17 de junio de 2009

Sobre la lluvia de citas de ensayistas y narradores

Leo en Cómo hablar de los libros que no se han leído de Pierre Bayard:
En la galería de escritores que se pusieron en guardia contra los riesgos de la lectura, Valéry ocupa un lugar significativo ya que una parte de su obra es una denuncia virulenta de los peligros de esa actividad. El señor Teste, el héroe valeryano por excelencia, vive en un apartamento desprovisto de libros, y es probable que en ese punto, como en muchos otros, funcione como modelo del escritor, quien no ocultó que leía poco: "Tenía aversión a la la lectura, e incluso llegué a repartir mis libros entre algunos de mis amigos. Tuve que volver a comprar algunos de ellos más tarde, tras la fase de aversión aguda. Pero sigo leyendo poco, pues no busco en una obra más que aquello que puede permitir o impedir algo a mi propia actividad".
Tras leer el citado párrafo recordé el exceso de citas culteraneas en el que incurren algunos ensayistas y narradores mexicanos. En lo que va del año he intentado leer mayoritariamente a autores jóvenes: en ellos es común encontrarse con un ensayista capaz de citar cincuenta autores pero incapaz de desarrollar una idea en sus ensayos; a un narrador que crea un personaje, ofinista de profesión, capaz de citar diversos textos de Byron y Dante -en Recursos Humanos de Antonio Ortuño- de memoria.

José Joaquín Blanco ha señalado la ausencia de un tema que predomine dentro del actual panorama de narrativas; en las reseñas de Rafael Lemus existe una constante: la crítica a la supuesta incapacidad que tienen los jóvenes narradores para adentrarse en las entrañas del México contemporáneo.

No soy un experto en literatura -ni siquiera soy un lector asiduo-, pero que en una sociedad en la que la lectura diaria se remite exclusivamente a los horóscopos y las noticias deportivas, surgan narradores a los que poco les falta para crear historias en las que una gordera -que vende gorditas- lea a Cioran, su amante el lavacoches debore los libros de Adorno y su cuernudo esposo se conforma con ojear de vez en vez la revista Selecciones -por ende lo cuernea-... es raro ¿no?.

Quizás se deba a las excesos de la lectura: ¿se pierden en los libros pero pierden en ello a la sociedad que les rodea?.

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