1 de septiembre de 2008

Mercadólogos del crimen


En las urbes contemporáneas se exponen al máximo los vestigios de la publicidad, los mercadólogos del presente han prescindido de la frescura de la originalidad y han optado por explotar el pecaminoso exhibicionismo, la teoría del posicionamiento ha perecido ante la comprobada eficacia de lo reiterativo.

La publicidad se ha vuelto cotidiana: Si uno se dispone a leer una revista, pronto notará que gran parte del contenido prometido es mera propaganda; las playeras de fútbol, que otrora exponían la identidad del club, ahora sirven para anunciar diversos patrocinadores; donde anteriormente contemplábamos un lote baldío que mostraba lo que los seres humanos consideramos deshechos, ahora contemplamos vallas publicitarias que divulgan lo que consideramos provechoso; si en el cine antes de cada función se transmitían noticiarios y más recientemente avances cinematográficos, ahora se anuncian la Coca-Cola y la Corona.

Resulta paradigmático que en este mundo sobrepublicitado una de las mayores industrias como lo es la del narcotráfico no recurra a la esquizofrenia propagandística: ¿Alguien ha visto alguna vez algún anuncio en el cual se oferte la marihuana más adictiva?, ¿Spots en los cuales se destaquen las cualidades de la cocaína colombiana?, ¿Infomerciales en los que se expongan las bondades de “El Chapo” Guzmán?.

En los tiempos actuales en los cuales predomina el exhibicionismo el crimen organizado triunfa albergándose en la clandestinidad y el anonimato: El criminal no se desvive por exponerse, se esconde; no ve la necesidad de dar la cara, se enfunda en un pasamontañas; no vocifera, actúa; no se define en aras de la vanidad, se enigmatiza.

Pero en la última semana -¿el crimen organizado?- ha decidido salir a publicitarse muy a su manera: Una mantitas aquí, unas mantitas allá, una acusación acá, una acusación acullá... el propósito como en toda propaganda, la difusión del mensaje, ha sido un éxito rotundo: Primeras planas, minutos en noticieros nacionales, cartones, diversas editoriales... pero hay más.

Varios mercadólogos coinciden al asegurar que no hay mejor publicidad que aquella que se transmite de boca en boca, el consejo de un ser estimado es mucho más efectivo que ver a la Maribel Guardia anunciando un té fantástico que acaba con los tan molestos kilos de más, las redes del narco, astutas como son, bien que lo saben y lo han puesto en práctica.

En el bar, en el café, en la sobremesa, en el transporte público... en todos lados se percibe el murmullo, la paranoia provocada por el narcotráfico viaja y se distorsiona de boca en boca, los narcocorridos han quedado opacados por el inmenso poder del viva voz, el chismorreo es más contagioso que los acordes norteños, en la tiendita, en la mercería, en los pasillos de la oficina se cuentan historias sobre el nuevo ejecutado, la nueva amenaza, la balacera más reciente...

El rumor incrementa la paranoia, un asesinato que pasa por mil bocas resulta contundente, mil oídos se sienten acosados por la inseguridad, lo que nuestros ojos no atestiguan podemos escucharlo con perfecta claridad, las ciudades, los estados y el país se desmoronan y nuestras orejas lo constatan, las sirenas de las patrullas, los locutores de radio, Doña Chayo quien siempre está informadísima... nos marean con su estruendo y terminamos coreando todos sus rumores, nos hemos vuelto eficaces mercadólogos del crimen.

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