21 de abril de 2009

Texican Whopper


La semana pasada comenzó con un escándalo mediático. Resulta que a algún brillante mercadólogo se le ocurrió una, por supuesto, brillante idea: una hamburguesa llamada Texican Whopper. Para publicitar el nuevo producto el brillante mercadólogo recurrió a otra brillante idea: un afiche que, no importando que se haya distorsionado la cultura del Tex-mex, resultó sumamente atractivo a la vista. El resultado: un varonil cowboy texano, al cual se le nota lo conservador hasta en el mostacho, parado al lado de un achaparrado luchador mexicano que porta como vestimenta un sarape que trae estampada la bandera nacional.

Por supuesto que aquello encolerizó a muchísimos, entre ellos, al embajador de México en España, quien pidió que se retirara tan ofensiva publicidad. Habrase usted visto la ocurrencia del brillante mercadólogo: un mexicano empequeñecido al lado de un omnipotente norteamericano: ¡jamás!

Por azares del destino, la semana pasada se dio otro encuentro cultural entre México y Estados Unidos: la visita de Barack Obama a México. Entre discursos, sonrisas –tan típicas en Obama- y supuestos acuerdos, connoto que en México se sigue teniendo un sentimiento de inferioridad respecto a nuestros vecinos del norte.

Comienzo con lo superfluo, en Milenio por ejemplo, trascendió la noticia de que a algún importante funcionario se le ocurrió mandar a pintar el césped de Los Pinos de verde –al menos, se guió por la lógica-, quizás su intención era el que Obama no se percatara de que acá escasea el agua, ocultar nuestras precariedades, que no se note que no tenemos líquido ni para regar los jardines de la casa presidencial, guardar las apariencias.

Continúo: mientras el avión presidencial en el que viaja nuestro presidentito mexicanito fue fabricado en los lejanos 80’s; el Air Force One de Barack Obama luce imponente: tiene centenares de medidas de seguridad (¡ah!), lo acompañan más aviones (¡eh!), helicópteros (¡ih!), limusinas (¡oh!), agentes secretos (¡uh!) y hasta extraterrestres (¡aeiouh!). Todo esto contado con lujo de detalle en diversos medios.

Pero más allá de lo material, es en lo sustancial en lo que resultamos unos pésimos anfitriones, se le recibe a Barack Obama con expectativas desmedidas, no pisaba siquiera suelo mexicano y en la prensa ya se discutía: “¿qué nos viene a ofrecer Obama?”, jamás escuché lo contrario: “¿qué le vamos a ofrecer a Obama?”.

Parecía que las expectativas desatadas por la visita del presidente estadounidense se agotaban en la caridad. Quizás cierta razón se tiene, Estados Unidos ha quedado a deber bastante en la relación bilateral, pero si se pretende recibir también se debe de estar dispuesto a dar. Parece insostenible el reprocharle a los Estados Unidos que detenga el flujo de armas hacia México cuando nuestras aduanas hacen agua por todas partes, los agentes aduanales son expertos decomisando artículos de lujo que lucen muy bien en sus casas (copas de cristal cortado, relojes…) pero ¿cuál fue la última ocasión en que se dio un fuerte decomiso de armas en aduanas?. Exigir una reforma migratoria es sencillamente no tener vergüenza, en nuestra frontera sur al centroamericano se le discrimina sin igual, pero eso lo callamos y no lo remediamos. Pedimos mucho de los Estados Unidos porque sabemos que mucho pueden dar, pero poco de nosotros pues creemos que poco podemos hacer.

Hace más de sesenta años, inspirándose en el boxeador Rodolfo “Chango” Casanova, Alejandro Galindo decidió darle vida cinematográfica al inolvidable Roberto “Kid” Terranova. Hoy, a pesar de que tanta agua ha pasado por debajo del puente, sigue deambulando por México el complejo del “Kid” Terranova, no aceptamos nuestro complejo de inferioridad cuando nos confrontamos con los Estados Unidos, pero invariablemente terminamos demostrándolo… y con suma facilidad. La Texican Whopper y la visita de Barack Obama son claros ejemplos de ello.

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