20 de junio de 2009

Algo más sobre mí y mis regalos recibidos

Coqueta y decidida, “Programa de recompensas” me envía un mail. En él me dice que quiere darme un obsequio, el cual, debo de recoger en la librería ubicada en Casa Terán.

Acudo embellecido y perfumado a la cita, pero no encuentro a “Programa de recompensas” por ningún lado, mi corazón se abate, pregunto por ella en el mostrador, me dicen que ha dejado un sobre con mi nombre, lo abro y descubro en su interior un libro. No recibo ni felicitación ni abrazo, sin duda, es uno de los regalos más impersonales que he recibido en mi vida, pero es uno de los pocos que he recibido últimamente.

Solamente he recibido otro regalo en lo que va del año, fue una carta acompañada de una revista, su remitente: R. Ambos obsequios los recibí en un sobre.

Los regalos que he recibido a lo largo de mi vida no siempre fueron así. En mi tierna infancia el niño dios y mis padrinos me atiborraban con regalos, juguetes en su gran mayoría. Pero con el paso del tiempo descubrí que el niño dios era un impostor –él, en venganza, nunca volvió a obsequiarme regalo alguno- y mis padrinos se mudaron a una tierra lejana llamada Mexicali.

Mis cumpleaños no eran, como ahora, borracheras memorables –algunas no tan memorables- en las que los invitados llegan con un kilo de tortillas tiesas o un six-pack de cerveza. Antes había una mesa llena de regalos, éstos estaban siempre envueltos con esmero, la envoltura no es únicamente un decoro superfluo, es suspenso, desenvolver para conocer el contenido hasta ahora desconocido.

Creo que todo cambió en mi primera comunión, una tía osó regalarme una radio-casetera, yo, un niño acostumbrado a recibir carritos y tortugas ninja, hice una monumental cara de fuchi. Pero pasada la fiesta me acerqué por curiosidad a ese extraño e incomprendido artefacto, poco a poco fui conociéndole y enamorándome de él. Mi pubertad llegó de la mano de mi afición por la música.

Conforme los años pasaban, los regalos de los parientes disminuían pero los de los amigos y de los intercambios escolares aumentaban. Me llevé gratas sorpresas y amargas decepciones. Sin duda, el regalo que más recuerdo fue una playera anaranjada que me regalaron mis amigos, fue mi prenda favorita durante mucho tiempo; también recuerdo con agrado el día que I organizó una carne asada en su casa con motivo de mi cumpleaños; o aquel otro día en el que mi hermana me organizó una fiesta sorpresa y consumimos tantas cervezas que la barra de mi casa quedó repleta de envases.

Los presentes materiales fueron desapareciendo pero la gente sigue estando siempre presente. Pienso que aquellos que me rodean son el mejor obsequio que he tenido hasta ahora, el que me digan cuanto te estiman, cuanto me quieren, y que me inviten un par de cervezas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me hubiera gustado darte tu regalo en persona, para complementarlo y no fuera tan simple…

Atte: R

Saludos. Un abrazo, cuídate mucho. Bye.

Te quero mucho...