Pero existe otro común denominador: la sonrisa de los candidatos. Me bastó con un breve recorrido por las calles de la ciudad para percatarme de ello:

El primer anuncio con el cual me topo es una valla publicitaria, en ella aparecen los rostros de los candidatos del partido político cuya ideología bien podría resumirse en el profundo contenido de su porra: “¡naranja!, ¡naranja!”. Hinchados de soberbia, los candidatos se presentan como los salvadores de la nación, “salvemos a México” es el slogan de la coalición que encabezan, y ellos, por supuesto, se toman muy en serio su supuesto papel de redentores, se sienten seguros de ello, y por ende, nos regalan una espléndida sonrisa.

Avanzo unos cuantos metros y me topo ahora con un espectacular, en él se hace presente un candidato del partido verde. Me desconcierta el lema de su campaña, pues no disimula su descaro: “confía en mí”. Sabido es que los mexicanos tendemos a desconfiar de los políticos, lo que yo desconocía hasta el día de hoy, es que esa desconfianza se podría desvanecer en cuanto un ingenuo político nos pidiera, dizque de corazón, que depositemos nuestra absoluta confianza en él, ¡y claro!, para dejar en claro sus nobles intenciones, nos brinda una encantadora sonrisa.

Continúo con mi trayecto, una luz roja me impide avanzar pero le permite a una manada de jóvenes, enfundados en playeras rojas, repartir los volantes en los que aparece un candidato del partido tricolor. Como la originalidad es algo que se da a raudales entre nuestros políticos, la confianza vuelve a hacer su aparición con el lema: “liderazgo que da confianza”, y como muestra irrefutable de dicho liderazgo, el candidato se presenta sonriendo.

Pero durante mi recorrido, fue la sonrisa de un candidato por el blanquiazul la que realmente logró cautivarme, quizás porque su expresión resulta más falsa que un orgasmo fingido. Con él podría resumir la farsa que atestigüé aquel día, el candidato como una marioneta incapaz de poder ocultar su naturaleza, la sonrisa como una pose con la cual pretende darse la apariencia de ser agradable, la falsedad de un aspirante a diputado que se finge preocupado por el pueblo pero que solo se preocupa por sí mismo, la sonrisa como la fachada que pretende ocultar la ambición por el poder.

Como se podrá observar, todos los candidatos posan esbozando una encantadora sonrisa en sus rostros. Más preocupados por su imagen que por sus propuestas, los contendientes no dudan en rebajar la campaña electoral al superfluo nivel de una pasarela, sus publicistas se ocupan de cubrirles las canas y blanquearles los dientes pero no dotan de sustancia alguna a sus parcas propuestas.

No puedo quitar la vista de ese pastiche de sonrisas Colgate, me llaman poderosamente la atención, me parecen incluso irónicas: el país padece de tantas crisis y los candidatos a solventar dichos problemas no lucen preocupados sino bastante jocosos. Sospecho, creo que en realidad se están mofando de nosotros, nos escupen en la cara aquella letra de La Lupita que dice: “lero lero lero lero lero lero lero lero ja ja ja que risa me da(N)”. O entonces, ¿por qué será que todos ellos lucen tan sonrientes?

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