22 de septiembre de 2008

Monotemática improductiva


Me siento frente al monitor con el firme propósito de redactar mi artículo semanal, en esta ocasión quisiera escribir sobre diversos temas: la situación adversa que enfrenta Evo Morales en Bolivia; el increíble efecto mercadológico Palin que le ha atraído múltiples preferencias electorales a la candidatura de McCain, y cuantiosas ventas a su hasta hace poco anónimo diseñador de lentes... pero lo acontecido en Morelia fue un detonante que no puede (ni debe) borrarse de nuestras mentes.

Fue un atentado contra la población civil, sí; fue una acción con vestigios de terrorismo, sí; fue perpetrado con la finalidad de provocar terror, sí; pero sobre todo, fue un crimen que nos ha vuelto paranoicos, creemos ahora que los narcotraficantes han perdido cualquier resquicio de ética y el gobierno cualquier nicho de control, suponemos que si ya lanzaron una vez granadas, podrán volverlo hacer en cualquier otra ocasión y en cualquier lugar.

Ahora cuando nos reunimos con los amigos, familiares, vecinos... no tarda en aterrizar en la conversación el tema de la violencia. Cada quien tiene una anécdota, una angustia, una hipótesis, un sospechoso que compartir. Nos hemos vuelto monotemáticos.

Nuestra monotonía, encima, resulta sumamente improductiva, hablamos mucho, pero sin la más mínima sustancia, lo mismo da si quien se expresa es el presidente de uno de los múltiples consejos empresariales o si es una radioescucha histérica que cree vivir rodeada por sicarios, un funcionario público de alto nivel o uno de los intelectuales más leídos de México. Lo cierto es que nos expresamos con histeria pero sin ideas.

A estas alturas nadie sabe a ciencia cierta que hacer, hay descalificaciones, sí, siempre las habrá, resultan hasta cierto punto simpáticas, es entretenido leer como algún columnista de prestigio hace puré a Felipe Calderón y a su infructífera estrategia contra el crimen organizado, pero resultan lecturas insustanciales, el país está incendiado y se le echa gasolina a la hoguera, necesitamos bomberos no piromaniacos.

El aplauso, el oportunismo y las payasadas están presentes: consejos empresariales y políticos de todas las facciones aplauden el arribo del ejército, pese a no tener ni la más remota idea de cuales serán sus benéficas funciones; Iluminemos México, esa organización que aparentemente ha monopolizado los reclamos de paz, propone obviedades motivadas por un franco oportunismo; algunos parlanchines sugieren que, para defendernos y protestar, derrumbemos nuestras festividades: ¡no al grito de independencia!, ¡no a la feria de San Marcos!, ¡no a la navidad!.

Pura parafernalia, ninguna idea; puro exhibicionismo, ningún cooperativismo. No tenemos ideas porque las redes del narcotráfico nos siguen resultando sumamente incomprensibles, nadie ha trazado al día de hoy un mapa geográfico concreto de las alianzas, complicidades, corruptelas y territorios de los diversos carteles. Nos expresamos con supuesta lucidez solo para percatarnos al poco tiempo de que, en realidad, solamente nos hemos enmarañado aún más; proponemos basándonos en meras suposiciones y nuestras propuestas terminan naufragando en la irrealidad.

Nos preguntamos "¿dónde vamos a parar?" cuando en realidad lo que debemos de cuestionarnos es "¿dónde estamos realmente?". Ni el gobierno ni la prensa han hecho en esto su labor: el gobierno venía diciendo que la guerra se estaba ganando y de a poco ha tenido que irse retractando sutilmente, prueba fehaciente de su desubicación; la prensa dice generalidades: "hay autoridades corrompidas", pero no dice cuales, "hay policías liados con el narcotráfico", pero no da nombres.

Si vamos a seguir hablando con ahínco del narcotráfico, hay que hacerlo siquiera para nuestro beneficio, que la paranoia nos guíe a alguna meta, basta de hablar por mero afán protagónico, el país se nos va de entre las manos, no solo al presidente, a todos nosotros.

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