16 de junio de 2009

La comedia de nuestra realidad


Con el mote de “novedoso”, se realizó en la UAA un debate de las ideas. El calificativo es desmedido, no porque no sea el primer debate que se haya realizado, es desmedido porque lo novedoso resultó brumoso, me sigue pareciendo incomprensible que la UAA se mantenga tan tibia frente al debate político, se dice que abre sus puertas pero no se dice que se reserva el derecho de admisión, a los candidatos, principales protagonistas del circo electoral, se les niega la palabra. En declaraciones posteriores el rector se excusa, dice que éstos “realizan proselitismo”, precisamente por ello deberían de ser bienvenidos, para desnudar ese proselitismo, los alumnos universitarios no son niños de párvulos, son (deberían) un actor crítico e importante en el acontecer del estado. No estoy planteando una herejía, el debate político es algo que se da con naturalidad en otras instituciones educativas del país.

Acudí puntual a la cita. Destaco tres rasgos que presencié durante el debate:

A mi lado derecho un camarógrafo levantaba imágenes, a mi izquierda se encontraba su compañera, la reportera. Pongo atención en la labor que desempeñan, ella no oculta su torpeza, no tiene ni la menor idea de que evento está cubriendo, anota en su libreta conceptos básicos: quienes organizan, quienes son los representantes de los partidos políticos y que temas se debatirán. Pasada no más de media hora, reportera y camarógrafo se marchan, dan por concluido su trabajo.

Tenemos una prensa muy pobre. Una prensa paisajista, que no escarba para encontrar la noticia sino que se conforma con tomar la instantánea del paisaje; una prensa personalizada, incapaz de cubrir el evento organizado por la competencia, pero que no escatima en el uso desmedido del autoelogio, no es casualidad que en Aguascalientes (casi) cada diario organice su propio maratón. Un ejemplo que ilustra perfectamente esta pobreza: en Aguascalientes se desconocen las tendencias electorales, ningún medio, ni siquiera el duopolio radiofónico, ha sido capaz de realizar una mísera encuesta, no para satisfacer el morbo del quien va adelante, sino para conocer cómo y por quien votan los diversos estratos de la población

El desfile de las celebridades fue otro rasgo a destacar. Acallados pero presentes. La candidata enfundada en su playera roja saludaba a diestra y siniestra, el candidato amarillo –más bien, grisáceo- se paseaba por los pasillos sin que nadie le tendiera la mano, el que quiere ser gober se sentó con la chaviza, el otro que también quiere ser gober pero que no se hizo presente mandó a sus achichincles enfundados en camisas con el nombre y APELLIDO de la fundación que preside. En Aguascalientes los políticos son nuestra celebridades… estamos para llorar.

Antes de que comenzara el debate, hubo unas palabras que me dejaron atónito, un profesor acarreaba y sentenciaba a sus alumnos: “para mañana quiero un resumen de lo que aquí mascullen los panelistas”. Temí lo peor, una manada de alumnos que acudirían al debate no por gusto sino por necesidad, pero el desarrollo del debate me mostró lo contrario. Lejos de la costumbre estudiantil, de abandonar clases y diversas actividades académicas por mero aburrimiento, el alumnado permaneció firme durante las tres horas que duró el evento, noté caras aburridas, pero eran inevitables ante el triste espectáculo que estábamos presenciando.

En este tipo de eventos, en los que el público parece un adorno, dicho adorno logró transmitir su sentir. Abucheó, algún abucheo me pareció excesivo, si el representante del PAN es un mocho, y su partido quiere representar a todos los mochos de la nación condenando el aborto, pues muy su moches, criticable mas no abucheable; aplaudió, excesivamente también, hubo más de alguna intervención que no merecía ni el menos audible de los aplausos.

Fuera de eso, poco que destacar. Los panelistas confirmaron lo que muchos sospechamos: son unos ineptos. Si hablaban de las drogas, solo uno –el representante de Convergencia- se había enterado de la reciente aprobación de la ley de narcomenudeo, a los demás, les pasó de noche; su léxico resulta lamentable, hablan de una reforma de (sic) estado, en realidad se referían a la reforma del estado; en materia hacendaria son originalísimos, todos proponen bajar los impuestos, nadie retoma, por ejemplo, la interesante propuesta de Santiago Levy: subir los impuestos para después repartirlos mediante un ingreso ciudadano universal; todos se presumen muy machos, combatirán el duopolio televisivo, pero nadie dijo cómo, cuándo ni dónde -¿creando una tercera televisora?, ¿retirándoles la concesión?, ¿obligándolos a producir películas de arte para la televisión?-; en el colmo de la desfachatez, un panelistas tuvo que leer las propuestas de su partido, ¡desconocía las propuestas de su partido!.

Al terminarse el debate se ofreció un brindis, no me quedé, no había motivo alguno para celebrar, los asistentes al debate, después de todo, fuimos testigos de la comedia de nuestra realidad.

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